Gerardo Díaz Ferrán, antiguo presidente de la patronal CEOE y hoy en prisión por el vaciamiento del Grupo Marsans, realizó gastos por casi 94.000 euros con la tarjeta presuntamente opaca que le facilitó Caja Madrid mientras ocupó el cargo de consejero en la entidad. Buena parte de esos gastos, hasta un total de 76.300 euros, los realizó en el pago en restaurantes.
Y, casualmente, la mayoría de los pagos por comidas se realizaban en restaurantes de la propiedad de su cuñado Arturo Fernández, a la sazón exvicepresidente de la CEOE y expresidente de la patronal madrileña CEIM. Díaz Ferrán abonaba comidas por grandes importes, entre 1.200 y 1.800 euros (siempre cifras redondas), en restaurantes como Cantoblanco, Casa Arturo, Nicolasa, Edelweiss…, integrados en el grupo empresarial de su cuñado.
Arturo Fernández, que también es uno de los 65 acusados del macrojuicio de las tarjetas black de Caja Madrid y Bankia, ha tenido que explicar durante el interrogatorio el porqué de estas enormes facturas abonadas por Díaz Ferrán y el porqué de tan redondas cantidades. El fiscal Anticorrupción, Alejandro Luzón, ha llegado a preguntar directamente si se trataba de algún tipo de acuerdo de financiación entre los dos.
“El señor Díaz Ferrán era un magnífico cliente”, ha dicho Fernández. “Los buenos clientes, que pueden organizar reuniones y comidas de trabajo de manera permanente en los restaurantes, suelen entregar dinero a cuenta, cantidades fijas. Y al final del mes o del trimestre se liquida la cuenta con los gastos concretos realizados”, ha expuesto.
El propio Arturo Fernández, que según la documentación que obra en el proceso judicial realizó gastos con su propia tarjeta por importe de casi 38.800 euros, también habría efectuado pagos con su Visa black en sus propios restaurantes por algo más de 9.400 euros.
En paralelo, Arturo Fernández ha explicado durante el interrogatorio que cuando la entidad le entregó su tarjeta como consejero se le explicó que era de “libre disposición”, con un límite de gasto de 25.000 euros anuales, que no tenía por qué justificar los gastos realizados y que “fiscalmente se ocuparía Caja Madrid”.
Fernández fue consejero de Caja Madrid, y posteriormente de su heredera Bankia. Cuando pasó de una entidad a otra preguntó, según su relato, por la continuidad de la vigencia de la tarjeta. “Se me dijo que era una tarjeta de Caja Madrid y no de Bankia”.
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