El suyo era uno de los testimonios más esperados en el macrojuicio de las tarjetas black. Y no defraudó. Durante sus casi cinco horas de declaración como testigo, Jaime Terceiro, que fue presidente de Caja Madrid entre 1988 y 1996, echó por tierra las estrategias de defensa de buena parte de los 65 acusados por el uso fraudulento de tarjetas de empresa, especialmente la de su sucesor en el cargo, Miguel Blesa. Pero documentos internos de la propia Caja Madrid ponen en cuestión partes de un testimonio que el testigo defendió con contundencia.
El ex presidente negó con contundencia que en su época las tarjetas tuvieran pin: "No sólo no se daba, ni siquiera se emitía"
Terceiro admitió haber creado en 1988 el sistema de tarjetas de empresa para los miembros del consejo de administración de la caja, pero las suyas –al contrario de lo que sucedió después en Caja Madrid y Bankia, que acabaron “envileciéndose”- se destinaban a “gastos exclusivamente de representación”. Y lo hizo precisamente para dar mayor transparencia a la fórmula anterior que consistía simplemente en la presentación de facturas. “Las tarjetas de crédito eran el procedimiento más transparente para este tipo de gastos, dada su enorme trazabilidad”.
A finales de los ochenta, cuando Terceiro ocupó la presidencia, los consejeros de Caja Madrid cobraban exclusivamente 150 euros (25.000 pesetas) al mes por dietas de asistencia a las reuniones, esto es, 1.800 euros anuales. Y los que formaban parte de la comisión ejecutiva elevaban esas cuantías hasta los 9.000 euros anuales. Terceiro insistió en que las tarjetas no servían para elevar esos importes para mejorar la retribución de los consejeros. “Era un sistema de compensación de gastos típicos de la función de consejero y estrictamente sólo de esa función”. No retribución, sólo gastos de representación.
El pin como prueba
Para apoyar su versión, el ex presidente de la caja subrayó de manera reiterada durante esas cinco horas que, como las tarjetas eran sólo para gastos de representación, con ellas “no se podía extraer metálico de los cajeros bajo ningún concepto”. “Ninguna tarjeta de empresa de Caja Madrid daba esa posibilidad, como es conceptualmente razonable”, apuntó. “No sólo no se daba el número pin al usuario de la tarjeta, es que ni siquiera se emitía ese pin”.
Documentos internos de la propia Caja demuestran que al menos parte de las Visa tenían número secreto para los cajeros
“En mi época no había pin”, respondió Terceiro en otro momento de su declaración al abogado defensor del ex consejero José Antonio Moral Santín, para recordarle (y afearle) inmediatamente después que buena parte de los gastos efectuados por su defendido con su tarjeta black se trataban de extracciones en metálico en cajeros: “En mi época ese comportamiento no era posible”.
Sin embargo, documentos internos de Caja Madrid a los que ha tenido acceso El Independiente demuestran que al menos parte de las tarjetas de empresa que la entidad repartía entre sus consejeros y otros miembros de sus órganos de gobierno disponían de ese pin y que se facilitaba expresamente por la caja para dar a sus beneficiarios la posibilidad de extraer efectivo de cajeros automáticos.
Una nota interna remitida por el jefe de la Central de Tarjetas de Caja Madrid, datada en octubre de 1992 –justo en el ecuador de la presidencia de Terceiro-, confirma el envío a la Secretaría General de la entidad de una tarjeta de la caja cuya usuaria era Flora Quevedo Perdiguero, entonces miembro del consejo de administración de la entidad.
Y en esa misma nota se anuncia explícitamente el envío de un número como contraseña para otra tarjeta de empresa también de la propia Quevedo: “Les remitimos la tarjeta del epígrafe para que se sirvan entregarla a su titular (…). Así mismo, les enviamos un pin para la misma titular que corresponde a la tarjeta de empresa que les fue entregada en mano”. Un pin justo para el plástico que se denomina expresamente como “tarjeta de empresa”.
Flora Quevedo, consultada por este diario, dice no recordar si la tarjeta que se le entregó como consejera tenía pin o no, pero sí confirma con seguridad que jamás lo utilizó. "No recuerdo que se me entregara el pin. Si lo tenía, no lo usé. Nunca saqué dinero de un cajero automático con la tarjeta", explica. La ex consejera subraya que, mientras ella estuvo en la Caja, los gastos efectuados con la tarjeta sólo podían estar destinados a labores de representación y que el secretario general de la entidad "los fiscalizaba al detalle". "En nuestra época las tarjetas no eran black", sentencia.
El dinero de los cajeros
Otro de los documentos internos de Caja Madrid que cuestionan la absoluta certeza que mostró el ex presidente Terceiro sobre las características que tuvo durante su mandato el sistema de gastos de representación amplía las dudas a las tarjetas de otros órganos de gobierno de la Caja.
La dirección de la entidad remitió una carta en diciembre de 1988 a Pilar Becerril, entonces consejera de la asamblea general de Caja Madrid (no de su consejo de administración) y a la sazón jefa de gabinete del alcalde de Madrid Juan Barranco, en la que le explicaba las características de su tarjeta de empresa. Una tarjeta que, igualmente, tenía pin para poder extraer efectivo, según se le indica expresamente.
Terceiro subrayó la prohibición de sacar efectivo como prueba de que en su mandato sólo había gastos de representación
“Adjunto me complace remitirle tarjeta de empresa VISA a su nombre y a cargo de Caja Madrid”, le anuncian a Becerril, que en 1993 acabó ocupando un asiento también en la comisión de control de la Caja. “Esta tarjeta tiene un límite de gasto, en concepto de compensación por el ejercicio de su función de consejera, de hasta 90.000 pesetas mensuales”, le explican. “Próximamente nos pondremos en contacto con usted para hacerle entrega, en la forma que le resulte más conveniente, del número clave secreto (PIN) para poder utilizar la tarjeta en los cajeros”.
Uno de los testigos de las defensas, José Luis Acero Benedicto –que fue consejero de Caja Madrid entre 1988 y 2003-, centró su testimonio en desmentir por completo el que había dado el propio Terceiro apenas unas horas antes. Durante su intervención en la Audiencia Nacional, Acero dijo estar “casi seguro” de que las tarjetas que se repartieron a finales de los ochenta entre los miembros del consejo tenían pin y subrayó que nunca se le dijo que “estuviera prohibido extraer efectivo”. Una versión que coincide con la que da a El Independiente otro de los consejeros de la Caja en aquella época, pero que prefiere no hacer pública su identidad.
“Cualquier cosa que no coincida con lo que yo digo es rotundamente falsa”, sentenció Terceiro la semana pasada en la Audiencia Nacional en medio de un sonoro murmullo de queja tanto de los acusados como de sus abogados defensores. Pero “cualquier cosa”, quizá no. O eso ponen en duda los papeles de la propia Caja Madrid.
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