El pasado 2 de mayo, con el Brent cotizando a 45,83 dólares, España tuvo que destinar 51,8 millones de euros para adquirir los 1,3 millones de barriles diarios que el país se ve obligado a importar para cubrir sus necesidades energéticas. Hoy en día, la factura de esa compra se ha elevado a algo más de 68,5 millones de euros diarios.
Este repunte, que implicaría un aumento de la factura anual energética superior a los 6.000 millones de euros, es resultado, en buena medida, de la remontada de los precios del petróleo, que han alcanzado en las últimas semanas sus niveles más elevados en año y medio.
Pero también refleja la pérdida de valor del euro: la moneda comunitaria se ha depreciado un 9,5% en los últimos siete meses y se mueve en 1,04 dólares, su nivel más bajo desde 2003.
Esta caída se ha agudizado en las últimas jornadas, después de que la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) elevara los tipos de interés y apuntara a otras tres alzas del precio del dinero a lo largo de 2017, lo que contrasta con la reciente extensión de los estímulos en Europa por parte del BCE hasta el cierre del próximo año.
La debilidad del euro ha sido constantemente señalada como un factor de estímulo para la economía europea. Razones no faltan. La primera y más evidente es el incremento de la competitividad exterior de la producción en la Eurozona, lo que, a priori, facilita las exportaciones.
Esta realidad es ya evidente en las cifras de la economía europea: durante los diez primeros meses de 2016, la eurozona ha acumulado un superávit comercial de 223.800 millones de euros, con las exportaciones rondando los niveles más elevados en la década.
La economía española no ha sido una excepción a esta realidad. Las exportaciones se sitúan en cotas récord y la balanza comercial (excluido el componente energético) registró un saldo positivo en el primer semestre del año.
Sectores como el de automoción, bienes de equipo o alimentación y bebidas se encuentran entre los que mejor partido han sacado de la debilidad del euro.
También la industria del turismo en Europa mira con buenos ojos el escenario actual, ya que se beneficia por una doble vía. Por un lado, la depreciación de la moneda común europea aumenta de forma automática el poder adquisitivo de los visitantes provenientes de regiones con otra moneda. Esto es especialmente significativo en el caso de los turistas estadounidenses, que en 2015 elevaron un 23% sus visitas a España.
En cambio, la situación es la inversa para los ciudadanos de la zona euro, que al perder capacidad de gasto en el exterior tienen mayores incentivos para limitar sus viajes dentro de las fronteras de la unión monetaria.
La debilidad del euro es vista como un factor de apoyo en la lucha del BCE para estimular la inflación
A esto habría que añadir el presumible impacto positivo de la debilidad del euro en la inflación, al encarecer las importaciones de productos. Aunque esta presión en precios podría llegar a entenderse como un problema, en el contexto actual representa un apoyo inestimable en la denodada lucha del Banco Central Europeo (BCE) para elevar las tasas de inflación en la eurozona a sus niveles objetivos.
"En un entorno de ausencia absoluta de tensiones en precios, no creo que suponga un problema. Al contrario, podría incluso ser un estímulo. Un poco de inflación en la economía es como la sal en las comidas", observa Luis Fernando Utrera, profesor del IEB.
Continúa la debilidad
Teniendo en cuenta esto, no es de extrañar que muchos se las prometan felices con el escenario de debilidad adicional del euro al que está apostando el mercado en las últimas semanas. "Con las nuevas previsiones de la Fed en cuanto a tipos de interés, es normal asistir a las apreciación del dólar estadounidense. Puesto que no esperamos cambios desde el BCE que contrarresten este movimiento, la debilidad del euro se mantendrá en los próximos meses", indica Estefanía Ponte, directora de análisis de BNP Paribas Personal Investors.
Esa divergencia en la política monetaria en EEUU y Europa; las mejores perspectivas de la economía estadounidense, ampliadas por el esperado efecto de los estímulos fiscales del nuevo presidente Donald Trump; y la preocupación por los riesgos geopolíticos en la eurozona son algunos de los factores que llevan a cada vez más expertos a augurar que a lo largo de 2017 el euro caerá a la paridad con el dólar e incluso más allá.
Deutsche Bank, por ejemplo, espera que el retroceso de la moneda común pueda llegar al nivel de los 0,95 dólares. También John Hardy, responsable de estrategia de divisas de Saxo Bank, prevé que estos factores pueden llevar al euro a cotizar por debajo del nivel de un dólar desde los primeros compases del próximo ejercicio.
El efecto en la factura energética
Con todo, este escenario tan celebrado también encierra implicaciones menos favorables. Y una de ellas es el ya mencionado encarecimiento de algunas importaciones esenciales como el petróleo. "Aquellos países que tengan un componente de importaciones muy vinculadas al dólar, por necesidades, por ejemplo, de compra de energía, pueden sufrir implicaciones negativas", reconoce Santiago Carbó, profesor de Cunef.
Desde su punto de vista, con los precios del petróleo a los niveles actuales este problema parece contenido. "Si esa fortaleza del dólar viniera acompañada de un encarecimiento real y sostenido del petróleo sí sería peligroso. Pero en principio ese escenario no es previsible, por lo que el movimiento de las divisas ahora mismo es más beneficioso que un problema", observa.
Asimismo, Europa no puede descuidar los efectos que un dólar fuerte suele generar sobre la estabilidad financiera mundial. Sin ir más lejos, a inicios de 2016, las turbulencias que azotaron a las economías emergentes y las materias primas y pusieron en jaque a los mercados financieros globales se derivaron en buena medida, según los expertos, del fortalecimiento de la moneda estadounidense. Ésta se mueve en máximos de 13 años no sólo frente al euro, sino de media frente a las principales divisas del mundo, según se refleja en el índice US Dollar.
Una excesiva fortaleza del dólar puede poner en riesgo la situación de los países emergentes con elevada deuda en dólares
"Efectivamente, un dólar excesivamente fuerte podría llegar a desestabilizar los mercados financieros", indica Carbó, que señala por ejemplo las profundas implicaciones que puede tener una rebaja del euro frente al dólar por debajo de 0,9, lo que supondría una apreciación de la moneda estadounidense superior al 13% desde sus niveles actuales.
En este sentido, Jacobo Blanquer, consejero delegado de Tressis Gestión, pone de relieve el riesgo que corren algunas economías emergentes, especialmente aquellas con una carga elevada de deuda en dólares. Países como Argentina, Israel, Turquía, Chile, Sudáfrica y Hong Kong cuentan con más de un 60% de su deuda con vencimiento en los próximos 10 años denominada en dólares, según cálculos de HSBC.
Impacto en los gigantes norteamericanos
Blanquer también pone sobre la mesa otro efecto dañino de la fortaleza del dólar, que sería su impacto sobre los beneficios de las empresas estadounidenses. En este punto, no obstante, recalca que las empresas del país no tienen un carácter exportador muy marcado y, sobre todo, que Europa no es su mercado principal, por lo que no sería la apreciación del dólar contra el euro el principal elemento a vigilar.
Ya a finales de 2015 y principios de 2016 fueron varias las empresas estadounidenses que evidenciaron cierta inquietud por el efecto en sus cuentas de la fortaleza del dólar, lo que coincidió, no por casualidad, con una creciente preocupación ante la posible caída en la recesión de la economía del país.
Todos estos riesgos, no obstante, son vistos por los expertos como lejanos en el contexto actual. Y, de hecho, muchos creen que la caída del euro por debajo de la paridad podría significar el inicio de un cambio de tendencia del billete verde. "El dólar está en un ciclo de apreciación desde 2012. No descarto que lo veamos incluso algo por encima de la paridad con el euro, avanzado 2017, aunque creo que ese podría ser el final del ciclo", comenta Utrera.
Esta visión es compartida por Ponte, quien espera que en la segunda mitad del próximo año tenga lugar un cambio en la actitud del BCE de cara a preparar la retirada del programa de compra de deuda (QE) que podría desencadenar una apreciación de la moneda europea.
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