La red de sociedades de la familia Rato investigada por el juez apuntaba alto y apuntaba a todo. Y lo hacía ya cuando Rodrigo Rato era vicepresidente económico del Gobierno. En esa época, una de sus empresas opacas -cuya titularidad atribuye la Agencia Tributaria desde los noventa al propio Rato y sus hermanos- hizo negocios con grandes empresas del país y al menos intentó intermediar en otros de lo más variopinto.
Se trata de COR Comunicación, que inició sus actividades en enero de 1997, apenas siete meses después de que Rato tomara posesión como vicepresidente y ministro de Economía en el primero de los Gobiernos de José María Aznar. Ya en sus primeros meses de andadura, a la empresa se le abrían todas las puertas y mantenía reuniones con altos ejecutivos de algunas de las principales entidades de la época: Telefónica, Repsol, La Caixa, Tabacalera… Algunas recién privatizadas –o en vías de serlo- por el propio Rato.
Con Rato en el Gobierno, a COR Comunicación se le abrían las puertas de las grandes empresas unos meses después de nacer
Según se recoge en el largo informe remitido por la Oficina Nacional de Investigación del Fraude (ONIF) al juez de instrucción, COR intermedió ya en junio de 1997 para que Repsol patrocinara la Liga de Fútbol Profesional por una contraprestación de 450 millones de pesetas (unos 2,7 millones de euros). O también planteaba como segunda opción que la petrolera patrocinara la FORTA, la federación que agrupa a las televisiones autonómicas y que entonces tenía derechos de emisión de la Liga, por 138 millones de pesetas.
Repsol, entonces presidida por Alfonso Cortina –amigo personal de Rato-, había completado su privatización apenas dos meses antes y, según la documentación, era uno de los grandes objetivos de COR Comunicación. Pero no el único.
COR Comunicación maniobró para poner en marcha otras campañas millonarias, según se recoge en un somero plan de negocio incluido en el informe de la Agencia Tributaria. La compañía de la familia Rato ofreció a Tabacalera –presidida por César Alierta, antes de su salto a Telefónica- desarrollar una campaña de publicidad de su marca de cigarrillos Nobel “en todos los campos de Golf de España”, con un presupuesto de 85 millones de pesetas (algo más de medio millón de euros) por un año y de 150 millones (alrededor de un millón de euros) por dos años.
Otro de los objetivos detallados era la colaboración con La Caixa para que patrocinara la retransmisión de la final de la Copa del Rey de Hockey de ese año, con un presupuesto de 15 millones de pesetas (unos 90.000 euros).
En el documento interno de COR Comunicación se incluye un epígrafe denominado ‘Planes de futuro’, en el que se anticipa que el objetivo inmediato de la compañía a corto plazo pasaba por la apertura de dos nuevas vías de expansión: la banca y el sector de la alimentación.
COR, desde el principio
La de Rodrigo Rato se ha convertido ya en el arquetipo nacional de lo que se espera de una gran historia de auge y caída de un personaje. De gran artífice del milagro económico español a la foto fatídica en que la Policía le metía en un coche detenido. De vicepresidente del Gobierno y aspirante a todo a sentarse en el banquillo (de momento en el de las tarjetas black, pero otros le esperan…). Y en ese periplo de veinte años COR Comunicación le ha acompañado siempre.
La agencia de publicidad COR es un hilo conductor permanente de la red con la que Rato habría defraudado 6,8 millones
La agencia de publicidad se perfila como uno de los hilos conductores permanentes de la red societaria con la que, según denuncia la Agencia Tributaria, el ex vicepresidente económico ha llegado a defraudar 6,8 millones de euros al fisco. La ONIF dedica en su informe más de un centenar de páginas –de un total de 664- a desentrañar la operativa de COR, a describir sus relaciones con el resto de tentáculos del entramado familiar y a demostrar que la propiedad (y los beneficios generados) siempre recayó en Rato.
El 6 de mayo de 1996 Rodrigo Rato tomaba posesión como vicepresidente segundo y ministro de Economía y Hacienda del primero de los Gobiernos de José María Aznar. Apenas siete meses después, el 23 de enero de 1997, iniciaba su actividad COR Comunicación bajo el control en la sombra de Rato y sus hermanos Ramón y María Ángeles y con un capital de dos millones de pesetas.
Nacida de manera opaca, ocultando a la identidad de sus dueños reales a base de testaferros –según se insiste en el informe de Hacienda-, COR Comunicación suscribió contratos de publicidad con grandes compañías de la época ya en sus primeros pasos. Y algunas de esas grandes compañías de la época eran las que se habían constituido en la ola de privatizaciones pilotada por el propio Rodrigo Rato.
Negocios desde el Gobierno
El vicepresidente económico privatizaba y conseguía contratos de publicidad de esos grupos privatizados para su propia empresa. Los acuerdos eran con “empresas gordas”, se dice en el informe citando los términos en que se manifestaban los socios. En la lista de objetivos de COR para gestionar su publicidad con Rato aún en el Gobierno figuran Telefónica (privatizada en 1997), Retevisión (en manos privadas desde 1996), la petrolera Repsol (en 1997), la eléctrica Endesa (en 1997), Aldeasa (también en 1997) y también Tabacalera (que dejó de ser pública en 1998).
Y entre las empresas gordas, una peculiar. Porque también se firmaron contratos con Paradores de Turismo, la cadena hotelera estatal. Entonces era pública, como lo es ahora. Su accionista único era la Dirección General de Patrimonio del Estado, que dependía en aquella época del Ministerio de Economía y Hacienda, en cuya cúspide se sentaba el propio Rato.
COR ofreció la Liga a Repsol, publicidad en campos de golfo a Tabacalera, la Copa de Hockey a La Caixa...
La Agencia Tributaria –paradójicamente también bajo el mando de Rato en aquellos noventa y primeros dos mil- denuncia ahora en su informe que la opacidad de la agencia de publicidad de la familia Rato se debía precisamente a que su intención era establecer esta red de contratos y que no se conociera la vinculación.
Y así fue, los apuntes contables que refleja el informe de ONIF muestran una relación ventas de 2002 en la que se muestran operaciones con Endesa, Paradores de Turismo, Retevisión, Aldeasa, junto a otras insignias como Banco Español de Crédito o Editorial Planeta de Agostini.
Y también aparecen reflejados una serie de contratos entre 2001 y 2003 en los que se establece una estructura de cobro a grandes clientes en los que la sociedad Muinmo (otra más del entramado) facturaba a COR Comunicación con un 10% de descuento y ésta lo hacía a su vez al cliente. ¿Qué clientes? Por ejemplo, Repsol, por un importe anual de 258.000 euros; Altadis (antigua Tabacalera), de 150.253 euros; o Retevisión, de 47.960 euros.
Central de cobros para Caixabank y Santander
La Agencia Tributaria describe en su informe cómo COR Comunicación parece haber funcionado como una especie de central de cobros procedentes de otras actividades de Rodrigo Rato hasta la actualidad, centrándose en pagos efectuados por Caixabank, Santander y también por proveedores de la propia sociedad.
COR Comunicación cobró de Caixabank 180.000 euros en 2014 y 210.000 euros en 2015 por supuestos servicios de publicidad. Sin embargo, la ONIF considera que esos pagos “encubren una retribución a don Rodrigo Rato, camuflada a través de unos servicios de publicidad que han sido claramente sobrevalorados”. Una retribución que coincide justo en el tiempo con la incorporación de Rato al consejo de administración de la inmobiliaria Servihabitat, en la que Caixabank tenía una participación del 49%.
La Agencia Tributaria acusa a Rato de usar COR para simular servicios para cobrar de Caixabank y Santander
En paralelo, en el informe se describe cómo las cuantías percibidas por COR por servicios de publicidad a Santander se dispararon entre 2013 y 2015 justo cuando Rato se reincorporó como asesor del banco (ya lo había sido entre 2008 y 2010, cuando accedió a la presidencia de Caja Madrid). Para esos tres años, Santander suscribió un nuevo acuerdo con COR -que se sumaba a otro que ya mantenían, no lo sustituía-, que se tradujo en cobros de 441.000 euros.
La ONIF denuncia que COR cobraba con este nuevo contrato por “unos servicios inexistentes (no así en el contrato inicial), que supondrían el negocio simulado, para ocultar el verdadero negocio, el negocio disimulado, que no es otro que la participación del señor Rato en el Consejo Asesor del Banco de Santander”.
La Agencia Tributaria también ha detectado que dos de los proveedores de COR, el Grupo Macal y Media House, realizaron pagos sin que se conozca la razón de los mismos a las sociedades Montelayos y su filial Layosalud, que construyeron un hotel en Toledo. Estas dos últimas sociedades son propiedad de Rato –acreditada por Hacienda “a pesar del opacamiento y ocultación de la titularidad” por parte del ex vicepresidente- y habrían recibido unos 3,5 millones de euros sin declarar.
Siempre propiedad de Rato
El 23 de enero de 1997 iniciaba su actividad COR Comunicación bajo el control de Rato y sus hermanos Ramón y María Ángeles. Ni estuvieron en el acto de constitución ni su presencia como accionistas venía siendo pública, pero la Oficina Nacional de Investigación del Fraude considera plenamente acreditado que los tres hermanos controlaron la sociedad desde su nacimiento y hasta 2013, cuando la propiedad y la dirección quedaron en manos únicamente de Rodrigo.
De acuerdo con la evolución de la titularidad real de COR Comunicación que se especifica en el informe, el Grupo Rato acaparaba el 60% de la compañía en los primeros años, y desde 2015 el propio ex político controla el 99,9% a través de Kradonara 2001 S.L., otras de sus empresas opacas.
Rato ha tratado de desvincularse de la actividad de COR de los noventa y los primeros dos mil, e insiste en que sólo es propietario de la sociedad desde 2013. Pero la Agencia Tributaria dice nones: “Las decisiones siempre fueron tomadas en última instancia por los hermanos Rato-Figaredo”. Desde sus albores en el 1997 hasta casi 20 años después.
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