El mes de febrero es, para los aficionados al baloncesto, la cita anual con el All Star de la NBA. Durante un fin de semana al año los equipos se olvidan de competir, y las grandes estrellas visten los colores de su Conferencia para disputar el partido con más glamour por centímetro cuadrado.
Este año la cita será este sábado y este domingo en Nueva Orleans, si bien en la madrugada del viernes al sábado habrá un primer plato con el partido de los más jóvenes. En cualquier caso, lo más interesante será la noche de los concursos y, como broche de oro, el choque entre los mejores jugadores del planeta. Entre ellos, Marc Gasol.
El partido, que se disputará en la ciudad del estado de Louisiana, tendría que haberse jugado a casi 1.200 kilómetros al este, en Charlotte. La localidad de Carolina del Norte, sede de los Charlotte Hornets, había sido la elegida por la liga para acoger la cita, pero se le quitó esa concesión cuando el Gobernador aprobó una ley discriminatoria con el colectivo homosexual.
La NBA, que no se anda con medias tintas en estos aspectos, recolocó a toda velocidad su fiesta anual tras instar al estado a retirar esa norma legislativa. Toda la comunidad del baloncesto norteamericano estuvo de acuerdo con la decisión. Incluido el todopoderoso Michael Jordan, propietario de los Hornets, al que se le habrán escapado unos cuantos millones en ingresos por ser la sede del evento. Pero si hasta Su Majestad está de acuerdo, no hay más que decir.
Un negocio redondo
La NBA es, con cuerpos de distancia, la mejor empresa del planeta. Sus 30 socios tienen que hacerlo rematadamente mal para perder dinero, y casi con no hacer nada los propietarios podrán ver unos balances anuales plagados de ceros teñidos de verde.
El valor medio de los equipos ha subido este año un 3,5% hasta los 1.360 millones de dólares (1.280 millones de euros) gracias al impulso de la venta de los derechos televisivos por 24.000 millones de dólares (22.500 millones de euros) durante los próximos nueve años.
Las franquicias con mayor valor son los New York Knicks y Los Angeles Lakers. Los históricos Knicks valen ya 3.300 millones de dólares, más de 3.100 millones de euros, gracias a un repunte del 10% respecto al año anterior. Los de Nueva York, cuyo propietario es James Dolan, siguen preparando la renovación del mítico Madison Square Garden, que les va a costar unos 1.000 millones de euros, pero que traerá muchos réditos una vez esté finalizada.
Además, la franquicia de la Gran Manzana ya ha cobrado 100 millones de dólares (95 millones de euros) por el primer año de su contrato televisivo con la cadena de cable MSG. Al final del año, el beneficio operativo de los Knicks alcanzó los 141 millones de dólares (132 millones de euros), la cifra más alta de la liga en este apartado.
Al otro lado del país la situación es más o menos similar. Los Angeles Lakers son los segundos más valorados y ya alcanzan los 3.000 millones de dólares (2.825 millones de euros) tras un repunte del 11% respecto al año 2016. Del mismo modo, los beneficios de los Lakers alcanzaron una cifra de 119 millones de dólares, más de 112 millones de euros.
La temporada pasada fue la escogida por el legendario Kobe Bryant para retirarse, lo que provocó que los ratings de audiencia y la asistencia al Staples Center de Los Angeles subieran como la espuma para ver los últimos momentos de The Black Mamba en acción. En el último partido de Bryant, que se jugó ante los Utah Jazz en la ciudad angelina, las ventas por merchandising alcanzaron los 1,2 millones de dólares (1,13 millones de euros) en apenas un día.
Las derrotas no importan
Con estas cifras de récord, lo más normal sería que Lakers y Knicks estuvieran en lo más alto de la competición y pelearan por llevarse el anillo. Nada más lejos de la realidad.
Entre ambos equipos perdieron casi el 70% de sus partidos en la pasada temporada. Los Knicks cerraron el curso baloncestístico, que diría el añorado Andrés Montes, con 32 victorias y 50 derrotas, mientras que los de amarillo ganaron 17 partidos y perdieron 65.
En el otro lado de la moneda están los Cleveland Cavaliers. Los muchachos de Ohio, liderados por un tremendo LeBron James, se hicieron con el primer título de su historia el pasado año venciendo a los Golden State Warriors en unas series para recordar.
Pese a hacerse con el brillante trofeo, los Cavaliers fueron uno de los tres equipos que perdieron dinero -junto a Oklahoma City Thunder y Los Angeles Clippers-. Los de Cleveland cerraron el año 2016 con pérdidas de 40 millones de dólares (37 millones de euros) a nivel operativo. Es el quinto peor resultado financiero de la historia de la NBA.
La causa está en los grandes sueldos que pagan los de Cleveland. La competición establece cada año un límite salarial que los equipos no deben superar, para garantizar de esta manera la equidad entre las franquicias.
Para todo aquél que sobrepase la barrera, la NBA establece que deberá pagar una multa por cada dólar de más en salarios, un dinero que luego se reparte a final de año entre las franquicias que sí han mantenido sus nóminas bien atadas.
Los Cavaliers pagaron el año pasado 54 millones de dólares (50 millones de euros) en impuesto de lujo. Eso provocó que sus gastos en salarios se dispararan hasta los 185 millones de dólares (174 millones de euros).
En la NBA no sólo importa lo que haces en la pista, también es muy importante lo que se teje en los despachos. Y, muy a menudo, ambas partes de una franquicia de baloncesto no tienen nada que ver la una con la otra. Para algunos, el dinero es el verdadero trofeo. Ganar está sobrevalorado.
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