El pasado miércoles los empleados del Pentágono, la base de operaciones del Departamento de Defensa de Estados Unidos, recibieron un extraño email interno. En dicha comunicación se les pedía, casi se les rogaba, que mientras estuviesen en su puesto de trabajo no se pusieran a ver los partidos del campeonato nacional de baloncesto universitario. "Tenga en cuenta", rezaba el correo electrónico, "que mientras usted está viendo a su equipo favorito está consumiendo recursos que podría estar utilizando otra persona".
Que el Pentágono tenga que advertir de este tipo de cosas debería servir como termómetro de la popularidad que tiene este torneo para los estadounidenses. Por si no es suficiente, ahí va otro: March Madness. La locura de marzo. Ese es el sobrenombre que recibe la competición, por la atención que concentra y la cantidad de partidos que se disputan en pocos días.
Como en cualquier otro deporte, son los jugadores los que logran levantar tanta admiración a lo largo y ancho de Estados Unidos. Por supuesto, es un evento tan grande que genera unas cantidades de dinero multimillonarias que no tienen nada que envidiar a cualquier otra cita deportiva.
La diferencia es que en este caso los jugadores son casi adolescentes, con entre 18 y 22 años, y no son profesionales, sino que se les considera simplemente aficionados.
Puede sonar extraño pero, para que no queden dudas, les traduzco: no cobran un dólar por jugar.
No sólo es que no cobren un dólar, es que si lo hacen son sancionados con dureza. Y no sólo por recibir dinero, ya sea de la universidad directamente o de cualquier persona relacionada con ella, no pueden recibir ningún tipo de contrapartida por su desempeño sobre la pista.
Por poner un ejemplo: el todopoderoso LeBron James, cuatro veces MVP de la NBA, fue sancionado durante su paso por el instituto por recibir dos camisetas de fútbol americano. A los 17 años ya era toda una sensación, pero eso no impidió que el comité le impusiera una dura sanción por un regalo valorado en alrededor de 500 euros, pese a que su instituto sacaba millones de dólares vendiendo camisetas con su nombre.
Ejercicio de hipocresía
LeBron James nunca jugó en la universidad. Sus talentos eran ya tan llamativos que Cleveland Cavaliers le eligió con el número 1 del draft de 2003 directamente desde el Saint Vincent - Saint Mary High School de Akron, su ciudad natal, al norte del estado de Ohio.
Sí lo harán los jugadores que representen a las 68 universidades que estarán en el cuadro del campeonato nacional de la NCAA. Haciendo gala de un ejercicio de igualdad casi sin precedentes, todos ellos cobrarán el mismo sueldo este año: cero dólares, alrededor de cero euros.
Mientras ellos se dejan el sudor, y muchas veces la salud, a mayor gloria de las universidades a las que representan, estas llenan las arcas y cuadran los balances anuales gracias a ellos. Sólo en el año 2015 hubo 24 universidades en todo Estados Unidos que ingresaron más de 100 millones de dólares, más de 93 millones de euros. La mayoría de ese dinero llega gracias a las hazañas deportivas de estos jugadores aficionados.
En el año 2011 la NCAA (National Collegiate Athletic Association), la organización que aglutina al deporte universitario estadounidense, vendió los derechos de las retransmisiones deportivas a la CBS y a Turner por 10.800 millones de dólares, más de 10.050 millones de euros, hasta 2024, un acuerdo que el año pasado fue ampliado hasta el año 2032 y que dejará alrededor de 1.000 millones de dólares, 930 millones de euros, cada año en las arcas de la organización.
Por comparar, en España los clubes de la Primera División de fútbol se están felicitando los unos a los otros por conseguir un contrato de poco más de 880 millones de euros al año por la venta de los derechos televisivos.
Por supuesto, los resultados deportivos también ayudan a poner más ceros en las cuentas anuales de las universidades. En el campeonato nacional, que ya ha comenzado, se repartirán hasta 220 millones de dólares, más de 204 millones de euros, a los equipos.
Cada partido disputado, da igual el resultado, supone ingresar 1,7 millones de dólares, 1,58 millones de euros, por lo que conseguir sumar las cinco victorias consecutivas que hacen falta para llegar a lo más alto supondrían 8,5 millones de dólares, 7,9 millones de euros.
Más ingresos
Otra ingente fuente de riqueza para las universidades son los acuerdos de patrocinio con firmas deportivas. El año pasado Under Armour firmó con Ucla, la universidad de Los Angeles, el mayor acuerdo hasta la fecha, valorado en 280 millones de dólares, 260 millones de euros, durante un total de 15 años. De esta manera, la firma dirigida por Kevin Plank le robaba la cartera a Adidas y se hacía con una de las camisetas más lucrativas.
El acuerdo, además, tiene ciertas cláusulas en las que la marca de Maryland se compromete a pagar 15 millones de dólares, casi 14 millones de euros, en el momento de la firma, a abonar 11 millones de dólares, 10,2 millones de euros, al año en concepto de derechos por merchandising, a proveer ropa adicional por valor de 7,4 millones de dólares, 6,88 millones de euros, al año e incluso a contribuir con un par de millones anuales para mejorar las instalaciones deportivas de la institución con sede en las proximidades del lujoso Bel Air.
No es la única gran universidad que tiene un acuerdo de este tipo. El segundo más importante, considerando su cuantía, es el que une a Nike con Ohio State. Los Buckeyes se llevarán un total de 252 millones de dólares, 234 millones de euros, por vestir con las prendes de la firma de Oregón.
La misma casa deportiva provee a Texas y a Michigan, los dos siguientes contratos más importantes. Los primeros, con su tradicional naranja potente, ingresarán 250 millones de dólares, más de 232 millones de euros, a lo largo de 15 años, mientras que los jugadores de los Wolverines llevarán el logo de Brand Jordan, filial de Nike, en el pecho durante 11 años y recibirán a cambio un total de 169 millones de dólares, 157 millones de euros.
A todo eso hay que sumar los acuerdos de venta de derechos para la televisión, que en muchos casos se negocian equipo a equipo, y por los que la propia Ucla recibirá de IMG hasta 145 millones de dólares, 134 millones de euros, durante una década.
Me van a permitir ser repetitivo: de este inmenso pastel los jugadores, los que de verdad generan todo ese dinero, no se llevan ni un dólar.
Los entrenadores, beneficiados
Puede que los jugadores traguen con la historia de que son amateurs y de que deben tener unos principios altruistas fuera de toda duda, pero los entrenadores no están por la labor de aplicarse a si mismos tales virtudes casi monacales.
Los dueños de los banquillos de las principales universidades cobran sueldos astronómicos. Si nos ceñimos al terreno del baloncesto, y no tocamos el del fútbol americano donde las cifras son aún superiores, la primera posición la ocupa el legendario Mike Kryzewski, seleccionador estadounidense hasta los pasados Juegos Olímpicos, que este año se llevará 7,29 millones de dólares, casi 6,8 millones de euros, por dirigir a la universidad de Duke.
Los otros dos cajones del podio los ocupan John Calipari y Sean Miller, que comandan a las universidades de Kentucky y Arizona respectivamente. El primero, ex entrenador NBA y uno de los grandes capos de la escena estudiantil, tiene un sueldo de 6,87 millones de dólares, casi 6,4 millones de euros, mientras que el segundo recibe hasta 4,94 millones de dólares, más de 4,5 millones de euros, de los Wildcats.
Suben las apuestas
Como todo evento deportivo que se precie, las apuestas son una de las partes que más dinero mueven. Según los informes de la American Gaming Association (AGA) el volumen de apuestas alcanzará los 10.400 millones de dólares, más de 9.600 millones de euros, en las escasas tres semanas que dura el torneo universitario. Es una cantidad sensiblemente superior a los 9.200 millones de dólares, más de 8.500 millones de euros, del año pasado.
En cualquier caso, apenas un 3% de esa cantidad total se moverá en apuestas legales. En Estados Unidos las apuestas deportivas son ilegales fuera de Las Vegas, por lo que apenas 295 millones de dólares, casi 275 millones de euros, serán legítimos, siempre según los datos de la AGA.
La gran final del baloncesto estudiantil estadounidense será el próximo 3 de abril en el estadio Universidad de Phoenix, donde habitualmente juegan sus partidos los Arizona Cardinals de la NFL, y en el que se darán cita casi 80.000 espectadores. Las entradas, ya casi agotadas pese al tiempo que queda para el partido, van desde los 365 dólares, casi 340 euros, hasta los 3.020 dólares, más de 2.800 euros, de las más caras.
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