Los mercados de deuda se enfrentan a tiempos de cambio. Las crecientes expectativas de inflación a nivel global y el incipiente cambio de rumbo en las políticas de los bancos centrales amenazan con poner patas arriba el insólito escenario en el que se han movido los bonos en los últimos años.
Pero una de las grandes anomalías de años de medidas de estímulo extraordinarias por parte de los bancos centrales, los tipos de interés negativos en la deuda, está aún lejos de abandonar al mercado.
Como muestra, la subasta que celebró este martes el Tesoro español. El organismo colocó en los mercados 4.671 millones de euros en letras a seis y doce meses, a un tipo medio del -0,398% y el -0,321%, respectivamente, lo que supone, en el caso del plazo más largo, un nuevo mínimo histórico.
Estas cifras implican que los inversores que han prestado su dinero a España asumen pagar por ello. En concreto, cuando los títulos subastados este martes lleguen a su vencimiento, habrán generado unos ingresos de 14,5 millones de euros para las arcas públicas.
Desde abril de 2015, el Tesoro ha vendido 166.000 millones de euros a tipos negativos
El Tesoro español se viene beneficiando de esta situación desde abril de 2015, cuando cerró su primera emisión a tasas negativas. Desde entonces ha colocado entre los inversores más de 166.000 millones de euros en títulos con rentabilidades por debajo de cero, a plazos que van desde los tres meses hasta los tres años. A través de estos títulos, el organismo se ha asegurado una ganancia total de 259,7 millones de euros.
Además, desde 2015, el Tesoro también ha celebrado distintas subastas de bonos ligados a la inflación que se han cerrado a tipos negativos. Mientras el índice de precios se ha mantenido contenido, estas referencias también han engrosado las ganancias generadas por la deuda a tipos negativos, pero el reciente repunte de la inflación ha mitigado este efecto.
En cualquier caso, los tipos en negativo de la deuda a corto plazo son uno de los elementos clave que han permitido al Tesoro español rebajar los costes medios de su deuda a mínimos históricos. El tipo de interés medio de las letras (los títulos de deuda con duraciones entre 3 y 12 meses) se situaba al cierre del pasado abril en el -0,25%, lo que contrasta con el más del 3% en que se situaba su coste al cierre de 2011.
El interés medio de la deuda a corto plazo es hoy del -0,25%, frente al más del 3% de 2011
Así, el coste medio que España debe asumir por el total de su deuda en circulación se sitúa a día de hoy en el 2,72%. Para la solvencia del país, la fuerte caída que han experimentado los tipos de la deuda supone un notable alivio, máxime teniendo en cuenta el incremento del endeudamiento público en los últimos años a niveles récord, en el entorno del 100% del PIB.
Por esa razón, la perspectiva de un incremento de los tipos de la deuda en los próximos trimestres abre una vía de inquietud para el Gobierno español, como reconoció hace pocos meses el ministro de Economía Luis de Guindos.
Desde el pasado septiembre, los tipos de interés de la deuda a largo plazo han registrado -tanto en España como a nivel global- notables repuntes, en medio del repunte de la inflación global y al tiempo que el mercado empezaba a descontar el inicio del fin de las políticas de estímulos extraordinarios de los bancos centrales. La rentabilidad del bono español a 10 años ha repuntado unos 76 puntos básicos desde los mínimos históricos que alcanzó el pasado 30 de septiembre, por debajo del 0,9%.
Sin embargo, la deuda de más corto plazo apenas se ha visto implicada en este movimiento. Entre los argumentos que justifican este comportamiento dispar se puede señalar la reciente decisión del BCE -anunciada en diciembre- de ampliar el universo de deuda elegible en su programa QE a títulos con un vencimiento mínimo de un año (anteriormente, el mínimo era de dos años) y la posibilidad de que la institución adquiera títulos con rendimientos inferiores al tipo de la facilidad de depósito, que actualmente se sitúa en el 0,4%.
Además, los plazos más cortos de la deuda suelen verse menos afectados por los cambios en las expectativas de inflación, que tienen un efecto más a largo plazo. A esto hay que añadir el convencimiento entre los inversores de que la normalización de los tipos de interés en la eurozona será un proceso a muy largo plazo.
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