El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha dado un giro de timón en 24 horas que le ha llevado de ser el Llanero Solitario de la disciplina fiscal frente a la izquierda que pedía su cabeza, el Can Cerbero que impedía el refuerzo del personal de la Agencia Tributaria y el no a la rebaja del IRPF que pedía Ciudadanos, a aliviar el objetivo de déficit de las comunidades autónomas para el próximo año, aprobar una oferta de empleo público sin precedentes para 2017 y 2018 y a levantar la mano para una rebaja del IRPF ya el próximo año.
De Montoro el reprobado a Montoro el negociador. De ogro a Papá Noel.
Ser el ministro de Hacienda no es fácil. Todos piden y es el ministro de Hacienda, como administrador de la caja pública, el que siempre dice que no. Sin embargo, la sentencia del Tribunal Constitucional que tumbaba la amnistía fiscal de 2012 y su posterior reprobación como ministro en el Congreso de los Diputados ha sido un varapalo que sus antecesores en el puesto no han tenido que sufrir.
Este escarnio, al que se sumaron tanto PSOE como Ciudadanos, puso en cuestión su legitimidad como negociador del techo de gasto de 2018, paso previo a la elaboración del Presupuesto del próximo año.
A ello se ha sumado la oleada de acusaciones sobre actuaciones presuntamente corruptas a través de Equipo Económico, el despacho que puso en marcha hace más de una década, pero del que se desligó en 2008, según defiende.
Fuentes cercanas a Montoro aseguran que en una situación así, con su legitimidad cuestionada, el ministro puede quedar en un segundo plano y dejar que sus secretarios de Estado negocien por él. Sin embargo, Montoro ha asegurado que “tiene trabajo” y que la reprobación no tiene una aplicación práctica.
El ministro de Hacienda, siempre mediático, no se ha escondido y ha mantenido su agenda de actos y su posición como cabeza visible de las negociaciones, todo ello con una riada de periodistas tras él.
Sin embargo, Montoro, uno de los políticos con más experiencia en activo, ha despistado a más de uno.
Ha advertido que en la actual legislatura, el Gobierno tiene que hacer malabares con los intereses económicos de todas las formaciones parlamentarias. Ya no es tiempo de mayorías, sino de negociación.
Los escollos del techo de gasto
Dos eran los escollos. Un PSOE que se negaba a sentarse ni quiera a negociar el techo de gasto de 2018 después de que Montoro aprobara en el Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF) un objetivo de déficit para las comunidades autónomas del 0,3% para el próximo año --desde el 0,7% del anterior-, pese a la oposición en pleno de los consejeros autónomicos socialistas.
Del otro lado, Ciudadanos condicionó el apoyo al mismo techo de gasto a una rebaja del IRPF de 2.000 millones de euros.
Una semana después de aprobar un objetivo de déficit para las comunidades autónomas, Montoro ha dado marcha atrás. Podía haber llegado a un acuerdo con el PSOE en aquel CPFF, pero ha preferido retirar el techo de gasto del Congreso de los Diputados y volver al reunir a las comunidades para volver a empezar de cero.
No obstante, había un tercer escollo quizás menos evidente, el presidente de Nueva Canarias (NC), Román Rodríguez, y el diputado de esta formación, Pedro Quevedo, exigieron este miércoles a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, un déficit autonómico más holgado para el próximo año a cambio de no oponerse a la tramitación del Presupuesto. Quevedo fue el voto 176 que permitió desbloquear el Presupuesto de 2017, con lo que su capacidad de influencia de cara a 2018 ya se estaría dejando notar de nuevo.
En cualquier caso, este cambio de parecer supone 1.000 millones de euros más de margen presupuestario que, según el ministro, saldrán de una rebaja del objetivo de déficit de la Seguridad Social para el próximo año del 1,2% del PIB al 1,1%. Pero está por ver en qué queda esta mejora y si este trasvase se queda en una solución política a corto plazo y un nuevo objetivo incumplido a final de año.
La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) sostiene que, pese a la buena marcha de los ingresos públicos hasta junio, la senda de reducción del déficit de las administraciones marcada --3,1% del PIB-- es exigente y la de la Seguridad Social, en particular, casi imposible de cumplir.
Además, mientras Montoro hacía este anuncio, los equipos del PP y Ciudadanos sellaban un acuerdo para aplicar una rebaja del IRPF de 2.000 millones de euros. Un acuerdo al que Montoro se había negado también poco antes argumentando, entre otras cosas, que este tipo de “zanahorias” era mejor guardárselas para más adelante, para poder seguir negociando.
Sin embargo, el ministro de Hacienda ha aceptado una primera reducción de la carga por IRPF para rentas bajas y familias más desfavorecidas, con la idea de aplicar una nueva rebaja generalizada en 2019. Entre unas cosas y otras, entre una postura y la contraria, el acoso a Montoro desde diversos frentes no ha dejado de crecer.
Una oferta de empleo histórica
Y como regalo final, el empleo para los funcionarios. Mientras el centro del debate sobre la prometida mejora de las condiciones laborales de los funcionarios giraba en torno a la subida salarial del año que viene, de la que poco cabe esperar más allá de un 1%, Montoro ha alcanzado un acuerdo con los sindicatos para reforzar las plantillas de servicios públicos básicos.
La Seguridad Social, los servicios públicos de empleo, las oficinas de expedición del DNI o las plantillas de examinadores serán los principales beneficiarios de una oferta de empleo público que alcanzará las 15.000 plazas públicas --20.000 si se suman las plazas de promoción interna-- y en la que se incluye un plan de choque de más de 4.000 en estos ámbitos. Una maniobra que beneficiará a los propios trabajadores y a los ciudadanos que recibirán sus servicios.
Mención especial merece la Agencia Tributaria, en la que cunde el malestar desde hace tiempo por la falta de efectivos entre los Inspectores y por el palo de la amnistía fiscal. La Agencia contará con unos 2.100 efectivos más en dos años.
Todos estos movimientos entran dentro de la lógica de la negociación parlamentaria. Incluso los movimientos desde el no al sí. Sin embargo, todo se ha precipitado en 24 horas, cuando la figura de Montoro pasaba por las horas más bajas. El ministro ha pasado de ogro a Papá Noel de la noche a la mañana.
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