Deliveroo sigue con su imparable crecimiento y ya es una de las start ups con mejor ritmo de crecimiento de Europa. La compañía acaba de captar 385 millones de dólares, casi 324 millones de euros, en una ronda de financiación a la que han acudido varios pesos pesados del capital riesgo.
Esta cantidad levantada supone que los inversores valoran la empresa de reparto de comida a domicilio en más de 2.000 millones de dólares, casi 1.700 millones de euros, por lo que su crecimiento en los últimos años es más que destacable.
A la llamada han acudido los principales inversores que ya habían respaldado a Deliveroo, como Accel Partnerts, DST Global o General Catalyst, pero también se ha sumado con fuerza T Rowe Price Fidelity, uno de los brazos del fondo de capital riesgo que más dinero tiene invertido en empresas tecnológicas, y que ya está dentro del capital de Facebook, Airbnb o Tesla.
Esta ampliación de capital tiene como objetivo seguir afianzando la influencia de Deliveroo pero, además, ayudar a la firma a aumentar el territorio en el que opera. Además, servirá para poner en marcha Deliveroo Editions, un nuevo servicio de comida exclusiva, con lo que se aumente la oferta para todos sus usuarios.
Poco le ha importado a los inversores la polémica que en los últimos meses ha rodeado a la relación laboral entre Deliveroo y sus repartidores. La compañía evita las palabras trabajador, contrato o salario en su plantilla, que en España alcanza los 80 trabajadores, y apenas les aporta seguridad evitando cualquier responsabilidad incluso en los accidentes o en las roturas de las bicicletas en las que reparten.
Incluso el Gobierno ha puesto sus ojos en ellos y, según explicó El Independiente, está estudiando la posibilidad de adaptar la ley para atajar los abusos laborales de estas empresas tecnológicas. Los repartidores de la familiar caja a la espalda reciben una alerta en su aplicación en el teléfono y se ponen en marcha para llevar al usuario su comida.
En ningún momento queda claro si estos repartidos son colaboradores, autónomos o asalariados, pero sí que trabajan a saldo y, por ello, apenas tienen derechos. La empresa de momento les considera colaboradores para, así, evitar responsabilidad y una relación laboral clara.
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