Cientos de miles de empleados públicos de la Generalitat fueron a trabajar este lunes. Muchos encendieron sus ordenadores, tomaron su café y, seguramente, comentaron cómo está el país, para cada uno el suyo. Mientras tanto, su expresidente, Carles Puigdemont, y cinco exconsellers viajaban a Bélgica para estudiar una posible petición asilo político después de la querella presentada por la Fiscalía. Cada cual llega en su rebeldía hasta donde cree que puede.
En el caso de los funcionarios públicos, la ejecución del artículo 155 de la Constitución hacía pensar una posible insumisión este lunes en las oficinas de la Generalitat y las empresas públicas. Sin embargo, no ha habido tal caos.
Fuentes de CSI-F y UGT confirman que la jornada ha sido de normalidad, “aunque cada uno a título personal piense lo que quiera”. La revuelta se ha saldado con una serie “anécdotas”, según señala el responsable ugestista en Cataluña, Carlos Villalante, con datos aportados por los delegados desplegados por la administración catalana.
En la cadena humana de Girona se ha dado apoyo a los Jordis
El acontecimiento más llamativo ha sido el de una cadena humana que ha rodeado un edificio de oficinas de la Generalitat en Girona, uno de los bastiones independentistas. En la cadena han participado tanto funcionarios como ciudadanos de a pie, se ha leído un manifiesto y se han gritado consignas independentistas y de apoyo a los Jordis, los líderes de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y de Òmnium Cultural, que cumplen prisión preventiva en Soto del Real por un supuesto delito de sedición.
Además, un centenar de personas se han congregado convocadas por la plataforma En Peu de Pau ante las puertas de Catalunya Radio en muestra de solidaridad.
Esperando para aplaudir a nadie
Más allá, nada. Desde las oficinas de empleo hasta los centros educativos. Solo una dimisión en las últimas horas en una dirección general de Agricultura cuya motivación no se ha podido relacionar directamente con la declaración unilateral de independencia (DUI) o con la posterior aplicación del 155.
Y también la convocatoria en algunas oficinas de lo que los sindicatos llaman "comités de recepción". Una agrupación para aplaudir a cargos públicos a su llegada por la labor desempeñada en los últimos días en favor de la independencia.
Solo el conseller Rull ha acudido hoy a la Generalitat
Sin embargo, las mismas fuentes han confirmado que los miembros del Govern cesados también han acatado las órdenes. Así es que nadie ha aplaudido al equipo de Puigdemont. Porque el único que ha aparecido por la Generalitat ha sido el conseller de Territorio y Sostenibilidad, Josep Rull, que entraba a primera hora de la mañana en el coche oficial por el acceso del garaje y salía poco después en taxi.
Temor a las sanciones y enfado por el voto secreto
Las razones de por qué los empleados públicos de la Generalitat han ido a trabajar como un días más pertenecen al perímetro de lo personal. Sin embargo, al margen de aquellos que no creen en una Cataluña independiente, desde UGT aseguran que ha primado "la profesonalidad de los funcionarios".
No obstante, el Gobierno introdujo en la resolución publicada en el Boletín Oficial del Estado (BOE) por la que se aplicaba el 155, que se sancionaría a todos aquellos trabajadores públicos que no acataran las órdenes del Estado y actuaran al margen de la Constitución. Más aún, el texto disponía de un atajo para acelerar este proceso sancionador. Y a lo que se enfrentaba todo funcionario díscolo iba desde la suspensión temporal de empleo y sueldo hasta incluso la pérdida de la plaza.
La votación secreta en el Parlament del viernes ha generado mucho enfado entre los funcionarios
Se trata de un caro precio a pagar por dar la cara. Y eso es lo que ha enfadado sobre todo a buena parte de los empleados públicos, según su representante en Cataluña, Joan Escanilla. La imagen del Parlament votando en secreto no se compadecía con el comunicado enviado ese mismo viernes por ANC, la organización afín al Govern, que llamaba a insurrección a los funcionarios, como días antes hiciera el conseller de Asuntos Exteriores, Raül Romeva.
"Algunas personas que votaron desde el anonimato pidieron luego que nos opusiéramos al 155. Y no estamos aquí ni para ser escudos ni para proteger a nadie", ha añadido Villalante.
Por su parte, CSI-F coincide en que "la gente tiene ese resquemor. No se puede votar en secreto y luego pedirle a gente inocente desobediencia", añade Escanilla, sin descartar que se podía haber visto algún caso más o mayor de rebeldía si no se hubiera producido ese desencuentro.
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