Fue creada para ser una de las centrales nucleares más modernas de su momento. Nunca lo fue. Ni siquiera llegó a albergar material radiactivo. Su historia se escribe salpicada con la de ETA, que amenazó desde el inicio la central nuclear de Lemóniz. La banda situó sus instalaciones y la vida de alguno de sus directivos en su punto de mira. Décadas de olvido y abandono después, el malogrado complejo energético podría sufrir la reconversión más inesperada que jamás se hubieran imaginado sus creadores: convertirse en una gigantesca piscifactoría de última generación.
Situada junto a la costa, en un enclave privilegiado junto al mar cantábrico, las instalaciones hoy propiedad de Iberdrola se cederían a la Administración vasca por un precio “simbólico”. La cesión en realidad forma parte del acuerdo presupuestario cerrado en mayo pasado entre PNV y PP para aprobar los presupuestos de 2015. En ellos se estableció la titularidad debía pasar al Gobierno vasco.
Desde entonces restaba conocer cuál sería el nuevo uso que la administración vasca daría a la central y que hoy ha desvelado la consejera de Desarrollo Económico, Arantza Tapia: una piscifactoría para criar desde langostinos hasta salmones, gamas o truchas. El plan cuenta ya con dos inversores, uno vasco y otro noruego interesados y con dos proyectos.
El primero de ellos contempla llevar adelante una actuación sobre un área que se limitaría a cuatro hectáreas del complejo. En esta opción se debería acondicionar el terreno, lo que supondría una inversión de unos 18 millones de euros a lo que se debería sumar la inversión de construcción de la piscifactoría, que se estima que oscilaría entre los 25 y los 60 millones de euros.
Otra de las opciones que ya se estudia es algo más ambiciosa. Abarca un área de 5,5 hectáreas y elevaría el acondicionamiento del terreno –que está libre de resto nucleares- de alrededor de 25 millones y la construcción del complejo piscícola de entre 32 y 80 millones. La creación de empleos también se ha estimado ya entre 350 y 550, según el proyecto que se lleve a cabo.
Durante su comparecencia hoy, la consejera Tapia, acompañado del director general de Azti, -un centro tecnológico de investigación marina-, Rogelio Pozo, han asegurado que el proyecto es viable y que se puede reconvertir la ruina industrial en la que se ha convertido Lemóniz en un espacio puntero para la cría comercial de distintas especies pesqueras. Una de las claves que han hecho atractivo el proyecto pasa por las distintas tomas de agua que se habían habilitado en la central para refrigerar el reactor y que ahora tendrían otro uso bien distinto, así como la cercanía del mar que facilitaría el abastecimiento de agua salada al futuro complejo.
De alguna manera, se aspira a recuperar todo el área hoy degradada para situarlo como un ‘polo económico’ del sector y revitalizar al mismo tiempo esta área vizcaína. Se trataría de un proyecto completamente privado y en el que el capital público no participaría pero sí lo impulsaría.
Por el momento tan sólo es un proyecto al que resta concretarse y dar muchos pasos. A los respectivos permisos y planes de ordenación del litorial le quedaría aún redactar los proyectos y la posterior construcción, con lo que se estima que la piscifactoría no sería una realidad hasta dento de cuatro o cinco años.
No es el único proyecto. El polo de acuicultura tiene ya uno en avanzado estado de gestación que entrarará en funcionará el año que viene en Mendaxa (Vizcaya), en el litoral entre Ondarroa y Lekeitio, relativamente alejado de la costa, a una profundidad de entre 40 y 70 metros. Tendrá 554 hectáreas, de las que 214 se destinarán a producción, y se van a instalar tres empresas, Matxitxako Moluskoak, Angulas de Aguinaga y la gallega Rinamar, que van a copar el cien por cien del espacio.
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