En el mismo desierto en el que los expertos advertían de los riesgos de votar por el Brexit, Donald Trump y el independentismo en Cataluña, predican ahora para alertar de los peligros de invertir los ahorros en bitcoin. No parece que los inversores estén prestando la suficiente atención a tanta advertencia, teniendo en cuenta que esta moneda virtual se ha revalorizado un 73% en la última semana hasta superar los 15.000 dólares (a mediados de octubre se pagaban 5.000 por cada bitcoin y a principios de año unos 1.000).
No es casualidad que una criptomoneda de moda de origen desconocido y fuera de ningún organismo de control tradicional esté batiendo todos los récords de cotización en tiempos del populismo y la posverdad.
Se ha revalorizado más del 900% en lo que va de año y desde que varios operadores bursátiles estadounidenses anunciaran que tienen previsto lanzar a mediados de diciembre los primeros contratos de futuros que permitirán especular sobre su precio no solo ha aumentado su cotización, también su credibilidad. Pero lejos de verla como la moneda del futuro, en el mercado financiero cunde la idea de que es una burbuja a punto de explotar.
Jamie Dimon, consejero delegado de JPMorgan, el mayor banco del mundo, ha calificado bitcoin abiertamente de "fraude"; el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Vitor Constancio, asegura que no es una divisa, sino un “tulipán”, en referencia a la famosa burbuja especulativa de Países Bajos en el siglo XVII. "Es la definición misma de especulación", resume el consejero delegado de Credit Suisse, Tidjane Thiam. François Villeroy de Galhau, gobernador del banco central francés, dijo que los que invierten en bitcoins lo hacen "por su cuenta y riesgo".
No es casualidad que una criptomoneda fuera de ningún organismo de control tradicional esté batiendo todos los récords en la era de la posverdad
¿Pero a quién le importa lo que digan reputados banqueros? ¿Desde cuándo son de fiar las instituciones financieras? La crisis de las hipotecas subprime de la que el mundo ha tardado un década en empezar a recuperarse quebró la confianza en el sistema de una manera profunda.
No vale echarle la culpa a las redes sociales de que hayamos entrado en una pegajosa posverdad que lo impregna todo en la que la ciudadanía considera que los expertos están sobrevalorados. A medida que avanza el colapso de la confianza en los expertos y las instituciones tradicionales, alertar de que no es seguro invertir en bitcoin, no hace más que alimentar la leyenda y el frenesí de los inversores. Máxime cuando le pueden acusar a uno de estarse quedando tecnológicamente obsoleto por no querer ver la revolución tecnológica que supone la creación de las criptomonedas (de las que por cierto ya existen centenares de versiones haciéndole la competencia a bitcoin).
Así que aquí va otro granito de arena para ese desierto en el que predican los escépticos: que bitcoin (y sobre todo blockchain, el sistema tecnológico que hace posible esta criptomoneda) sea una revolución tecnológica no quiere decir que sea una buena inversión. Puede que cambie las finanzas para siempre, pero no por ello tiene necesariamente que ser rentable. Napster inventó a finales de los noventa el intercambio de archivos mp3 entre ordenadores particulares y no sobrevivió para disfrutar su disrupción.
Que bitcoin (y sobre todo blockchain) sea una revolución tecnológica no quiere decir que sea una buena inversión
El viernes la cotización de bitcoin se desinflaba un 10% con la misma naturalidad que cada unidad de esta moneda virtual pasó unas pocas horas antes de los 14.000 a los 15.000. La volatilidad de la divisa, sin curso legal, no está regulada por ningún gobierno ni entidad bancaria, sino por una comunidad de usuarios anónimos.
Como el número de bitcoins en circulación está previsto que sea limitado, el aumento de la demanda genera automáticamente un aumento de su valor que los apóstoles de la moneda virtual prometen que siempre será alcista. Sin embargo, a lo largo de su corta historia, su valor se ha desplomado en numerosas ocasiones fruto de las restricciones a su uso y prohibiciones en algunos países y hackeos masivos que han mostrado su vulnerabilidad. No hace falta irse muy lejos en la hemeroteca. El último de estos ataques informáticos fue esta misma semana cuando NiceHash, el mayor sitio web de minado de bitcoins, anunciaba que había sufrido un robo equivalente a unos 60 millones de dólares. Es decir, existen riesgos. Muchos. Y por obvio que resulte insistir en ello conviene recordarlo.
Posverdad y bitcoin
Sin embargo, parece que cuantos más expertos salen a alertar de la falta de certezas que ofrece bitcoin, más sube su cotización. En mercados de divisas virtuales como BitQuick o Kraken, que operan en internet sin ningún organismo de control al que pedirle responsabilidades si algo saliera mal, cada vez son más los inversores tradicionales sin conocimientos tecnológicos que se acercan a ellos a cambiar unos bitcoin. Las indicaciones que aprenden en los tutoriales de youtube les basta como toda asesoría.
El ganador del Premio Nobel Daniel Kahneman, entre muchos otros, ha demostrado que nuestro razonamiento está plagado de errores cognitivos y prejuicios. El sesgo de confirmación es uno de los más insidiosos. Es muy probable que creamos o al menos aceptemos y repitamos declaraciones que respalden nuestros puntos de vista establecidos, incluso cuando se brinda poca o ninguna evidencia para respaldar esas declaraciones. Sin embargo, es poco probable que aceptemos o repitamos declaraciones que van en contra de nuestros puntos de vista establecidos, incluso cuando cuentan con el respaldo de pruebas. Este sesgo es el motor que impulsa la propagación de los clics a las noticias falsas y las inversiones de riesgo. Si uno está convencido de que bitcoin es El dorado es muy difícil sacarle de ahí.
Muchos expertos en bitcoin empezaron a invertir cuando aún no tenía valor alguno y son parte interesada en que continúe el rally alcista
En este siglo cada vez más digital hay una sobreoferta de hechos al por mayor: proliferan fuentes con diferentes niveles de credibilidad difíciles de contrastar y fáciles de acceder. Por eso tal vez convenga recordar, sobre todo ahora que se publican tantas informaciones en las que se citan presuntos expertos en bitcoin, que muchos de ellos empezaron a invertir en la criptomoneda virtual cuando esta aún no tenía valor alguno. Ellos son, por tanto, parte interesada en que continúe el rally alcista. Empezaron a comprar esta criptomoneda cuando no era más que un pasatiempo friki (en 2010 hacían falta 10.000 bitcoin para comprarse un par de pizzas). No es extraño que nos quieran convencer, ahora que cada uno se cambia por 15.000 dólares, de que es una buena inversión. Para los que llevan en ello desde hace años sin duda lo es.
Siempre ha habido gente desinformada. Esa no es la novedad de la era de la posverdad. Y cada tanto hay una nueva burbuja que seduce irracionalmente a los inversores más entusiastas. La novedad es que nunca ha habido tanto votante y tanto inversor desinformado convencido de que, en realidad, están a la última porque lo han leído... en internet. En política ya tenemos claro cuál es el efecto que tiene. Ahora lo estamos empezando a calibrar en el mundo financiero. Bienvenidos al boom de bitcoin, la primera burbuja financiera de la posverdad.
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