El multimillonario acuerdo entre Disney y Fox es un problema muy importante para Netflix y bien podría alterar todo el panorama de los contenidos en streaming. En la actualidad la plataforma de Los Gatos domina con puño de hierro, pero el paso que ha dado la firma de Bob Iger es un movimiento maestro.
En el año 2012, Netflix y Disney rubricaron un acuerdo que permitiría a la plataforma, por entonces casi desconocida, llevarse a su catálogo franquicias de renombre como Star Wars o toda la producción con el sello de Marvel, incluido el derecho a ofrecer a sus usuarios los taquillazos de la Casa de las Ideas.
Sin embargo, en agosto de este año ambas partes confirmaban que había sido Disney la que había puesto fecha de caducidad a ese pacto: 2019. El estudio ha decidido poner en marcha su propio servicio de contenidos en streaming, algo razonable dado su inmenso catálogo, y dejar atrás a esa suerte de intermediario que era Netflix.
Poner en marcha todos estos engranajes no le va a salir barato a Disney, aunque no va a ser por músculo financiero. A nivel técnico ya han dado el paso: este verano la firma anunció que aumentaba hasta el 75% su participación en BAMtech, de la que poseía un 33%, previo pago de 1.580 millones de dólares.
Creada por la liga estadounidense de béisbol (la Major League Baseball), esta tecnología permite emitir contenidos en streaming y entre sus clientes están la propia HBO, la WWE, el PGA Tour de Golf, ESPN o PlayStation.
De esta manera conseguían la capacidad técnica, por lo que sólo faltaba hacerse con los contenidos para ofrecer un servicio que pudiera competir de verdad con gigantes más desarrollados y con mayor implantación como son HBO, Netflix o Amazon Prime Video.
Dos ramas diferentes
Para Netflix el problema va a ser importante, si bien hay que diferenciar dos situaciones diferentes: los contenidos producidos por Disney y cedidos a Netflix y las producciones que ambas partes realizan al alimón.
En cuanto a las primeras, la compañía fundada por Reed Hastings no tiene nada que hacer. Todas las películas estrenadas más allá de 2019 no aparecerán en Netflix y se irán, acompañadas por todas las que se estrenaron antes, camino del catálogo de Disney.
No es poco decir. Los contenidos de Disney en Netflix suponen alrededor del 15% del total, con títulos tan potentes como la saga Star Wars o Los Vengadores y todo el Universo Cinematográfico de Marvel.
Si hablamos de los segundos, las cosas pueden ser más complicadas. Las contratos que atan a ambas partes en las coproducciones hacen que el contenido sea tan de Disney como de Netflix, por lo que lo más probable es que ambas puedan continuar ofreciéndolo a sus usuarios.
Esto puede ser una tabla de salvación para Netflix, sobre todo si hace caso a sus propios datos que apuntan a que las series que llevan el sello de Marvel son las más vistas de la plataforma. Ni siquiera la poderosa House of Cards puede competir con Daredevil que, según Forbes, tiene más de 10 millones de usuarios pegados a la pantalla cada vez que estrena temporada.
También es un superhéroe el que ha protagonizado el show más visto de manera compulsiva del 2017. Iron Fist fue la serie que más rápido se terminaron los usuarios, que tiraron de maratón para acabar con las aventuras de Danny Rand en su vuelta a Nueva York
Gasto y deuda
Mantener en cartera todas estas series es vital para Netflix, por aquello de ahorrar algo de dinero para seguir alimentando una maquinaria de producción de contenidos que es inacabable. En 2017 los presupuestos de la compañía marcan que hasta 7.000 millones de dólares, casi 6.000 millones de euros, se irán para la producción de películas y series propias, su gran baza para mantener a sus más de 100 millones de suscriptores.
Esta cantidad, por mucho que uno sea capaz de generar ingresos, es difícil de sostener. Para aguantar el tirón Netflix ha decidido captar dinero a través de la deuda y a finales del pasado mes de octubre anunció la emisión de bonos por valor de 1.600 millones de dólares, unos 1.350 millones de euros, para dedicarlos a propósitos "corporativos, entre los que podría estar la adquisición, producción y desarrollo de contenidos, así como inversión y potenciales adquisiciones".
Por supuesto, la deuda hay que devolverla. La compañía californiana acumula una deuda a largo plazo que supera los 20.000 millones de dólares, derivados de su estrategia agresiva de producción de contenidos propios.
Esta circunstancia ha provocado también que Netflix haya subido los precios de sus suscripciones más populares en todo el mundo. La tarifa mensual básica, con dos dispositivos y en HD, ha aumentado su precio un euro hasta los 10,99, mientras que la premium, con cuatro dispositivos simultáneos y calidad 4K, se va hasta casi 14 euros tras un incremento de dos euros.
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