España dejó atrás lo peor de la crisis en 2013 e inició la recuperación en 2014 habiendo incrementado su productividad por el camino en un 14%. Sin embargo, un aumento así se puede lograr de varias maneras, aumentando el rendimiento medio de los trabajadores mediante la formación o el uso de las nuevas tecnologías, o directamente despidiendo plantillas y aligerando el peso del factor trabajo en las empresas. Y este segundo camino es el que, de forma mayoritaria se ha seguido entre 2006 y 2014, durante los peores años económicos de la historia reciente de España.
Así lo pone de manifiesto el informe Evolución del tejido empresarial español de 2006 a 2014, del IESE Business School, que, con la salvedad de que no recoge los niveles de productividad en el sector público o entre los autónomos y micropymes, pone en cifras este concepto denominado productividad aparente de la economía, en tanto que no es del todo real.
Para ver como funciona basta observar que la productividad media por empleo en España aumentó un 14% durante el periodo estudiado, pero no porque los trabajadores se hicieran más valiosos o eficientes, sino porque la destrucción del empleo alcanzó a un 21% de los puestos de trabajo, mientras que la facturación de las empresas descendió un 10%. Es decir, que las empresas ingresaron menos, pero con muchos menos recursos.
A eso se le llama productividad aparente, diferente a la medición de lo que es capaz de aportar al PIB una unidad de producción.
En términos absolutos, la productividad media en España pasó de ser de 200.000 euros en ventas por persona empleada en 2006 a poco más de 226.000 euros en 2014, con diferencias por sectores, en las que sí entra en juego la productividad real. Así, la industria logró alcanzar los 350.000 euros por empleado en 2014, frente al sector agrícola, que rondó los 150.000 euros.
En paralelo, se produjo durante estos años una disminución de 66.573 empresas en España, con un descenso del 12% --desde el 17% en la agricultura hasta el 42% de la construcción--, lo que también aportó números a la pérdida neta de 1,9 millones de empleos. Ambos datos van a la par y muestran que el desplome del 'ladrillo', por ejemplo, llevó aparejada una reducción del 64% del empleo en el sector, por encima de la industria (28%), los servicios (8%) o la agricultura (1%).
La facturación media por empresa ha crecido
Pero el indicador que mejor refleja el incremento de la productividad aparente es la comparativa con la facturación de las empresas, que descendió un 10% durante los años más duros de la crisis.
En este caso, el descenso en la construcción también fue del 65%, pero en el caso de la industria o los servicios, los despidos permitieron prácticamente mantener los mismos niveles de ingresos empresariales, con descensos del 2% y el 1%, respectivamente. En la agricultura incluso se produjo un incremento de la productividad aparente del 29%.
Sin embargo, hay que aclarar que se trata de mediciones sectoriales agregadas, porque si se atiende a la facturación media de las empresas, esta creció un 2% entre 2006 y 2014, unos 72.587 euros de media. Por tanto, muchas empresas desaparecieron durante la crisis, pero las que se mantuvieron en pie lograron incluso mejorar su facturación particular en términos medios fundamentalmente por una reducción de plantillas.
Visto desde otro prisma, esto se explica porque la disminución de la facturación agregada fue levemente inferior al del número de compañías. Nuevamente, el aumento de la facturación media varía entre sectores, desde el repunte del 25% en la industria, hasta la caída del 40% en la construcción
Del 'ladrillo' a los servicios
El análisis sectorial también permite sacar conclusiones a propósito de la transición de la construcción a los servicios como motor de creación de empleo una vez se inició la recuperación en 2014.
Así, el 'ladrillo' se confirma como el ámbito más castigado durante la crisis, con una pérdida del 42% de las empresas y el 64% de los puestos de trabajo. En esta situación, la facturación de las empresas del sector descendió un 65% y la facturación media por empresa, un 40%. Este reparto de los daños entre las compañías y los trabajadores ha hecho que su productividad individual descendiera un 5%.
En cambio, en el caso de los servicios, que han tomado el relevo de la construcción, el número de empresas se mantuvo estable, mientras que el empleo decreció un 8%. Aún así la cifra alcanza el medio millón de empleos, puesto que el sector representa el 60% de la economía española.
Con este punto de partida, la facturación de las empresas de servicios apenas descendió un 1% durante la crisis y, en consecuencia, la productividad por empleado se disparó un 7%.
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