El sistema español de pensiones no está diseñado para soportar una población envejecida y la proliferación de los robots. No es una exageración. El augurio se sostiene en cifras tan reales como los 25.000 millones que el Tesoro ha prestado ya a la Seguridad Social para pagar a los pensionistas. O los sorprendentes resultados de encuestas como la de Adecco, donde dos de cada tres directivos admiten que el impacto de la robotización en el trabajo será “alto o muy alto” en la próxima década.
España será cada vez más vieja y el mercado laboral estará cada vez más robotizado. Por eso es tan necesario darle una vuelta de tuerca completa al sistema. Hay muchas soluciones posibles –casi tantas como partidos políticos en el Parlamento-, pero el diagnóstico es único y hasta el propio Gobierno lo reconoce: el sistema actual no aguanta mucho más y la última reforma no basta para arreglarlo.
Por qué su pensión corre peligro
La jubilación en España se rige por un sistema contributivo, donde las pensiones son más o menos elevadas en función de lo que cada trabajador aporta durante su vida laboral. Actualmente, la cuantía se calcula a partir de las cotizaciones realizadas en los 21 años previos a la jubilación. Esa cifra irá creciendo, a consecuencia de la reforma aplicada por el PP, hasta alcanzar los 25 años en 2022.
El sistema funcionó durante años, cuando abundaban los trabajos para toda la vida. Las largas carreras de cotización garantizaban una nómina digna tras la jubilación y nutrían de forma abundante las arcas de la Seguridad Social. Ahí va un dato ilustrativo: en 1970, en España había 7,5 personas cotizando por cada pensionista.
Los nubarrones se veían venir al finalizar el anterior siglo, a la vista de la forma que adoptaba la pirámide poblacional. La generación del baby boom -la que creció en los años 60 y 70- generaría un problema cuando sus miembros se jubilaran. Si la natalidad seguía cayendo de forma sostenida -como así ha ocurrido-, la Seguridad Social no tendría ingresos suficientes para pagar tantas pensiones.
España será cada vez más vieja y el mercado laboral estará cada vez más robotizado, por eso es necesaria una vuelta de tuerca
Ni los expertos que alertaban del desfase, ni los políticos que postergaban las soluciones podían augurar otro factor externo que aceleraría el batacazo del sistema. En 2008, la crisis financiera sacudió a las economías occidentales y en España se cebó especialmente con el mercado laboral. Cuando Mariano Rajoy llegó a la Moncloa, a finales de 2011, el número de desempleados rondaba ya los cinco millones. La cifra encendió todas las alarmas sobre el futuro de la Seguridad Social. Años más tarde, políticos y agentes sociales se percatarían de que el paro desbocado sólo era la punta del iceberg.
Menos cotizantes y más precarios
La crisis asoló el mercado laboral y obligó al Gobierno a tomar medidas urgentes. En febrero de 2012, el Consejo de Ministros aprobó una reforma laboral que facilitaba el despido. Los empresarios tardaron en recuperar la confianza, pero la recuperación acabó cuajando con el tiempo. Sin embargo, el trauma de la crisis propició una importante precarización del empleo. De hecho, el sector que tiró de la economía fue el de los servicios, donde la contratación temporal vence por goleada a la indefinida.
La EPA del primer trimestre de 2008, en los albores de la crisis, arrojaba 20,6 millones de ocupados. En la última encuesta publicada por el INE (tercer trimestre de 2017), la ocupación superaba ligeramente los 19 millones. El paro alcanzó un pico de 6,2 millones en el primer trimestre de 2013. La cifra se ha reducido considerablemente, pero aún hay 3,7 millones de personas en paro.
La combinación entre menor ocupación, más paro y más temporalidad ha causado estragos en la Seguridad Social. Al concluir 2017, según Ministerio de Empleo, España contaba con 2,3 cotizantes por cada pensionista, la cifra más baja en 18 años. Es esa sequía recaudadora la que ha obligado al Tesoro al salir al quite: en 2017, prestó 10.000 millones y este año ya van otros 15.000.
Más pensionistas y más dependientes
La imparable tendencia demográfica irá llenando España de jubilados. Desde 1960, la esperanza de vida está aumentando un promedio de casi dos años por década. Según Adecco, a escala mundial, la proporción de personas mayores (de 60 años o edad superior) aumentó del 9% en 1994 al 12% en 2014, y se espera que alcance el 21% en 2050.
En 2050 habrá cerca de 15 millones de pensionistas en España, frente a los 9,5 millones actuales, calcula Rafael Doménech, responsable de Análisis Macroeconómico de BBVA Research. Para que el sistema de pensiones en vigor aguantara tal volumen sin cambios, se necesitarían 27 millones de afiliados. Es decir, 8,5 millones más de los que hay hoy día.
¿Sabes cuánto tendrás de pensión cuando te jubiles?:
Ese incremento tendrá un impacto directo en la tasa de dependencia. Es decir, la proporción de personas menores de 16 y mayores de 64 sobre el total de la población en edad de trabajar. Esa tasa, que hoy ronda el 0,3%, se multiplicará por dos en tres décadas.
Y una cifra más: según un reciente estudio de KPMG, la relación entre cotizantes y pensionistas descenderá hasta 1,5 en 2050. O lo que es igual: habrá poco más de un trabajador aportando ingresos a la Seguridad Social por cada jubilado cobrando de la misma caja.
La puntilla: parados mayores e irrecuperables
La crisis también ha provocado un fenómeno desgraciado: la salida del mercado laboral de trabajadores con menos de 60 años. El problema no es tanto la expulsión, sino la tremenda dificultad para reengancharse al empleo. Por diversas razones, como la necesidad de las empresas de ajustar plantillas o la sustitución por mano de obra más barata.
De nuevo según la EPA, al concluir el tercer trimestre de 2017 había 359.500 parados mayores de 55 años más que al inicio de la crisis, en 2008. En la misma fecha, las filas de inactivos han crecido en 684.000. Entre los inactivos se encuentran quienes no necesitan buscar un empleo (como los pensionistas), pero también quienes han dejado de buscarlo al perder la esperanza en encontrarlo.
[infogram id="45eae93b-a34b-4c32-8a00-20cf9afce8d1" prefix="Dua" format="interactive" title="Evolución del paro en los mayores de 55 años"]
La destrucción de empleo en ese tramo de edad es tóxica para un sistema de pensiones como el actual. Al calcularse la jubilación en base a los últimos 21 años de carrera, quedarse instalado en el paro antes de los 60 equivale a perder una parte importante del valor de la pensión futura.
El problema no es tanto la expulsión de los trabajadores mayores, sino la tremenda dificultad para reengancharse al empleo
En este hecho dramático hay que encuadrar la última propuesta de la ministra de Empleo, que ha agitado el debate en el Pacto de Toledo. Recogiendo una de las peticiones más insistentes de los autónomos, Fátima Báñez ha planteado ampliar el número de años que computan para determinar la pensión. La fórmula aún está por definir: en el cálculo podrían incluirse todos los años cotizados o los que cada persona elija. Dado que cada opción entraña sus ventajas y sus riesgos, la propuesta promete un debate intenso entre expertos y partidos políticos con voz en el Pacto.
Por si fuera poco, los robots
En otras circunstancias, una temporada larga y benigna para el empleo podría solucionar los problemas de la Seguridad Social y extender la vida del actual sistema de pensiones. Pero el país se enfrenta a dos amenazas cada vez más cercanas. Por un lado, el mencionado envejecimiento de la población. Por otro, la imparable automatización de determinados puestos de trabajo, que expulsará a más gente todavía del mercado laboral.
Según un estudio de McKinsey, hoy día se podría automatizar ya el 45% de las tareas en el mercado laboral estadounidense. La estimación es trasladable al español. Según CaixaBank Research, un 43% de los puestos de trabajo existentes en España tienen un riesgo elevado de poder ser automatizados a medio plazo.
¿Cuanto empleo destruirá la automatización? ¿Habrá robots haciendo el trabajo que hoy hacen los humanos? "La tecnología destruye profesiones, pero no la posibilidad de trabajar", explica Adrià Morron, economista de CaixaBank Research en su artículo ¿Llegará la Cuarta Revolución Industrial a España?. "La automatización de las profesiones que conocemos hoy en día ofrece la posibilidad de reorientar la naturaleza del trabajo, liberando a los trabajadores para que puedan dedicarse a nuevas actividades en las que desarrollen todo su potencial", añade el experto del banco catalán.
Es una manera optimista de ver un futuro con menos cotizantes, más jubilados y más robots. También los hay pesimistas. Por ejemplo, el famoso economista francés Thomas Piketty ve una relación directa entre la acumulación de capital que acompaña a la automatización y el aumento de la desigualdad. ¿Deberían pagar los robots impuestos a Hacienda y cotizaciones a la Seguridad Social? Empresarios que acostumbran a adelantarse al futuro, como Bill Gates, lo defienden. Pero esa es otra historia.
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