El día que no abunden las corbatas en los salones del Ritz, este país será realmente paritario. No hace falta bucear en la EPA para comprobar que España apenas ha avanzado en materia de igualdad laboral, que es un asunto prioritario para la mayoría de las mujeres y para un porcentaje creciente de los hombres, salvo para Rajoy. Basta con asomarse cualquier mañana al Ritz de Madrid, o al Palace de Barcelona, o a cualquier hotel de lujo donde se celebren desayunos para gente VIP.
Ahí se entremezclan a diario ministros, secretarios de Estado, empresarios y altos directivos con más o menos proyección y parecidas ambiciones. Siempre hay un ponente notable que habla y una audiencia que escucha al principio, que intercambia tarjetas de visita tras el café y que pone la oreja en los corrillos del final. Ellos son la gente influyente, la que parte el bacalao en la política, la que controla el destino de las finanzas. Y casi todos llevan corbata.
La panorámica de encorbatados en los salones del Ritz es un botón de muestra con nulo valor científico pero enorme carga simbólica
La panorámica de encorbatados en los salones del Ritz es un botón de muestra con nulo valor científico pero enorme carga simbólica. Viene a demostrar que en España siguen mandando los hombres, que quienes toman las decisiones realmente importantes, las que calan de arriba abajo en la sociedad, casi nunca son mujeres.
Por ser de sobra conocida, esta anomalía no debe dejar de sorprender. Por eso es tan bochornoso que el presidente del Gobierno conteste con un "no nos metamos en esto" cuando un periodista (Carlos Alsina) le pregunta si las mujeres y los hombres deberían ganar lo mismo.
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Por una mera cuestión de estadística, si el reparto de oportunidades no estuviera acotado por los odiosos techos de cristal, debería haber más mujeres que hombres –o al menos, las mismas- en los puestos de mando del país: en los partidos políticos, en las empresas, en los sindicatos, en las patronales, en las administraciones. Por varias razones, sustentadas –esta vez sí- en datos tangibles, no en alegorías.
En España hay 23,7 millones de mujeres y 22,8 millones de hombres, según el último balance del INE. Sin embargo, hay muchos más españoles que españolas con trabajo. Lo dicen las cifras de la última EPA, publicada este jueves. En el mercado laboral conviven 10,3 millones de ocupados con 8,6 millones de trabajadoras.
Sólo un hombre por cada 48 mujeres asume la baja que el Estado concede a las madres
También hay muchas más españolas preparadas, en teoría, para ocupar puestos de responsabilidad. El 48% de las mujeres con trabajo tienen estudios superiores, o sea, una de cada dos. Ese porcentaje cae diez puntos en el caso de los trabajadores, hasta el 38%. ¿Esa ventaja aporta algo a la población femenina? Que contesten de nuevo las cifras. Según la EPA, al concluir 2017 había más paradas que parados: 1,9 millones frente a 1,8 millones. Un dato más: hay muchas más mujeres que hombres con estudios superiores y sin empleo, 508.000 frente a 343.000.
La brecha de género que asoma en las estructuras más altas de la sociedad es una consecuencia directa de lo que sucede en la base. En los consejos de administración, en los comités de dirección, en las cúpulas de los partidos, hay muchos más hombres que mujeres. En las casas, haciendo tareas domésticas, hay muchísimas más mujeres que hombres. De nuevo según el INE, 3,3 millones de españolas forman parte de la población "inactiva" y se dedican a las "labores del hogar". ¿Cuántos españoles hacen lo mismo en sus casas? 358.000. Es decir, hay nueve mujeres por cada hombre que se ocupa del hogar.
El desequilibrio es idéntico en la responsabilidad del cuidado de los hijos. Esta vez, habla el registro de la Seguridad Social. Entre enero y septiembre de 2017 (últimos datos disponibles), solicitaron la baja por maternidad 210.346 ciudadanos. 206.037 eran mujeres y 4.309, hombres. O sea, que sólo un hombre por cada 48 mujeres asume la baja que el Estado concede a las madres.
Esta vez el dato es real pero a la vez simbólico. La proporción 1/48 refleja lo poco que los padres se implican en el cuidado de los recién nacidos. Esa tendencia se repite durante los primeros años de vida del niño y conduce a muchos miles de mujeres a engrosar la lista de inactivas del INE. También obliga a renunciar a retos profesionales o a un ascenso en la escala de responsabilidades de la empresa.
La brecha de género que asoma en las estructuras más altas de la sociedad es una consecuencia directa de lo que sucede en la base
No es una suposición sino un hecho, justificado -otra vez- con cifras. Según un estudio elaborado por el IESE y la consultora Atrevia, hubo que esperar hasta 2016 para que las 35 empresas del Ibex tuvieran al menos una mujer en sus consejos de administración. Ese hito se desvaneció en febrero de 2017, cuando Cellnex prescindió de su única consejera. El año pasado, las mayores empresas cotizadas incorporaron mujeres a sus máximos órganos de dirección al menor ritmo en una década.
En total, hay 92, un 20% del total. De nuevo las proporciones: hay una consejera por cada cinco consejeros activos en las compañías del Ibex. El dato revela el enorme desequilibrio vigente en las cúpulas del poder empresarial. También explica la abundancia de corbatas en los salones del Ritz.
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