El temor se agiganta en los mercados financieros. Lo que había comenzado como un año de júbilo sobre los parqués internacionales ha tornado en un escenario de inquietud en apenas unos días. Entre los inversores apenas queda rastro del optimismo generado por la reforma fiscal aprobada por el presidente estadounidense Donald Trump.
Unas tensiones que ya han evaporado más de cuatro billones de dólares de capitalización de las bolsas mundiales en apenas seis sesiones y que este lunes se han traducido en el mayor descalabro de Wall Street en los últimos siete años. El Dow Jones se dejó un 4,62% y el S&P 500 sufrió un retroceso del 4,1%, con lo que alargan su caídas en las últimas seis sesiones con recortes en el entorno del 8%.
Ambos índices liquidaron así, de un plumazo, las ganancias acumuladas en las primeras semanas de 2018 y se arrastraron a sus niveles más bajos desde principios del pasado diciembre. Pocos valores escaparon al revés y gigantes del mercado como Wells Fargo, Boeing, Exxon Mobil, 3M o Home Depot registraron pérdidas que superaron el 5,5%.
Habría que remontarse al verano de 2011 para encontrar un hundimiento de similar magnitud. Entonces, Europa se debatía al borde del abismo, asolada por la crisis del euro; el temor a un colapso de la economía china sobrevolaba los mercados; y en torno a Estados Unidos se extendía el miedo a una recaída en recesión, que provocó que la mayor economía del mundo sufriera una histórica rebaja de rating por parte de S&P.
El Dow Jones y el S&P 500 acumulan pérdidas en el entorno del 8% en sólo seis sesiones
Hoy, el escenario es completamente distinto. La economía de Estados Unidos, en paralelo a la economía global, muestra una solidez envidiable, que justifica desde hace meses continuas mejoras de las previsiones. Y ese es, paradójicamente, el problema al que se enfrentan los inversores.
En el mercado se ha extendido la sensación de que el fuerte crecimiento económico y la solidez del mercado laboral, que ya se empieza a plasmar en una mejora de los salarios, conducirán más pronto que tarde a un repunte de la inflación que obligará a la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) a acelerar su estrategia de subida de tipos de interés.
Precisamente, la Fed estrenaba este lunes un nuevo presidente en la figura de Jerome Powell. De éste se espera que siga una política similar a la ejecutada por su antecesora Janet Yellen, que durante su mandato ha dirigido el inicio de la normalización de la política monetaria, tras años de estímulos extraordinarios para combatir los efectos de la crisis financiera que estalló hace ya una década.
Sin embargo, la debilidad de la inflación, que permitió a Yellen llevar a cabo esta tarea con notable cautela, podría tornar en breve en un repunte más sostenido de los precios que dificulte la labor de Powell.
Esta preocupación ya se ha dejado notar desde hace semanas en los mercados de deuda, donde los intereses de los bonos estadounidenses o alemanes han repuntado a máximos en más de tres años, y se ha traslado en las últimas sesiones a la bolsa. Y no sólo a Wall Street, las grandes plazas europeas y asiáticas se han visto igualmente arrastradas por el nerviosismo, liquidando en la mayoría de los casos sus rentas anuales. El índice Ftse All World, que engloba las bolsas mundiales, ha retrocedido más de un 6% en sólo seis sesiones.
Son muchos los expertos que ven en esto poco más que un pretexto del mercado para hacer caja. Las bolsas mundiales acumulan, de media, ganancias superiores al 50% en los últimos dos años, mostrando una sorprendente resistencia a episodios de tensión como el Brexit, la victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos o el fin de los estímulos monetarios en Estados Unidos.
Pese al positivo entorno económico, hay riesgo de que la corrección se retroalimente, agudizando las caídas
La clave de esa fortaleza ha sido la progresiva mejora de las condiciones económicas a nivel global. Y ese factor, lejos de desaparecer, se ha reforzado en los últimos tiempos. Por eso, son muchos los que opinan que las caídas recientes representan una buena oportunidad para subirse al mercado a precios más asequibles.
Sin embargo, también hay razones para ser cautelosos. Como observan en Link Securities, un escenario de inflación al alza que ponga en apuros a los bancos centrales internacionales no es descartable, aunque no sea la situación más previsible. Y, sobre todo, en un entorno de elevado optimismo como el que reinaba hasta hace escasos días, en el que casi todos los actores del mercado mostraban una incuestionable confianza en el potencial de las bolsas, existe el riesgo de que la salida a la desesperada de los inversores más asustadizos no encuentre el relevo de otros inversores que se mantuviera fuera de mercado. En ese escenario, la corrección podría retroalimentarse, agravando el castigo.
Quiénes sean mayoría en una u otra posición determinará dónde puede tener fin el tropiezo actual del mercado, lo que dependerá igualmente de la evolución de los datos de inflación y la capacidad de los bancos centrales para mantenerlos bajo control sin grandes aspavientos.
De momento, los expertos siguen inclinándose por la idea de que la calma se acabará imponiendo y que en un escenario como el actual las bolsas no tardarán en retomar el rumbo de las alzas. Pero las últimas semanas han servido para recordar una verdad inmutable de las bolsas: que las ganancias sin riesgo no existen y que los mercados a priori más propicios no están libres de sobresaltos.
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