En el corazón del estado alemán de Hesse se encuentra la ciudad de Fráncfort. Totalmente renovada tras la Segunda Guerra Mundial, la ciudad no suele ser resaltada por sus atractivos turísticos ni por poseer una oferta de ocio excesivamente dinámica. Pero se trata de la capital financiera de Europa y hacia ella parecen dirigirse los pasos del actual ministro de Economía español, a partir del próximo mes de junio.
Este lunes se ha conocido que Luis de Guindos será el candidato propuesto por el Eurogrupo para ocupar la vicepresidencia del BCE, que tiene en Fráncfort su imponente sede de 185 metros de altura, en la que se definen todos los pormenores de la política monetaria europea. La renuncia de la candidatura del gobernador del Banco de Irlanda, Philip Lane, deja al ministro español como único aspirante a ocupar la vacante que dejará libre el próximo 1 de junio el portugués Vítor Constancio.
Aunque para que el nombramiento sea definitivo aún quedan pendientes algunos pasos, lo cierto es que pocas cosas pueden hacer ya que Guindos no pase a ocupar durante los próximos ocho años un puesto en el Comité Ejecutivo del BCE, dejando, por lo tanto, sus responsabilidades en el Gobierno español.
Prescindir del que ha sido el responsable de las políticas económicas, la gran baza del Gobierno, durante los últimos seis años, muestra a las claras que el Ejecutivo que preside Mariano Rajoy ha apostado con fuerza por hacerse con un sillón en el Comité Ejecutivo del BCE.
Seis años después de la salida de José Manuel González Páramo, España tiene a su alcance recuperar su presencia en el máximo órgano de decisión del banco central. Y el Gobierno ha empeñado en este objetivo buena parte de su crédito político, porque considera que Europa tiene una deuda con el país que sólo puede saldarse con este nombramiento.
España carece de puestos de alta representación en las instituciones europeas e internacionales
Porque la que es la cuarta mayor economía de la eurozona carece desde hace años de representación entre las altas esferas del poder comunitario. Miguel Ángel Arias Cañete, comisario europeo de Acción y Energía, es prácticamente el único cargo de mando en Bruselas que habla con acento español. Pero el modesto perfil de este puesto contrasta con el protagonismo que no hace mucho tiempo atesoró España en las instituciones europeas a través de figuras como Joaquín Almunia, Javier Solana o el propio Páramo.
Países mucho más pequeños que España, como Luxemburgo o Portugal, cuentan actualmente con un peso muy superior en los puestos de mando de la Unión Europea.
El declive del poder español en Bruselas ha ido en paralelo a la pérdida de representación en otros organismos internacionales. Lejos quedan los tiempos en el que tres españoles, Rodrigo Rato, José Viñals y Jaime Caruana, llegaron a ocupar puestos de primera relevancia en algunas de las grandes instituciones financieras supranacionales, como son el FMI y el Banco de Pagos Internacionales.
Así, la opción de acceder al Comité Ejecutivo del BCE representaba para el Gobierno español una opción ante la que no era posible fallar. Y es que el equipo de Rajoy ya acumula en su bagaje demasiados nones en Europa como cuando, en 2012, Antonio Sáinz de Vicuña, su candidato para suplir a González-Páramo en el banco central, fue rechazado o, más recientemente, cuando el propio Guindos se lanzó infructuosamente a por la presidencia del Eurogrupo en 2014.
Y, precisamente, ese puesto al frente del órgano que engloba a los ministros de Economía y Finanzas europeos, volvió a ponerse al alcance de España, hace poco más de un mes, con más opciones que nunca antes. Pero por entonces ya parecía claro que las expectativas de Guindos apuntaban hacia Alemania como su próxima meta.
El poder del BCE
En Fráncfort, Guindos pasaría a convertirse en uno de los hombres con mayor peso en el diseño de las políticas que marcan, en gran medida, el rumbo de la economía europea. El Banco Central Europeo (BCE) ha sido una pieza fundamental en la salida de Europa de la profunda crisis que ha zarandeado la región en los últimos años, poniendo en cuestión incluso su supervivencia. Sus políticas de estímulo, que han comprendido la rebaja de los tipos de interés a mínimos históricos y la inyección de más de 2,3 billones de euros en el sistema, han sido vitales en reactivar actividad económica de la eurozona.
Y su papel futuro se antoja tan o más importante, con la misión de dirigir la retirada de esos estímulos con la cautela precisa para no provocar un colapso del crecimiento económico, pero a tiempo de evitar la formación de burbujas en los mercados de la región.
Son esas tareas a las que deberá encomendarse Guindos cuando el próximo junio asuma el puesto de vicepresidente del BCE. Como número dos de la institución que preside Mario Draghi, el actual ministro español pasará a formar parte del reducido grupo de miembros que conforman el Comité Ejecutivo de la institución.
Este órgano, que tiene entre sus responsabilidades la puesta en práctica de la política monetaria europea, está compuesto por seis miembros. Además de Draghi y del actual vicepresidente, el portugués Vítor Constancio, forman parte de él el francés Benoit Coeuré, la alemana Sabine Lautenschläger, el luxemburgués Yves Mersch y el belga de origen alemán Peter Praet, que ocupa la responsabilidad de economista jefe del banco central.
Cada uno de los miembros del BCE tiene reservadas unas funciones específicas. Aunque éstas podrían redistribuirse con la llegada de un nuevo vicepresidente, sería bastante probable que el nuevo miembro herede, al menos provisionalmente, las tareas que dejará libres Constancio. Entre ellas se cuentan las funciones de análisis y de desarrollo de las políticas macroprudenciales (las que tratan de prevenir riesgos en el sistema financiero) y de estabilidad financiera.
En el BCE, Guindos tendría un papel clave en el diseño de las políticas de retirada de los estímulos económicos
Quienes más conocen a Guindos se muestran convencidos de sus aptitudes para desempeñar este cargo, a pesar de su nula experiencia en política monetaria. Más dudas suscita cómo encajará con su carácter un trabajo tan técnico y de perfil bajo. No pocos resaltan el papel de acompañante que suele protagonizar el vicepresidente Constancio en las comparecencias oficiales de Draghi tras las reuniones del Consejo de Gobierno. "Me cuesta ver a Guindos en ese rol", señala una persona que ha trabajado de cerca con el ministro.
Pero no es ésta la cuestión que más reparos genera sobre su candidatura. Las voces más críticas inciden, en mayor medida, en su perfil político, que contrasta con la independencia de la que hace gala el BCE. Esta independencia ha sido puesta en valor en los últimos años, cuando el Comité Ejecutivo del banco central ha puesto en marcha, para combatir la crisis, medidas que resultaban muy controvertidas en países como Alemania, Holanda o Finlandia, y que han llegado a recibir seria críticas por parte de sus gobiernos nacionales.
Guindos no se amilana ante estas objeciones y replica que "lo importante es defender la independencia del BCE. Yo siempre lo he hecho como ministro". Además, el ministro ha recalcado que su experiencia política puede resultar muy útil para el banco central, enriqueciendo los perfiles que conforman el máximo órgano de gobierno de la institución.
Pero si se trata de poner en marcha políticas económicas sin atender a intereses particulares, ¿qué beneficio obtiene España de contar con la vicepresidencia del BCE? "Se trata de un puesto de enorme prestigio en Europa, tanto para el que lo consigue como para el país que representa", justifica un profesional con una dilatada experiencia en el sector financiero nacional e internacional.
Además, no cabe duda de que, pese a su voluntad de independencia, cada miembro del banco central aporta unas sensibilidades que, en mayor o menor medida, están condicionadas por su lugar de origen. Así, son muchos los analistas que creen que los estímulos puestos en marcha por el italiano Mario Draghi, y que han sido especialmente beneficiosos para los países de la periferia europea, no hubiesen sido posibles con un presidente proveniente del centro o el norte de Europa, donde estas políticas han sido recibidas con mayores recelos.
Y por eso mismo son muchos los que temen que el actual presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, pueda hacerse con el mando del BCE cuando Draghi abandone el cargo, a finales de octubre del próximo año. El que ha sido una de las voces más críticas con las políticas de estímulo podría encontrarse al frente de la delicada tarea de desmontarlas.
Pero quizás, para entonces, tenga como número dos a un Guindos que, a buen seguro, tratará de dejar su impronta en las nuevas políticas del BCE.
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