Es por todos sabido que la Bolsa puede subir… al igual que puede bajar. Por todos… ¿menos quizá por el presidente estadounidense Donald Trump? Eso insinuaba en un reciente editorial el New York Times, que ponía en duda la capacidad del magnate reconvertido a político de enfrentarse a una crisis financiera real, si ésta ocurriera.
Una duda preocupante para los medios poco afines al presidente, más si cabe teniendo en cuenta que nos encontramos ante un líder catalogado por sí mismo como “presidente económico”, que se autofelicita por la situación financiera de los mercados durante su mandato –a pesar de enmarcarse en una tendencia mundial- y que, por el momento, no ha aparecido para comentar la mayor caída del índice Dow Jones desde 2011, ocurrida el lunes. Según sus detractores, cuando la Bolsa sube, Trump saca pecho. Cuando baja, no lo comenta o, como sugiere el New York Times, busca la opción de achacarlo a alguna conspiración contra su persona.
Lo cierto es que el lunes Wall Street vivió una jornada de fuertes pérdidas. En el momento más crítico, el índice de industriales perdía más de 1.400 puntos. Al final cedió cerca de 1.200, la mayor caída diaria en puntos absolutos de su historia, borrando de golpe todas las ganancias acumuladas del año. Pero esto sería meramente anecdótico si no fuera porque Trump justificó sus recortes de impuestos precisamente por la bonanza económica –en parte heredada- y por un panorama de cifras en verde en los mercados. De ahí el ataque del diario neoyorkino.
No parece que la economía vaya a jugarle una mala pasada a Trump. Pero, ¿y si hubiera una crisis de verdad?
A pesar de las reticencias de los demócratas y de no pocos republicanos, es ese mismo argumento de bonanza el que invita al presidente a perseguir un aumento del gasto militar (curiosamente acaba de anunciar al Pentágono que quiere hacer un megadesfile, algo que no ocurre desde 1991). De aprobarse dicho gasto extra, según los demócratas, empeoraría la balanza de gastos e ingresos del Gobierno, instando al Tesoro a endeudarse más en un país cercano al pleno empleo y por tanto generando inflación, lo cual derivaría en una política monetaria más férrea, que ralentizaría la economía. Es decir, que la idea de Trump de apoyar sus medidas en la bonanza económica acabaría ralentizando la misma.
De momento, y a pesar del susto puntual de esta semana, no parece que la economía vaya a jugarle una mala pasada a Trump. Los mercados financieros no están en crisis. La bolsa sigue cerca de sus máximos históricos y la economía estadounidense continúa creando empleo y haciendo crecer los salarios. Pero, ¿y si hubiera una crisis de verdad? Mucho me temo que la pregunta del New York Times no tendrá respuesta. Al menos, no en este primer mandato. Eso sí, si hubiera un segundo…
Miguel Angel Rodríguez Caveda es periodista y presidente para EMEA de la Agencia de Comunicación 3AW
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