El Boletín Oficial del Estado (BOE) publicaba el 11 de febrero de 2012 el Real Decreto Real-Ley 3/2012 de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral. La conocida desde entonces como reforma laboral, sin muchos más apelativos. El Gobierno de Mariano Rajoy había tomado los mandos del país menos de dos meses antes tras el adelanto de las elecciones generales al que se precipitó el anterior Jefe del Ejecutivo José Luis Rodríguez Zapatero, después de lidiar sin demasiado éxito contra la cabalgante crisis económica desde cinco años antes. El objetivo de la reforma era, por tanto, sacar a España de su mayor depresión laboral de la historia reciente y prepararla para volver a crear empleo con menores tasas de crecimiento que en el pasado.
Ahora, seis años más tarde, después de la aprobación de dicho decreto, España se encuentra en una situación muy diferente. El país vuelve a crecer a tasas superiores al 3%, acaricia el momento en el que dejará de estar tutelado por Bruselas por el exceso de déficit público, y ve desde hace unos años cómo las cifras de empleo crecen y las de paro se reducen, pero con una nota a pie de página: la reforma laboral arrojaba muchas dudas sobre qué tipo de empleo podría crearse al salir del túnel y esas dudas hoy son un debate sobre los hechos.
España vuelve a crecer a tasas superiores al 3% y acaricia el momento en el que dejará de estar tutelado por Bruselas por el exceso de déficit público
El Gobierno se defiende cada día de las críticas que apuntan a que, pese a que el desempleo se ha reducido de manera acusada desde la aprobación de la reforma laboral (se tramitó posteriormente como proyecto de Ley), el empleo resultante es de mala calidad. El propio Ejecutivo llama desde hace un año a subir salarios y prepara un plan con diversos frentes para reducir la temporalidad y estabilizar el empleo que se está creando. Incluso abrió el pasado año una mesa de diálogo con patronal y sindicatos sobre la calidad en el empleo.
Este domingo se cumplen seis años de la publicación del Real Decreto que dio el pistoletazo de salida a la polémica reforma –se ganó incluso una huelga general—y es un buen momento para hacer balance de cómo ha evolucionado el mercado laboral desde entonces.
Se trata de un ejercicio en el que lo importante quizás sea conocer cuál ha sido ese devenir y el efecto de algunas novedades que se introdujeron a raíz de la reforma, como el contrato de apoyo a emprendedores, más que realizar una comparación de la foto fija de 2012 y la existente en 2017. Y es que, entre medias, se ha producido una evolución económica que, por sí misma, también ha contribuido a modelar el mercado laboral, con independencia del efecto de los cambios legislativos, que tras la reforma laboral se han seguido sucediendo.
La tasa de paro acabó por ceder
Una evidencia es que poco después de la aprobación de la reforma laboral la tasa de paro empezó a contenerse y cedió a partir del año 2014, año en el que comenzó a consolidarse la recuperación económica.
Según los defensores de la reforma, esto se debió a que, pese a que ésta abrió el abanico de opciones para justificar los despidos por causas económicas y redujo la indemnización por despido improcedente de 45 a 33 días por año, también introdujo medidas de flexibilidad interna (descuelgues de los convenios para, por ejemplo, reducir salarios o jornadas) en las empresas que habrían permitido en muchos casos frenar posibles despidos a cambio de un cierto deterioro de las condiciones laborales.
Lo cierto es que la reforma heredó una tasa de paro del 22,5%, que escaló ese mismo año 2012, pero que se empezó a atemperar al año siguiente y que a día de hoy es del 16,5%, en niveles inferiores a los de 2009. Mientras tanto la economía ha vuelto a coger velocidad de crucero e incluso desde el Gobierno aseguran que una norma, por sí sola, no puede crear empleo.
Número de parados
Además, no hay que olvidar que la tasa de paro es una proporción entre el número de desempleados y el de población dispuesta a trabajar, esto es, de activos. Estos últimos han descendido desde el año 2012, lo que hace pensar que el ritmo de reducción de los desempleados ha sido superior y que ello ha desembocado en una reducción en los últimos años de la tasa de paro.
Pero existen otras lecturas. ¿Cuántos parados había entonces, cuando la situación de urgencia justificaba una reforma laboral de calado, y cuántos hay ahora? ¿Cae el paro porque se reduce la población activa? ¿la reducción ha sido acorde con el repunte de la economía? ¿la reforma ha servido para estimular la creación de empleo? Son preguntas difíciles de responder, pero existe una certeza: mientras España ha vuelto a los niveles de renta (en términos de PIB) previos a la crisis, el empleo, que históricamente va por detrás del producto interior bruto, aún no lo ha hecho.
En el cuarto trimestre de 2012, la Encuesta de Población Activa (EPA) reflejaba 5,2 millones de desempleados, cifra que se ha reducido en el mismo periodo de 2017 a 3,7 millones, aún en niveles superiores a los de antes de la crisis. Si se atiende a los datos de paro efectivamente registrado en las oficinas de empleo (la EPA es una encuesta), el resultado es que la cifra ha pasado de los 4,5 millones de personas en enero de 2012 a 3,4 millones en el mismo periodo de 2017.
Parados de larga duración
El problema es que la capacidad de la economía para absorber más desempleados se agota poco a poco. Y es que, aunque la economía ha cambiado la locomotora del 'ladrillo' por la de los servicios a golpe de turismo, lo que hace que el empleo que se genere siga siendo en muchos casos de no excesiva cualificación, en estos años se ha generado una burbuja de desempleados de larga duración para los que existen pocas soluciones dado que sus perfiles ya no encajan o están poco cualificados. Esa es a día de hoy la gran crisis del empleo.
La reforma laboral introducía una apuesta por la orientación personalizada de los desempleados, por la formación profesional, ampliaba los derechos de los trabajadores a recibir formación e incluso obligaba a las empresas que plantearan expedientes de regulación que afectaran a más de 100 trabajadores a ofrecerles planes de recolocación que incluyeran medidas de reciclaje.
Sin embargo, eso no ha impedido que a día de hoy haya casi 1,9 millones de parados que llevan uno o más años buscando empleo, frente a los 1,6 millones de finales de 2011.
Creciente peso del contrato de apoyo a emprendedores
De otro lado, uno de los puntos fuertes de ese ímpetu por la formación recayó también en los más jóvenes, a través de una reforma del contrato de formación y aprendizaje que elevaba la edad para poder acogerse a este contrato de los 25 a los 30 años, mientras la tasa de paro superase el 15%. Además, este contrato iba aparejado de una reducción de las cuotas empresariales al 100% para empresas de menos de 250 trabajadores y del 75% para empresas de más de 250 trabajadores.
Por si fuera poco, la reforma laboral introdujo un nuevo contrato, el de apoyo a emprendedores, para promover la integración laboral de los jóvenes, que desde el inicio se cataloga como indefinido, pese a que cuenta con un periodo de prueba que, de no superarse, supone el fin de la relación laboral sin indemnización alguna.
Según estudios de CCOO, en 2012 se suscribieron 77.280 de estos contratos, el 5,4% de todos los indefinidos, mientras que en 2017 han sido 246.835, un 12,8%. No obstante, el sindicato sostiene que el 60% de estos contratos nunca llegan a superar el año.
Por otra parte, tras estos cambios, el recurso a la contratación bajo la modalidad de formación y aprendizaje ha repuntado desde 2012, aunque se mantiene en cifras inferiores a los años previos a la crisis, lo que, una vez más, se puede ver como una evolución del empleo en sí mismo.
Ahora bien, la EPA muestra que, por un lado la tasa de paro de los jóvenes entre 19 y 24 años era en el cuarto trimestre de 2017 del 34%, cuando a finales de 2011 alcanzaba el 44%. Sin embargo, aunque actualmente hay unos 300.000 ocupados menos con esa edad, la tasa de temporalidad es hoy del 70%, frente el 58,6% del cuarto trimestre de 2011.
Número de ocupados
Estas cifras dejan la puerta abierta al análisis de lo que ha ocurrido con la ocupación y con la temporalidad, ese caballo de batalla con el que estaba llamada a acabar la reforma laboral.
En todo caso, no todo el desempleo que se reduce se traduce en creación de empleo. Aún así, los niveles de empleo actuales son muy superiores a los que existían al inicio de 2012. Entonces había 18,1 millones de personas con un empleo y en el cuarto trimestre de 2011 eran 18,9 millones. Sin embargo, esta cifra aún dista de los 20 millones que para el Gobierno marcan la salida de la crisis y que se esperan en 2019.
Aumenta la temporalidad
Además, la tasa de empleo temporal marcó su mínimo durante la crisis en 2012, con un 21,9% (entre otras cosas porque son los empleos temporales los primeros en caer en las purgas de empleo dentro de las empresas) y ha repuntado hasta el 26,7% en el cuarto trimestre de 2017, su nivel más alto desde 2008. Y es que, según CCOO, desde 2012, prácticamente dos de cada tres empleos creados han sido a tiempo parcial.
El trabajo a tiempo parcial
Por otro lado, la reforma laboral introducía una novedad en relación a los contratos a tiempo parcial, y es que daba entrada a la posibilidad de realizar horas extraordinarias bajo esta modalidad. El empleo a tiempo parcial cayó ligeramente en 2009, pero repuntó hasta el 16% del total en 2014, para descender por debajo del 15% en 2017. Aún así, ha ido ganando terreno dentro de las modalidades de contrato indefinido.
Pero el principal problema es que, mientras que el Gobierno plantea desde 2012 que esta modalidad es una solución para muchas situaciones personales, lo cierto es que más de la mitad de los contratos a tiempo parcial no son voluntarios por parte del trabajador, es decir, que se cogen este tipo de trabajos a falta de uno mejor.
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