El censo de becarios que hay dispersos por las empresas y las administraciones públicas es uno de los datos más difíciles de conocer dentro de la realidad económica y laboral de España. Porque no existe una definición única de lo que se entiende por la figura del becario y también porque la legión de personas en situaciones asimilables no cuenta en muchos casos con un contrato, un acuerdo de referencia o unos ingresos que permitan su seguimiento.
Sin embargo, en una amplia labor de prospección, el sindicato CCOO elaboró en 2015 una guía en la que tipificaba las distintas modalidades de prácticas para facilitar a sus representantes la tarea a la hora de reconocer esta realidad en los centros de trabajo y luchar por los derechos de lo que podría entenderse como becarios.
Esta guía es uno de los documentos más aproximados de esta realidad. Tanto es así que incluso la patronal CEOE la cita como referencia al hablar de estas cuestiones.
Pasados casi cuatro años, el sindicato CCOO ha actualizado el documento y le ha puesto cifras con la información dispersa, pero disponible, en 2017. El balance, a falta de un dato oficial que los desmienta, revela que en España hay 1,4 millones de personas en prácticas sin ningún tipo relación contractual conocida, el equivalente a uno por cada 15 trabajadores en plantilla si te toma como referencia el número de ocupados que había en España al cierre del pasado año, de acuerdo con la Encuesta de Población Activa (EPA).
En cambio, solo 193.196 personas cuentan con algún tipo de contrato formativo y de aprendizaje, según CCOO. Sumando todas las categorías, el resultado superaría los 1,5 millones de personas. Además, el sindicato indica que también faltaría por contabilizar a aquellas personas que acaban engrosando la plantilla de becarios de empresas e instituciones a partir de anuncios publicados por éstos.
Entre las fuentes de información de las que CCOO ha extraído los datos se encuentran la Tesorería General de la Seguridad Social, informes del Ministerio de Educación o las series estadísticas del Servicio Público de Empleo (SEPE).
Una maraña normativa
Dentro del esquema de las modalidades de prácticas, el sindicato diferencia entre las no laborales, en las que no hay contrato ni salario, aunque puede haber, en algún caso, beca o ayuda; y las prácticas laborales, que se realizan con un contrato de trabajo bajo determinadas condiciones y en las que el salario es generalmente inferior al que se obtendría con un contrato laboral al uso.
En el esquema se dibuja además la formación dual entre ambos extremos, puesto que, según el sindicato, bajo esta denominación se incluyen prácticas no laborales y laborales. A su vez, estos grandes bloques entrañan subdivisiones, que incluyen desde las prácticas que se desarrollan una vez finalizada la formación hasta diferentes iniciativas de inserción.
El balance que publica el sindicato (ni con esta labor de inmersión ha obtenido resultados cuantificables en determinadas modalidades) muestra que la mayor parte de los becarios se concentra en las prácticas académicas externas en los estudios universitarios. Hasta un millón de personas se encuadran esta fórmula.
Más de un millón de becarios, en las prácticas externas durante la universidad
Para el resto de las modalidades, las cifras descienden drásticamente. Así, se contabilizan 281.735 estudiantes de formación profesional que desarrollan tareas en centros de trabajo y otras 62.983 personas se encuadrarían en las modalidades de prácticas no laborales en la formación para el empleo y en módulos de prácticas de los certificados de profesionalidad.
Se trata en estos casos de parados que participan en una acción formativa del sistema de formación para el empleo y de alumnado que cursa esos estudios de certificados de profesionalidad.
Además, CCOO ha identificado 5.397 personas tituladas, desempleadas o inscritas en los servicios públicos de empleo realizando prácticas no laborables. Por último, el sindicato también cuantifica 12.411 jóvenes inscritos en ciclos de formación dual y otros 41.426 que, dentro de las prácticas laborales, se encuentran en programas públicos de empleo y formación, como escuelas taller o casas de oficios.
La salida pasa por la visualización
Dentro de estas categorías y sin contar las cifras que se conocen de contratación dentro de las modalidades de prácticas, solo algunas estadísticas oficiales recogen una parte una mínima de los jóvenes empleados como becarios.
Debido a que desde 2011 se reconoció el derecho a cotizar por el tiempo empleado en programas de formación vinculados a estudios universitarios o de formación profesional, siempre que incluyesen prácticas remuneradas financiadas por cualquier entidad u organismo público, han aflorado 60.000 personas con beca.
Es por ello que desde CCOO se hace hincapié en la necesidad de dar más visibilidad a estas personas y se ha instado al Gobierno y también al Instituto Nacional de Estadística (INE) a elaborar un censo, esta vez oficial, de los becarios.
De hecho, el Gobierno incluyó la aprobación de un estatuto del becario dentro del plan de choque de empleo juvenil que estaba a punto de cerrar con sindicatos y patronal en diciembre, pero que ha quedado paralizado.
Mientras tanto, los sindicatos están logrando incluir avances en el reconocimiento de los derechos y en materia retributiva de los trabajadores en prácticas en el día a día de los convenios colectivos.
Por ejemplo, en el convenio interprovincial de Renault España 2017-2020 se reconoce la figura de los aprendices y contratados en prácticas y el VIII convenio colectivo nacional para las industrias de pastas alimenticias 2014-2016 recogía que la retribución de estos trabajadores sería el 90% y el 95% del salario fijado en convenio. Y como estos, el de transitarios de Madrid o el de las oficinas de farmacia.
Más allá, CCOO recomienda a sus representantes en las empresas y administraciones que pidan copia de los convenios y acuerdos que rigen las relaciones entre el empleador y las personas que realizan prácticas no laborales, o un listado de las personas que las están realizando.
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