Corría octubre de 2007 cuando Telefónica se convertía en la primera empresa española en superar los 100.000 millones de capitalización. La pujanza del negocio de la telefonía móvil y el desarrollo de Internet llevaban en volandas a una compañía que había dejado muy atrás los sinsabores registrados tras el estallido de la burbuja puntocom.
Hoy, algo más de una década después, aquel entusiasmo en torno al gigante español de las comunicaciones ha tornado en una especie de melancolía bursátil que no encuentra fin. La empresa que preside José María Álvarez-Pallete, languidece sobre el parqué en sus niveles más bajos de los últimos 15 años. Con un precio por acción de 7,48 euros, su capitalización se sitúa por debajo de los 39.000 millones de euros. Sólo en los últimos once meses ha visto esfumarse más de 14.500 millones de valoración.
De este modo, hasta tres empresas del Ibex le superan ya por tamaño en bolsa e Iberdrola también amenaza con rebasarla pro primera vez en la historia.
Tras superar en 2007 los 100.000 millones de capitalización, Telefónica ha visto menguar su valor a unos 39.000 millones
Para sus inversores, la debacle se suaviza si se tienen en cuenta los dividendos abonados por el grupo en los últimos tiempos. En ese caso, la cotización actual de Telefónica es mejor a la que registraba a finales de 2016. Pero ni aún así se libran de acumular pérdidas en torno al 40% en los últimos dos años y medio.
Todos estos datos son representativos del enorme lastre que ha supuesto y sigue suponiendo para la cotización de Telefónica la elevada deuda que acumula la operadora en su balance. La compañía que dirige Álvarez-Pallete ha puesto en los últimos años en el centro de su estrategia la reducción de sus pasivos. Y aunque, desde el cierre de 2015, ha logrado recortar su deuda neta en más de 2.700 millones de euros, el mercado sigue considerando esta evolución demasiado lenta, para una compañía que acumula aún más de 47.200 millones de deuda.
El fracaso de operaciones como la venta de su filial en Reino Unido, O2, o la salida a bolsa de su filial de redes Telxius -aunque posteriormente consiguió vender un 40% de la compañía a KKR- son algunos de los contratiempos que han ido dilatando el proceso y dificultando una reducción de la deuda a un ritmo mayor. La sensación de urgencia con la que el mercado interpretaba cada movimiento de desinversión de Telefónica lleva a los potenciales compradores a lanzar ofertas a la baja, lo que llevó a la dirección de la compañía, a finales de 2016, a recortar el dividendo, mientras retrasaba sus planes de venta, para no malvender sus activos.
Esto ha sido posible en los últimos años gracias a la ayuda del Banco Central Europeo (BCE), que, con sus compras de bonos y sus políticas de tipos de interés en mínimos, ha reducido los costes de la deuda de las grandes empresas europeas a cotas históricamente bajas. En ese contexto, Telefónica ha sido una de las empresas más activas de la región en los mercados de deuda, aprovechando la situación para cubrir vencimientos a costes muy bajos.
Pero en un momento en que el mercado empieza a vislumbrar el fin de los estímulos y, por ende, un progresivo repunte de las rentabilidades de la deuda, los resultados obtenidos hasta ahora se antojan escasos.
Momento difícil para el sector
Sobre todo porque Telefónica se mueve en un sector que se enfrenta a un escenario de ingresos contenidos, por la fuerte competencia, al mismo tiempo que se prepara para realizar millonarias inversiones para preparar las redes a los nuevos avances tecnológicos. "El sector en el que Telefónica desarrolla su actividad es muy cambiante y muy competitivo. De manera que tiene que estar cada poco tiempo cambiando su modelo de negocio y adaptándose a las nuevas tecnologías. Algo que no siempre es fácil, y menos para las compañías europeas", observa Felipe López-Gálvez, analista de Self Bank.
En esta tesitura, Luis Padrón, analista de Ahorro Corporación, considera que el mercado está temiendo nuevos problemas para el dividendo. Un riesgo que sobrevuela al conjunto del factor; si Telefónica acumula pérdidas próximas al 8% desde el inicio del año, sus principales competidores no le van a la zaga: Vodafone se deja más de un 14,5%; KPN y Deutsche Telekom registran caídas en torno al 12%; y Orange también ha visto esfumarse un 7% de su valor.
El sector de telecomunicaciones no es inmune al desafío que representan para su negocio las nuevas tecnologías, que cada vez ofrecen más alternativas a los servicios de comunicación tradicionales y también meten presión a actividades más novedosas como es la de la televisión de pago. En este sentido, Telefónica ultima con Netflix -una compañía que hoy por hoy le duplica en capitalización- un acuerdo para que las series de esta última puedan verse en Movistar+.
Con todo, la visión de los analistas no es, ni mucho menos, negativa para Telefónica. Más de la mitad de las firmas que cubre la compañía aconseja comprar sus títulos, mientras que sólo un 10% recomienda vender, según los datos de Bloomberg. El precio objetivo medio que le otorgan estas firmas es de 9,84 euros, lo que representa un potencial que supera el 30%.
Los analistas que cubren Telefónica le otorgan de media un potencial de subida superior al 30%
En opinión de Padrón, los temores sobre la deuda de la compañía están impidiendo al mercado valorar la mejora del negocio, con crecimientos soportados por sus mercados clave, como España y Brasil, unos márgenes muy sólidos, una elevada capacidad de generación de caja y una rentabilidad por dividendo atractiva.
El analista de Ahorro Corporación sostiene que los temores del mercado son excesivos, ya que la capacidad de la compañía para generar ingresos, tanto a nivel orgánico como con la venta de activos, es muy elevada y le otorga suficiente margen para seguir reduciendo deuda sin verse forzado a recortar sus dividendos.
Del mismo modo, Jefferies mejoraba recientemente su visión sobre la operadora, señalando que la coyuntura actual le facilitará mejorar sus ingresos en España, a través de las subidas de precios que viene implementando en los últimos tiempos.
Así, pues, argumentos, no parecen faltarle a Telefónica para enderezar su rumbo en bolsa. Pero antes necesita recobrar la confianza de un mercado que parece haber perdido, desde hace tiempo, la fe en la compañía.
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