Parece uno de esos fenómenos que a veces se ven venir en la macroeconomía de un país. Indicadores que parecen apuntar a una misma dirección. En este caso un sistema público de pensiones apuntalado y constantemente en entredicho; un Gobierno que aprueba cambios normativos para incentivar el ahorro privado ante el creciente consenso académico que recomienda ir por ese camino; cifras de deuda en manos de las familias que muestran el enorme esfuerzo de desapalancamiento hecho por los españoles durante la crisis; una reducción de las tasas de ahorro y cifras de compraventa de viviendas en niveles cercanos a los de 2008.
Y en medio de todo ello, la patronal de las aseguradoras Unespa constata que a cierre del año pasado, un total de 17.754 personas mayores de 65 años transformaron el dinero logrado con la venta de algún elemento patrimonial --viviendas, pero también acciones o fondos de inversión-- en una renta vitalicia, una fuente de ingresos garantizada durante toda su vida, complementaria la pensión pública. Esta cifra es un 110,5% superior a la de 2016, es decir, más del doble.
En términos absolutos no se trata de grandes cantidades si se compara con los productos de ahorro y seguro tradicionales, pero la progresión es espectacular. Desde Unespa se asegura sin lugar a dudas que “las rentas vitalicias aseguradas ganan terreno como sistema de previsión complementario”.
El Gobierno incentivó esta vía de ahorro en 2015
La patronal no cuenta con un desglose por el tipo de patrimonio enajenado para asegurarse una renta de por vida. Una pista podría darlo el hecho de que las personas que optaron por esta vía cuentan desde 2015 con un beneficio fiscal que el Gobierno de Mariano Rajoy introdujo precisamente para, como ahora, ir incentivando el ahorro privado.
La filosofía era clara. En España hay ahorro pero está, sobre todo, invertido en ‘ladrillo’, solo hay que hacerlo líquido ahora que el mercado de la vivienda empieza a funcionar. En la práctica, este beneficio es una exención en el IRPF por las ganancias patrimoniales obtenidas con la venta, por ejemplo, de una vivienda, para su reinversión en rentas vitalicias, con un top de 240.000 euros. Sin embargo, las estadísticas disponibles de la Agencia Tributaria tampoco permiten realizar el desglose por tipo de patrimonio liquidado.
Un producto aún no generalizado
Para poner en perspectiva la transformación de patrimonio en rentas vitalicias, decir que el volumen de ahorro gestionado por las aseguradoras dentro de estas rentas vitalicias es de 1.611 millones de euros. Estas rentas se enmarcan en las estadísticas de Unespa junto al resto de lo que se conoce como productos de seguros de ahorro jubilación. El conjunto de todos ellos suman 177.621,7 millones en ahorros (provisiones técnicas), procedentes de 9,5 millones de personas. Estas cifras reflejan una caída del 4,7% de los asegurados en 2017, pero un incremento del 3,4% del ahorro.
Comparando las cifras, se observa que los 17.754 asegurados mediante rentas vitalicias son una mínima parte del total, pero su ritmo de avance es muy superior al del resto de categorías. Solo le siguen, aunque de lejos, la contratación de seguros individuales de ahorro a largo plazo (SIALP). Un seguro con una rentabilidad exenta si se cubren ciertos requisitos, a los cinco años, y que se percibe en forma también de renta con una aportación máximo al año de 5.000 euros.
La apuesta de las aseguradoras
Con todo, la posibilidad de convertir patrimonio como las segundas viviendas en rentas vitalicias está en el centro del discurso de las aseguradoras conscientes de que el parque de vivienda existente es una bolsa de ahorro que potencialmente puede acabar, en buena parte, en sus arcas.
Este empuje se viene produciendo con insistencia desde 2015, cuando el Gobierno introdujo los beneficios fiscales. Unespa elaboró entonces una guía para entender la forma de beneficiarse de esta vía de ahorro. De acuerdo con el folleto, entre ellas están la posibilidad de, mediante el pago de lo obtenido por la venta del elemento patrimonial, obtener unos ingresos para toda la vida eligiendo la periodicidad, sin la necesidad de tener conocimientos financieros y sin pagar impuestos por los primeros 240.000 euros, siempre que la renta se contrate en los seis meses siguientes a la venta.
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