En el año 1816 Eliphabet Remington, miembro de una familia llegada de Inglaterra al por entonces Nuevo Mundo, andaba inquieto. Aficionado a las armas, se juntó con dos de sus hermanos y fabricaron un rifle de chispa, el clásico en el que había que tirar de pedernal para prender una mecha que disparara la pólvora y la bala.
No le debió salir mal, porque apenas treinta años después, ya convertidos en empresa, recibieron un pedido de 5.000 rifles Mississippi para armar a otros tantos miembros del ejército de Estados Unidos. Era el primer gran encargo que recibía Remington & Sons, que en la actualidad y tras muchos cambios de manos y nomenclaturas es conocida como Remington Arms.
Más de 202 años después Remington es el fabricante, no sólo de armas, que más tiempo lleva produciendo el mismo producto, además de una de las empresas que más años ha pasado sin interrupciones en su actividad.
A lo largo de más de dos siglos la empresa que fundara Eliphabet Remington ha pasado por todas las situaciones posibles, incluyendo los dos polos extremos. Sin embargo, nunca ha conocido momentos más complejos que los que atraviesa ahora mismo.
Remington se encuentra en situación de bancarrota técnica, y ha tenido que recurrir al paraguas de la legislación empresarial estadounidense para estructurar su deuda y contentar a unos acreedores que acechan con reclamaciones multimillonarias.
La legislación financiera, en cualquier caso, les va a permitir reducir hasta dejar en el entorno de los 900 millones de dólares, casi 725 millones de euros, la deuda que deberá afrontar en los próximos años, con unos plazos y condiciones que permitan a Remington levantarse y recuperar lo que fue otrora para la vasta industria armamentística estadounidense.
La llegada de Trump, un problema
Al contrario de lo que se pudiera suponer, la llegada de un presidente pro armas a la Casa Blanca no ha favorecido a las empresas armamentísticas. El republicano Donald Trump se posicionó desde el principio a favor del derecho de los ciudadanos a portar un arma, muy en contra de lo que decía su rival en esas presidenciales, Hillary Clinton, que se inclinaba por imponer un control más estricto.
Uno de los principales donantes de la campaña de Donald Trump fue la famosa Asociación Nacional del Rifle, donde su aglutinan los férreos defensores de las armas, que dedica cientos de millones anuales a impulsar a los políticos afines a los que luego pedir favores cuando sea necesario.
El hecho de que Trump sea pro armas da a los ciudadanos la percepción de que no existe riesgo alguno de que se establezca una regulación más dura, por lo que no las compran con la misma avidez. Y eso lo han notado las cuentas de los fabricantes.
Tampoco ayuda la evolución de la opinión pública sobre las armas. Según los estudios del Centro Nacional de Investigaciones de Opinión de la Universidad de Chicago, hay un arma en el 31% de los hogares estadounidenses, un descenso de 16 puntos porcentuales en tres décadas. Eso no ha impedido que en el año 2016 se fabricaran en Estados Unidos más de 11 millones de armas, según la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos.
Aunque todavía se calcule que existen armas en un tercio de las casas, lo cierto es que existe una gran concentración de las mismas. Según un informe de la Universidad de Harvard, el 3% de la población adulta de EEUU tiene en su posesión la mitad de las armas, con una media de hasta 17 por persona.
Año negro
El 2012 fue un año negro para Remington, el bache en el que se puede situar la tremenda crisis financiera que vive la compañía años después. El 14 de diciembre de ese mismo año Adam Lanza, un joven de 20 años, tiroteó y asesinó a 20 niños y seis adultos en la escuela de primaria Sandy Hook, en la localidad de Newtown, Connecticut, al este del país.
Lamza, que también asesinó a su propia madre y se suicidó tras la masacre, perpetró la terrible matanza con un rifle de asalto Bushmaster. La reputación de la compañía se desplomó, algo normal teniendo en cuenta que era el cuarto asesinato masivo más grande perpetrado por una sola persona y el más grave jamás ocurrido en una escuela de primaria o secundaria.
La propietaria de Remington, Cerberus Capital, intentó deshacerse del fabricante de armas apenas unos días después de que Lamza destrozara la vida de decenas de familias con sus asesinatos. Es posible que hubiera compañías interesadas en comprar Remington, pero seguro que ninguna tenía el más mínimo deseo de unir su nombre al de fabricante de armas apenas unos días después de que se produjera la matanza.
Cerberus Capital se hizo con Remington en el año 2007, cuando se comprometió a asumir la deuda de más de 1.000 millones de dólares, poco más de 800 millones de euros. El fondo con sede en Nueva York tiene en sus libros activos valorados en 30.000 millones de dólares, algo más de 24.000 millones de euros, por lo que tampoco debería ser un problema muy importante gestionar poco a poco la deuda generada por el fabricante de armas.
Seguro que a eso puede echar una mano el fundador de Cerberus, Steven Feinberg, un fiel seguidor de Donald Trump. El 3 de noviembre de 2016, sólo cinco días antes de las elecciones en las que terminaría por imponerse el magnate republicano, Feinberg hizo la mayor donación de su vida y puso a nombre de la asociación Reconstruir América Ahora (Rebuild America Now en inglés) un cheque por valor de un millón de dólares. Ese dinero lo usaron para financiar una campaña (más) de desprestigio contra Hillary Clinton.
Armas de película
Las creaciones de Remington han aparecido cientos de veces en el cine, todos las hemos visto aunque no hayamos reparados en ellas. Una pistola Reminton 1875 es la que llevaba Kevin Costner cuando interpretó a Wyatt Earp en la película homónima, o la que llevaba en la cintura el Marshall Cooper en Maverick, la cinta protagonizada por Mel Gibson. También sacó una similar Dwight, el personaje de la serie The Office, en el capítulo 24 de la séptima temporada de la serie.
Los rifles también son familiares para muchos. El Model 700 ha aparecido en la serie Fargo, en Bright, la cinta de Netflix protagonizada por Will Smith, además de en varias películas de la saga Transformers o en varios episodios de The Walking Dead. También han tenido su hueco en el mundo virtual, pues la franquicia Call of Duty o los títulos de Battlefield son muy aficionados a que sus personajes porten armas de Remington.
A la legendaria marca sólo le queda recuperar la buena marcha, para lo que le vendría bien recorrer los pasos de uno de sus grandes rivales históricos: Colt. El fabricante de famoso .45 entró en bancarrota en junio de 2015 tras 160 años de actividad, pero para enero del 2016 ya había conseguido dejar atrás la quiebra técnica. La misión para Remington, que tiene el triple de deuda que Colt en su momento, será mucho más difícil, pero 200 años de experiencia empresarial tienen que servir para algo.
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