Cuando dos veinteañeros, Raúl Verdú y Raúl Torres, fundaron PLD Space en 2011, estaban recién salidos de la universidad. Nadie les hacía mucho caso cuando buscaban un sitio donde montar su empresa para lanzar cohetes al espacio. "Yo tampoco me lo habría hecho", bromea Verdú.
Ahora la suya es una de las empresas más prometedoras de toda Europa en tecnología aeroespacial y Verdú reconoce que gran parte de su crecimiento se lo deben a haberse topado casi por casualidad con otra historia de éxito inesperado: el aeropuerto de Teruel. Este aeródromo, en funcionamiento desde hace seis años, no tiene pasajeros. Ni uno. Pero tampoco los necesita para ser rentable. Tal vez por eso no sea una historia muy conocida por el gran público, porque sus clientes los encuentra en las ferias aeronáuticas especializadas, no en los viajes de turistas low cost.
Su negocio principal es estacionar y desmontar de aviones. Es poco glamuroso, pero va viento en popa
El principal negocio del aeropuerto de Teruel es el aparcamiento, reciclaje y mantenimiento de aviones, que lidera la empresa Tarmac, filial del gigante aeronáutico europeo Airbus. Puede resultar poco glamuroso pero, a diferencia de otros aeropuertos regionales, va viento en popa. Teruel se ha convertido sin hacer ruido en un gran centro de aparcamiento de aeronaves -con capacidad para medio millar de aviones- y en uno de los mayores talleres mecánicos de Europa. Es, además, un punto ideal como campo de pruebas para empresas de drones o para el trabajo de investigación que desarrolla la firma espacial de Raúl Torres y Raúl Verdú.
El ingeniero que lo cambió todo
"Recuerdo como si fuera hoy cuando llegamos aquí", explica Verdú, que es alicantino. "Como cuando vas a ver un piso, nos miramos de reojo sabiendo que ése era el sitio". Les estaba esperando Alejandro Ibrahim, director general del aeropuerto de Teruel, que desde que en febrero de 2012 se puso al frente del proyecto tuvo claro que debía impulsar una idea de negocio innovador para que el aeródromo no fuera otro aeropuerto regional fracasado. "Tuvimos la suerte de que, como él también es ingeniero, entendió perfectamente lo que queríamos hacer y vio la oportunidad".
El consorcio para crear el aeropuerto se formó en 2007, cuando España todavía no había oído hablar de crisis (le quedaba poco). En 2003 algunos informes iniciales hablaban de la posibilidad de un aeropuerto de pasajeros para la provincia, una de las peor comunicadas de España que aún hoy no tiene AVE. "Pero afortunadamente eso fue evolucionando, porque en una ciudad de 35.000 habitantes no tenía sentido un aeropuerto turístico ni de pasajeros", afirma Ibrahim.
En 2008, todavía había mucha controversia en las Cortes de Aragón porque no todos los grupos apoyaban el proyecto: "¿Por qué no aprovechar el espacio aéreo libre y las grandes extensiones de terreno para dar servicios generales a la aviación, de los que Europa carece?", defendía el entonces director general de Transportes, Simón Casas. "Tenemos una oportunidad que no se encuentra en el resto de Europa: un terreno duro, que no sirve para la agricultura pero que es bueno para el proyecto y el clima. Resulta que el clima del jamón es bueno para los aviones", insistía Casas el día que se anunciaba la adjudicación de la obra por 38’2 millones de euros.
"Llegamos a la conclusión de que la oportunidad estaba en el mantenimiento de los aviones porque hay mucha demanda para ello: en 20 años habrá que reciclar 12.000 aviones en Europa, y las instalaciones aeroportuarias de Teruel van a jugar un papel muy importante a nivel internacional en ese negocio".
Construir el aeropuerto costó unos 40 millones de euros (que se repartieron el Gobierno de Aragón, un 60%, y el Ayuntamiento de Teruel, el 40% restante) y en el quinto aniversario de su puesta en marcha "celebramos que los ingresos ya superan a los gastos", dice Ibrahim, aunque no hace públicos los datos financieros del consorcio (así que lo de la rentabilidad tiene una parte de acto de fe).
El plan inicial era hacer un aeropuerto de pasajeros. "En una ciudad con 35.000 habitantes no tenía sentido", dice su director
Sí que subraya que, desde que nació, el proyecto se ha gestionado siempre con el cinturón apretado. De hecho, como se puede ver en la fotografía, la única parte pavimentada de los terrenos son las propias pistas de aterrizaje y despegue, el resto es un puro solar de tierra. "Hemos sido pioneros en este sistema, que permite reducir costes de forma notable y no interfiere en la operatividad". El aeropuerto va creciendo a medida que crece la demanda.
Cualquiera que pase cerca del aeropuerto de Teruel se sorprenderá al descubrir desde la carretera que en una explanada, "en mitad de la nada", en palabras de Verdú, se vislumbran más de 80 aviones aparcados. No son avionetas ni pequeños jet, sino grandes aparatos.
Un parking mundial "barato" de aviones
Los escasos habitantes de la zona, que a simple vista parece desierta, ya están acostumbrados a ver aterrizar grandes Boeing 747 y Airbus 330 de las compañías que eligen Teruel "porque les resulta más barato aparcar sus aeronaves aquí", apunta Ibrahim. Explica cómo funciona este mercado con la paciencia de quien ha tenido que hacerlo muchas veces: "El 70% de aviones a nivel mundial son propiedad de grandes empresas (por ejemplo, corporaciones bancarias) que luego los recolocan en el mercado alquilándoselos a aerolíneas. Las compañías propietarias de los aviones hay veces que necesitan tenerlos estacionados", comenta Ibrahim, que presume de tener en Teruel aviones de EEUU, Rusia, Emiratos Árabes...
En realidad, el sistema es como el de los parking de las afueras de los aeropuertos: cuanto más lejos del centro, más baratos. Y la ventaja de Teruel es que está lejos de casi todo. "Pero en avión las distancias son otra cosa, lo importante es que aquí el cielo casi siempre está despejado y se puede aterrizar tanto de día como de noche", apunta Ibrahim.
Hace un par de años Teruel recibió en un solo fin de semana 40 aviones de una aerolínea rusa que quebró y a la que se le acababa el permiso de vuelo. La empresa propietaria de los aparatos necesitaba sacarlos de Rusia y encontró en este aeropuerto de 340 hectáreas el lugar perfecto donde guardarlos a un módico precio. Según sus gestores, Teruel tiene tasas un 60% más baratas que el aeropuerto comercial más barato de España.
"El mantenimiento y reciclado de grandes aviones comerciales son actividades punteras que necesitan mucha mano de obra cualificada", explica Ibrahim, que espera duplicar el número de empleados que necesita en un par de años. De los 200 trabajadores que tiene actualmente, cerca de un tercio son ingenieros.
"Es el mejor proyecto y de más futuro para la economía de la región en los próximos 50 años y cuando esté plenamente desarrollado supondrá una parte fundamental del PIB de la región", afirma Jesús Blasco, presidente de la Cámara de Comercio de Teruel. "Es un negocio en crecimiento porque la posibilidad de desarrollo es inmensa: el cielo de Teruel es muy apto, siempre despejado, y aquí el terreno sobra por todas partes".
La Cámara de Comercio está trabajando con la Universidad Politécnica de Teruel en desarrollar programas de formación que faciliten la incorporación de jóvenes a este nuevo tejido empresarial que florece en la provincia. "Pero hay otros trabajos que se están beneficiando, hacen falta desde tapiceros para los asientos de los aviones a un impulso de la hostelería para acoger a los trabajadores que vienen a las empresas de fuera", añade Blasco. "En los precios de los alquileres ya se está notando".
Odiosas comparaciones
Al aeropuerto de Teruel se le compara mucho en la industria, entre los entendidos del sector, con el del desierto de Mojave (California), donde también hay bancos de prueba de motores de cohete. Pero también le toca soportar, por contagio, comparaciones mucho menos favorables con las historias de fracaso -las que lo fueron, y las que aún lo son- de otros aeropuertos regionales españoles.
Y es que en el imaginario han quedado grabados proyectos heredados de una era de despilfarro, como el aeropuerto de Castellón (el aeropuerto de Carlos Fabra que estuvo cuatro años y medio sin un avión, pero que hoy crece en actividad), como el de Murcia-Corvera (que lleva cinco años cerrado, pero que ahora asumirá su gestión Aena para resucitarlo) o como el de Ciudad Real (aún aeropuerto fantasma, pero en el que acaban de aterrizar nuevos gestores que buscan modelo de negocio para sacarlo del dique seco).
La empresa PLD Space lanzará en 2019 desde Teruel su primer cohete con un nanosatélite a bordo
La Unión Europea elaboró hace tres años un estudio sobre la sostenibilidad y justificación del mantenimiento de determinadas infraestructuras. Según sus estimaciones, no merecía la pena mantener abierto un aeropuerto si tenía menos de 100.000 pasajeros al año. Por debajo de esa cota la rentabilidad era inviable –de hecho, perdería 130 euros por cada viajero- y sólo estaría justificado mantenerlo operativo si cubría una necesidad particular por la que no fuera imprescindible dar beneficios: ser el único aeródromo de una isla, por ejemplo.
Pero el aeropuerto de Teruel demuestra que la ecuación no es tan sencilla. Igual que lo hacen otros aeropuertos españoles con muy pocos pasajeros, pero con gran actividad, con otro tipo de actividad. “La red de aeropuertos de Aena cuenta con instalaciones cuya actividad principal no es la operación de vuelos comerciales, y que, de no ser por ellas, sería muy difícil de compatibilizarlas con las operaciones comerciales habituales de los aeropuertos”.
Igual que Teruel se ha volcado en actividades alternativas de estacionamiento y desmontaje, otros aeropuertos nacionales están volcados en vuelos de formación, en trabajos aéreos, en la aviación privada o deportiva, en servicios del Estado (Policía, Guardia Civil, servicios contraincendios, servicios médicos…), lo que precisamente sirve para descongestionar otras instalaciones aeroportuarias de este tipo de actividades.
"Somos un Seur del espacio"
Además de las de aparcamiento y mantenimiento de aviones, hay otras líneas de negocio que el aeropuerto de Teruel está explotando ya. La semana pasada llegaron 60 personas y 25 vehículos a rodar el anuncio de un coche. "Aquí se pueden grabar anuncios y películas porque tenemos libres muchas horas las pistas de aterrizaje y despegue. Eso está además repercutiendo en la hostelería y otras industrias de la región", apunta Ibrahim.
La idea original era convertirlo en aparcamiento y desguace, pero con empresas como PLD Space, que ya tiene más de 40 empleados, el negocio se va diversificando. "Es perfecto para las pruebas con nanosatélites porque no hacen falta unas medidas de seguridad extraordinarias y, como está en medio de la nada, no se molesta a nadie", añade Verdú, que se define como un mero transportista. "Somos un Seur del espacio que transporta cosas en cohete. Los de la Agencia Espacial Europea miden 60 metros, los de PLD solo 12", matiza.
"A principios de 2019", Verdú toca madera mientras lo dice, "haremos el primer lanzamiento". PLD Space es la única empresa de toda Europa con una tecnología de combustible líquido para la reutilización de lanzadores y con ello quieren revolucionar la industria espacial europea. "Teruel es la base de operaciones para el futuro", asegura Verdú.
La región entera toca madera.
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