El próximo 14 de junio, en Riga, la capital de Letonia, cuando Mario Draghi se siente ante la prensa para explicar las decisiones adoptadas por el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) a su derecha se situará el nuevo vicepresidente de la institución, Luis de Guindos.
La incorporación al banco central del exministro español, que será oficial el próximo 1 de junio, estará marcada por una tarea fundamental: el diseño de la hoja de ruta que conducirá al fin de los estímulos monetarios. Y es que en la reunión mantenida este jueves por la institución, la última con Vítor Constancio como número dos, los responsables de la política monetaria en la eurozona optaron por aplazar cualquier decisión. "No hemos discutido sobre la política monetaria per se", confirmaba Draghi ante las preguntas de la prensa.
Aparcar cualquier medida hasta entonces tiene toda la lógica, ya que será entonces cuando el BCE cuente con una versión actualizada de sus expectativas de crecimiento económico e inflación para los próximos años. Y como el propio Draghi reconoció en los últimos meses han surgido algunas incertidumbres en el escenario, que se han plasmado en una moderación del crecimiento en la eurozona.
Una moderación que se ha notado de forma amplia en distintos sectores y distintos países de la región y que, según el presidente del banco central, ha sido inesperada. Nada de esto supone, no obstante, un problema alarmante a priori. De hecho, Draghi ha asegurado que se trata de una simple normalización, desde unas tasas de crecimiento muy elevadas, propiciada por factores temporales (como un invierno muy frío) y que no aja la confianza de la institución en la recuperación de la progresiva recuperación de la inflación en los próximos trimestres hacia las tasas objetivo del BCE, cerca pero por debajo del 2%. Una confianza que fue respaldada por el mercado, con el repunte del euro a niveles de 1,22 dólares.
Draghi señaló que los riesgos proteccionistas tienen un impacto rápido y profundo sobre la confianza inversora
Pero cuestiones como el creciente riesgo de guerra comercial, agravado por las recientes medidas proteccionistas del Gobierno estadounidense, aparecen amenazantes en el horizonte de la economía global y, por ende, de la europea. "Lo que se sabe es que los eventos recientes tienen un efecto profundo y rápido sobre la confianza de las empresas y los exportadores y que a su vez pueden afectar la perspectiva de crecimiento", señaló el banquero italiano.
Mientras aguarda la llegada de nuevos datos que permitan valorar el verdadero impacto de estas incertidumbres, Draghi no olvidó repetir algunas su tradicional letanía, aquella en la que reclama la puesta en funcionamiento de reformas estructurales desde el campo de la política, que permitan afianzar la recuperación, y en la que defiende la necesidad de mantener un amplio grado de estímulos monetarios para alcanzar los objetivos del banco central.
El modo en que éstos dejarán de formar parte del panorama económico europeo, tras años de políticas extraordinarias, queda como una incógnita por resolver. Si es que llegan a desaparecer del todo, pues como el propio Constancio señaló existen dudas sobre si será posible regresar a las políticas monetarias convencionales previas a la crisis.
Unas políticas extraordinarias en las que el banquero portugués ha tenido un papel fundamental, tal y como quiso reconocerle Draghi a modo de despedida. "Voy a echar de menos el BCE", afirmó Constancio. A Guindos le tocará a partir de junio contribuir a completar su trabajo en la institución.
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