La luz al final del túnel comienza a deslumbrar. El Gobierno ha pasado de anticipar a 2019 el momento en el que la economía española logrará retomar los 20 millones de ocupados previos a la crisis y darla por terminada, a acariciar en sus proyecciones tasas de paro inferiores a los dos dígitos en 2021. Sin embargo, el mercado laboral también se mide por otras variables. Por el número de desempleados, los activos que están dispuestos a trabajar o el número de inactivos, entendidos como aquellos que no están ocupados ni se consideran desempleados porque ya o por el momento no buscan un empleo. Y, en contra de lo que cabría esperar, estos últimos alcanzaron una cifra récord en el primer trimestre del año, rompiendo por primera vez en la serie histórica el techo de los 16 millones de personas.
El INE define como inactivos a todos aquellos mayores de 16 años, no clasificados como ocupados ni parados, entre los que incluye a amas de casa, estudiantes, jubilados o prejubilados, otro tipo de pensionistas; personas que realizan trabajos sociales no remunerados o incapacitados para trabajar. De acuerdo con la Encuesta de Población Activa (EPA) que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE), entre enero y marzo, más de 16,1 millones de personas se declaraban inactivas, de los que más de la mitad, casi 8,5 millones, eran mayores de 65 años.
Por ello, aunque las causas de la inactividad son diversas, sobre todas destaca el envejecimiento de la población. No solo por la vía de la jubilación o la prejubilación --frente a los 8,5 millones de personas mayores de 65 años, solo 6,2 son jubilados--, sino también por situaciones de incapacidad, y también como causa de que otros tengan que dejar de trabajar para cuidar se sus mayores en un contexto de largas listas de espera en el sistema de dependencia.
La inactividad también es cosa de jóvenes
Hasta alcanzar el techo de los más de 16 millones de inactivos, el colectivo ha sumado 669.300 personas desde el primer trimestre de 2007, al principio de la crisis. Mientras que unas franjas de la población han reducido sus inactivos en esos años, otras dos han compensado con creces esa evolución.
Por un lado, los jóvenes de entre 16 y 24 años, que llegaron a tener una tasa de paro superior al 50% en los años más duros de la crisis, han sumado 364.500 inactivos a día de hoy. Y, de nuevo, el grupo de 65 años o más ha aportado 1,3 millones de personas más, en su mayor parte jubilados y prejubilados.
Después de esa evolución, cabe plantearse si es sostenible un país que ha multiplicado como nunca antes el número de mayores inactivos, y al mismo tiempo también lo ha hecho, aunque en menor medida, entre los más jóvenes, los que están llamados a sostener, por ejemplo, el sistema de pensiones.
Pero mirando al presente, el problema, como evidencia el actual debate sobre las pensiones, ya está aquí. En el año 2017, la ratio de inactivos por ocupado era de 1,34, mientras que al término del pasado mes de marzo era de 1,17. En términos absolutos, España ha pasado de sostener a 15,4 inactivos con 20,7 ocupados, a contar con 16,1 de personas sin trabajar ni buscar empleo frente 18,8 millones de empleados.
La cifra se dispara en los últimos años
Además, el envejecimiento, siendo un potente argumento del incremento del número de inactivos, no tendría por qué ser en sí mismo una causa de inactividad. De hecho, el Gobierno reguló en 2015 la posibilidad de compatibilizar el cobro de una pensión con un empleo, una línea en la que no se ha dejado de profundizar desde entonces bajo el mantra del envejecimiento activo.
A pesar de ello, el incremento de los inactivos ha sido especialmente intensa en los últimos años. Solo entre el primer trimestre de 2017 y el del presente año, han sido 194.800 personas las que se declaran en esta situación, de los que 32.000 son jubilados o prejubilados; y 32.900 personas presentan incapacidad permanente. Este grupo fluctúa en el tiempo, con lo que es difícil de explicar cualquier cifra, pero también incluye a una parte de las personas mayores de 65 años.
Casi 200.000 inactivos más solo en el último año
En cualquier caso, en lo que respecta al repunte del último año, la principal causa son los 64.600 estudiantes más que se han declarado inactivos con la intención de formarse y poder optar a un trabajo mejor más adelante.
Un colectivo difícil de recuperar
Una de las preguntas que suscitan estas cifras es qué parte de este colectivo podría volver a activarse. La respuesta es que muy poca. De hecho, la EPA refleja que 471.200 personas los 16,1 millones de inactivos se declaran disponibles para trabajar, aunque no buscan trabajo, 25.000 personas menos que en 2017. Además, de ellos, 285.300 personas son desanimados que no tienen esperanza de encontrar un empleo, alrededor de 100.000 personas más que al inicio de la crisis.
Esto tiene mucho que ver con que gran parte de las personas que perdieron su empleo durante la crisis no contaban con un nivel de estudios suficiente para encontrar un empleo en otros sectores y tampoco encontraron la forma de reciclarse. Así es que, al margen de que aquellos que ya se consideran mayores para encontrar otro trabajo, muchos otros creen que sus tren ya ha pasado.
Según las cifras, solo 2,1 millones de personas de los 16,1 millones de inactivos (recordemos que prácticamente la mitad son jubilados) cuenta con una educación superior, mientras que más de cuatro millones solo llegó a la educación primaria. No solo eso, actualmente, solo el 20% de todos los inactivos cursa estudios, proporción que, a la vista del repunte del último año, irá en aumento.
Este crecimiento de la población inactiva ha tenido lugar a pesar del freno que ha supuesto la incorporación de muchas amas de casa al mercado laboral, no solo por las necesidades que ha planteado la crisis, sino también por la creciente entrada de la mujer en las plantillas de las empresas y de la administración.
Solo en el último año, el número de mujeres que no buscaban empleo por dedicarse a las tareas del hogar ha descendido en 55.000 personas.
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