Ni el lavaplatos, ni la hormigonera ni el portero automático han llegado al imaginario colectivo como unas máquinas que injustamente han desplazado a los honestos y laboriosos humanos cuyas tareas han sustituido.
Sin embargo, a medida que nos adentramos en la Cuarta Revolución Industrial, en pleno proceso de robotización, a menudo las máquinas se presentan como el enemigo de los trabajadores. En los estudios que analizan el titular lo suelen protagonizar cuántos empleos destruirá la inteligencia artificial en las próximas décadas. Varios informes han salido en los últimos meses a desmentir este apocalipsis laboral.
A partir del análisis en 27 países de más de 200.000 puestos de trabajo, la consultora PWC arroja unas conclusiones y unas cifras que defienden que la robotización traerá una mejora de la productividad consecuencia de la mecanización en el medio y largo plazo. La tecnología siempre ha generado más puestos de trabajo de los que se pierden en los inicios de su adopción.
Según el estudio de PwC, la automatización del mercado laboral de aquí a 2030 se producirá en tres grandes oleadas. Una primera, los próximos cinco años, que denomina como algorítmica. Prevé la consultora que aquí se produzca la automatización de las labores más sencillas relativas al análisis de datos. Una segunda fase de automatización de datos más sofisticada hasta mediados de la década de 2020. Y, una tercera, la propiamente autónoma, que permitirá no solo la automatización de tareas rutinarias, sino también de destrezas manuales y de la resolución de situaciones y problemas en tiempo real (a partir de 2030).
Otro reciente informe 'Robótica y su impacto en los recursos humanos y en el marco regulatorio de las relaciones laborales', también plantea que la implantación de robots no destruirá empleos sino que redistribuirá las tareas. En este optimista estudio de Cuatrecasas y Adecco, destaca que la robótica no siempre conlleva una sustitución de trabajos, sino una redistribución de tareas en la que los robots complementan y aumentan la labor del humano realizando actividades rutinarias y, posiblemente, las más peligrosas.
Sin embargo, lo que estas cifras no resuelven es que a corto plazo difícilmente los nuevos empleos servirán de consuelo a los trabajadores a cuyas profesiones les va a llegar antes la obsolescencia. En el proceso de automatización y robotización va despejándose la incógnita de quiénes serán los ganadores y perdedores del profundo proceso de cambio que va a vivir el empleo en las próximas dos décadas.
En España, PwC sostiene que el impacto será muy liviano de aquí al inicio de la década de los veinte y solo un 3% de los empleos podrían estar en riesgo por la automatización. Sin embargo, esta baja ratio puede ser un regalo envenenado si lo que encierra es una tasa tardía de robotización. Que el pronóstico del impacto en el empleo español por la automatización sea muy liviano de aquí al inicio de la década de los veinte no es por tanto para cantar victoria. Los países más robotizados, a medio y largo plazo, son precisamente los que más puestos de trabajo protegen porque son los más productivos. Así que, paradójicamente, a más robots, más empleo y de más calidad.
Una década más tarde, según PwC, el 34% de los empleos podrían estar en riesgo de desaparición. Por tipo de trabajador, afectará más los hombres (39%) que a las mujeres (28%). Y a aquellos empleados un nivel de formación medio (39%) o bajo (44%). Surgirán otros nuevos, sí, ¿pero qué pasará con los trabajadores que no tengan la posibilidad de reciclarse? ¿Está el sistema preparado para dotarlos de la formación y la cobertura necesaria en una sociedad en la que la innovación exige cada vez más reciclaje de competencias?
En el largo plazo, la cosa cambia. Por ejemplo, en la economías con mayor peso de la industria y, por lo tanto, con trabajos más fáciles de automatizar, el porcentaje de puestos de trabajos en riesgo –en la fase más avanzada- puede llegar al 44% en el caso del Eslovaquia, al 39% en el de Italia o al 37% en el de Alemania. En otros países, donde la actividad está más concentrada en el sector servicios, como sucede en Estados Unidos, Francia o el Reino Unido, la proporción de trabajos en peligro será del 38%, 37% y 30%, respectivamente. Sin embargo, en los del norte de Europa las estimaciones son algo más moderadas: Finlandia 22%, Suecia 25% y Noruega 25%. (Consultar las previsiones por país aquí)
Ciborgs
Tarde o temprano dejaremos de ver la robótica como algo externo a los humanos. Como algo opuesto. Porque poco a poco se va integrando en nuestro cuerpo. ¿Acaso no está el móvil convirtiéndonos ya en una especie de ciborgs aumentando nuestras capacidades?
El riesgo, una vez más, es la desigualdad que por primera vez en la Historia podría pasar de ser únicamente ideológica o económica a convertirnos en especies biológicamente diferenciadas. Los que puedan permitirse el upgrade robótico de turno podrán ser más rápidos física o mentalmente. También más productivos y, por qué no, si los avances en robótica y neurología continúan avanzando, más inteligentes.
La buena noticia es que la Inteligencia Artificial y la automatización supondrán en 2030 en torno al 14% del PIB mundial, unos 15 billones de dólares. La mala que durante todo este periodo de transición hacia este nuevo mercado laboral resulta imprescindible una colaboración entre las empresas y las administraciones públicas que todavía está lejos de producirse. Si no se toman en serio las políticas públicas, el gran cambio que anticipa la automatización, el aumento de la desigualdad y la desprotección de las personas que trabajen en los sectores más automatizados será un problema a corto plazo.
Indudablemente, las nuevas tecnologías traerán grandes beneficios en las próximas décadas. ¿Están las instituciones preparándose para ello? ¿Son las organizaciones sindicales las más preparadas para hacer frente a los retos que para los trabajadores supone la robotización? En las pancartas del 1 de mayo debería haber más preguntas que respuestas. Solo así nos estarían preparando a los humanos a los retos del futuro.
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