Ha sido una coletilla reiterada hasta la saciedad en cualquier informe sobre la economía, global o española, en los últimos años: los bajos precios de la energía son un viento de cola que apoya el crecimiento. Sin duda, esta sentencia admite excepciones y buena prueba de ello dieron entre 2015 y 2016, en pleno descalabro de la cotización del petróleo, países como Rusia, México o Venezuela. Pero en términos generales, se suele admitir que el abaratamiento de los combustibles ha representado un papel importante en la recuperación reciente de la economía mundial y, de forma más o, de los países importadores de petróleo, como es el caso de España.
Pero las tornas han cambiado radicalmente en el mercado petrolero. En solo once meses el barril de Brent se ha encarecido en más de un 70%, recuperando niveles no vistos desde 2014, al filo de los 80 dólares. Y la decisión de Estados Unidos de romper el acuerdo nuclear con Irán e imponer nuevas restricciones a la exportación de petróleo persa añade un nuevo factor de impulso a la remontada del crudo. "La decisión estadounidense servirá como soporte de esta variable, que pensamos será complicado que en el corto plazo sufra nuevas caídas", explican los analistas de Link Securities.
De este modo, surge la duda de si el que ha sido uno de los motores del buen tono de la economía global podría pasar a convertirse en una de sus principales amenazas. El FMI advertía en su último informe sobre las perspectivas de la economía mundial de que, "en la medida en que los recientes aumentos del precio del petróleo se transmitan a los usuarios finales, pueden atemperar la demanda interna", aunque también consideraba que, en el contexto actual, "el efecto negativo, en muchos casos, no es lo suficientemente grande como para provocar revisiones a la baja del crecimiento", debido a que factores como la fuerte demanda externa compensaría el impacto.
Esta visión, no obstante, parte de la premisa de que la actual fortaleza de los precios del petróleo responde a factores coyunturales que se disiparán en el medio plazo. No en vano, el FMI prevé que el precio medio del barril de crudo (una media de las principales referencias) se sitúe a cierre de 2018 en los 62,3 dólares por barril -casi un 19% por debajo del precio actual del Brent-, aunque tanto el Brent como el West Texas vienen cotizando por encima de esa cota, de forma ininterrumpida, desde mediados de marzo.
Previsiones semejantes mantienen en entidades como UBS o CaixaBank Research. "Las razones de la revalorización reciente son la fortaleza de la demanda, el recorte de cuotas de producción de la OPEP y el colapso de Venezuela, que están haciendo caer los inventarios globales de hidrocarburos a su media histórica. A esto se suma cierta prima de riesgo geopolítica (que estimamos en 4 o 5 dólares). No obstante, creemos que prevalecerá el cambio estructural que introduce la extracción por fracking en EEUU", sostiene Roberto Scholtes, director de estrategia de UBS.
Los expertos siguen confiando en que el auge del 'shale oil' acabe frenando la remontada del crudo
Se supone que la creciente capacidad de los productores de shale oil, especialmente en Estados Unidos, donde se espera que alcancen unos ritmos de producción de 11 millones de barriles al día este año, introduce, a priori, un elemento de auto-estabilización del mercado a partir de, al menos, 55 dólares (la cifra máxima a la que se calcula que es rentable esta industria), que debería propiciar un equilibrio entre oferta y demanda que evite grandes oscilaciones de los precios. Pero, lo cierto es que, hasta la fecha, ni siquiera este factor ha sido capaz de contrarrestar la creciente demanda mundial -en un contexto de sólido crecimiento global- y las constricciones de la oferta por parte de los productores convencionales.
Por eso, no parece fuera de lugar plantearse qué podría pasar si los precios del crudo superaran con creces las previsiones actuales. Y una consecuencia evidente es la pérdida de rentas disponibles de las familias por el incremento de los gastos en combustible. A este respecto, Greg Daco, economista jefe de Oxford Economics, observa que, incluso en Estados Unidos, el encarecimiento del petróleo podría limar gran parte del efecto positivo derivado de las rebaja de impuestos aprobada por el Gobierno de Trump. Según sus cálculos, la nueva regulación fiscal estadounidense contribuirá con 0,7 puntos porcentuales al crecimiento del PIB en 2018, "pero si los precios del crudo West Texas promedian 70 dólares por barril este año, esto podría compensar la mitad del impulso fiscal".
Con todo, los expertos se muestran relativamente cautos ante esta amenaza. "Sin duda es un riesgo, pero no debemos olvidar que hace solo unos años teníamos precios del crudo por encima de los 120 dólares. Y sí, lógicamente, aquello hizo resentirse algo la economía, pero no tanto como podía temerse", recuerda Ramón Carrasco, analista de Bankinter. En la misma línea, Scholtes sugiere que si el Brent se instalara por encima de la cota de los 80 dólares, "la transferencia de rentas hacia los países productores ralentizaría el crecimiento en Europa y Asia –no así en EEUU por la mayor inversión en fracking- y apenas restaría alguna décima al PIB mundial".
La transferencia de rentas entre países y sectores amortiguaría el efecto global del encarecimiento del crudo
En ese escenario, también sería de esperar un efecto sobre la inflación. "Tiene que producirse, obviamente, porque los combustibles más caros afectan a un elemento esencial de la economía como es la logística", indica Carrasco, quien, no obstante, cree que lejos de resultar un problema para los bancos centrales, podría verse como una ayuda en su denodada lucha para impulsar los precios.
Y ni siquiera en el caso de los mercados se esperan convulsiones de relieve -aunque un repunte de la inflación y, por ende, de los tipos, podría propiciar una corrección de las bolsas-, más allá de los tradicionales movimientos ligados a los vaivenes del crudo: petroleras y energéticas en general, al alza; aerolíneas o distribución a la baja...
Golpe a la economía española
Pero dejando a un lado los términos generales, en los que el trasvase de rentas entre países y sectores podría mitigar cualquier efecto negativo -del mismo modo que ocurrió a la inversa cuando el crudo descendía-, queda abierta la opción de que un petróleo más caro acabe afectando a un país como España, muy dependiente de la importación e intensivo en el uso de petróleo.
A este respecto, David del Val, analista de mercados en Analistas Financieros Internacionales (Afi), apunta que el principal riesgo para la economía española se deriva de la necesidad que tiene el país de corregir una posición comercial internacional desfavorable. "Para eso necesitas generar superavits y esto se complica con unos costes del petróleo más elevados, porque el país cuenta con una factura energética muy abultada", explica.
El ascenso del Brent a niveles de 80 dólares por barril tendría un impacto negativo en España de hasta 9.000 millones
No obstante, considera que está muy lejos el escenario en el que el encarecimiento del petróleo anule los superavits comerciales que viene registrando España en los últimos ejercicios. "Asumiendo un nivel para el euro de 1,27 dólares, que es nuestra previsión, el precio del Brent tendría que escalar a niveles superiores a los 100 euros -más de un 50% superior a su cotización actual- para destruir todo el superávit por cuenta corriente que está generando España actualmente", comenta Del Val.
En CaixaBank Research, donde calculan un precio medio para el Brent entre 68 y 70 dólares en 2018, auguran que la economía española se expandirá un 2,8% en el ejercicio. "Pero si nos situáramos en un escenario de 80 dólares por barril, el crecimiento podría reducirse en unas dos décimas", explica Judit Montoriol, economista de la firma.
El servicio de estudios del banco estima que la economía del país ya registró en 2017 un deterioro de su saldo energético -en el que se considera el efecto sobre el consumo y la inversión- de 7.000 millones de euros. Para el presente año, explica Montoriol, calculan que ese menoscabo alcanzará los 4.000 millones de euros. "Pero si asumimos esos precios de 80 dólares, algo que vemos poco probable, el deterioro económico en 2018 se elevaría hasta los 9.000 millones de euros", comenta la experta.
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