Solo cuando baja la marea sabemos quién nada desnudo. Este aforismo del multimillonario inversor Warren Buffet le viene al pelo a Bitcoin, porque en el mercado de las criptomonedas la marea está a punto de bajar.
¿Cuántas de las más de mil monedas virtuales que existen actualmente desaparecerán? Casi todas: se aproxima una debacle del 90%, según GP Bullhound, un banco de inversión especializado en empresas tecnológicas que augura un "hundimiento masivo de este mercado".
Sebastian Markowsky, director de GP Bullhound y principal autor del informe, vaticina a El Independiente que en un plazo de 12 meses se desplomará el 90% de estas divisas virtuales que se sustentan en la tecnología blockchain. Serán "muy pocas compañías" las que sobrevivan.
El informe Token Frenzy: The Fuel of the Blockchain no pone en duda el prometedor futuro que le espera a blockchain como tecnología, pero sí la moda actual de proliferación de más criptomonedas, tanto como forma de especulación como de rondas de financiación apresuradas para start ups.
Estas profecías llegan en un momento propicio para el escepticismo hacia las monedas virtuales. Tras protagonizar una escalada espectacular en el último tramo de 2017, las criptodivisas se ha visto golpeadas por una serie de desplomes que han generado notables pérdidas. Algunas de las principales, como Bitcoin, Ethereum o Ripple han visto esfumarse más de la mitad de su valor en los primeros meses de 2018. El mercado de las criptomonedas, que llegó a capitalizar más de 800.000 millones de dólares (679.000 millones de euros), alcanza ahora un valor total de mercado de 370.000 millones de dólares (314.000 millones de euros).
Este descalabro, no obstante, apenas representa un pequeño traspiés en una espectacular marcha ascendente. No en vano, pese a los recortes recientes, Ethereum acumula revalorizaciones próximas al 600% en el último año, Bitcoin suma más de un 300% en el mismo periodo y las ganancias de Ripple superan el 86%.
Pánico y resurrección
A Markowsky este escenario le recuerda aún "a lo que fue la burbuja de las puntocom para internet". Cree que estamos a punto de ver con blockchain y las criptomonedas la debacle que ya vivió el mercado con muchos de los negocios sin futuro al calor de la red de finales de los 90. "La mayoría de los nuevos proyectos que usan blockchain no se están beneficiando de su tecnología, dicen que la usan porque ven que está de moda", añade Markowsky.
La debacle masiva del mercado será fundamental para atajar la exageración de las monedas digitales. "Los inversores institucionales van a entrar al mercado", pronostica el experto del banco GP Bullhound, firma que proporciona asesoramiento financiero y capital en operaciones corporativas y que en España ha invertido en empresas como Wallapop y JobandTalent. A medida que el mercado comience a caer, exacerbará la causa del "pánico" y la corrección final.
Sin embargo, tras "este invierno criptográfico", la dinámica de crecimiento volverá a ser "sin precedentes". Eso sí, la alegría será solo "para unos pocos", según Markowsky. Aquellos que hubieran invertido en las criptomonedas que sobrevivan el apocalipsis.
Si los vaticinios de GP Bullhound se cumplen, la mayoría de las más de 1.000 criptomonedas que hay en el mercado desaparecerán en el "pánico" que seguirá a las correcciones del mercado, pero las que sobrevivan serán más fuertes y rentables. Bitcoin, que sigue siendo la más grande por capitalización bursátil y lleva más de nueve años de existencia, no es la única que puede sobrevivir. También Ethereum: "Estoy casi 100% seguro de que sobrevivirá", afirma.
Los expertos apuntan a Ethereum como una de las monedas virtuales con más posibilidades de sobrevivir
Eneko Knörr, fundador de Pheidon, el primer fondo de inversión en criptomonedas -actualmente pendiente de recibir las autorizaciones pertinentes-, coincide en señalar a Bitcoin y Ethereum como las monedas actuales con más futuro. De la primera destaca que es la más grande (concentra un 37% del mercado) y la menos volátil. En cuanto a Ethereum, se confiesa "muy fan", ya que representa "una revolución total en el mundo de las criptomonedas". En su opinión, esta moneda, la segunda mayor del mercado, con un valor superior a los 68.000 millones de dólares, presenta mayor funcionalidad que bitcoin, ya que permite "crear contratos inteligentes (smart contracts), y es una plataforma muy sólida sobre la que crear aplicaciones".
El fundador de Pheidom también apunta otro nombre, mucho menos popular: Bytom. Esta moneda, que cuenta con un valor de mercado ligeramente superior a los 600 millones de dólares, "tiene también una avanzadísima tecnología que le llevaría a tener un grandísimo uso, que es una de las caracterísitcas que lleva a que una moneda multiplique su valor".
Sean unas u otras, son pocos los expertos que niegan que varias de las criptomonedas que existen actualmente puedan ver su fin próximamente, pero también son escasos los que niegan el futuro a este revolucionario concepto. En opinión de Salvador Casquero, profesor del programa de Innovación y Tecnología Financiera del IEB, "aquellas criptomonedas que tengan algún sentido económico y permitan crear modelos nuevos, desconocidos hasta ahora" tienen su supervivencia asegurada, convirtiéndose en la base de un nuevo entorno financiero. "La capacidad de programar estas divisas, la descentralización y la desintermediación pondrá en manos de los usuarios la capacidad de gestionar sus propias finanzas de una forma completamente diferente a la de sus antecesoras, las monedas fiduciarias", apunta.
En la visión de Casquero, que es también responsable de la vertical de Neobanks de la Asociación Española de Fintech e Insurtech, el futuro de este mercado pasa por la supervivencia de "cinco o diez monedas base sobre las que se construirán otras miles, que serán muy de nicho -por ejemplo, la criptodivisa propia de una gasolinera o de un restaurante concreto-, y que en su mayoría estarán respaldadas por activos reales”.
¿Una inversión para todos los públicos?
Está por ver que la debacle de las criptoemisiones se materialice. Pero la mera posibilidad abre la cuestión de si resultan un producto aconsejable para la inversión. La euforia desatada en torno a estos activos en 2017 condujo a muchos inversores a apostar su dinero en este mercado, confiado en unas ganancias seguras que, ahora, han tornado en muchos casos en pérdidas onerosas. El apetito por estos activos se plasmó igualmente en la moda de las criptoemisiones, utilizadas por muchas empresas como herramienta con las que financiar sus empresas de blockchain. Solo en 2017, estas levantaron cerca de 4.000 millones de dólares (unos 3.300 millones de euros) a través de las llamadas ICO (Initial Coin Offerings), cinco veces más que lo que levantaron de fondos de capital riesgo.
¿Deben dejarse estas inversiones exclusivamente en manos del capital riesgo? Knörr niega que los inversores particulares tengan que darles la espalda. "Yo creo que las criptomonedas deberían estar presentes en cualquier cartera, aunque sea en un porcentaje del 1%", señala. Su visión se justifica en la creencia de que "estamos en un momento histórico, en el comienzo de una revolución, y cualquiera está a tiempo de invertir en criptomonedas para coger la ola antes de que se escape. No sé de ningún otro activo en el que exista la posibilidad de poder multiplicar por 100 o más la inversión en los próximos años".
Aunque, "por supuesto, se puede perder todo, y por eso hay que invertir sólo un pequeño porcentaje, pero creo que el riesgo merece la pena", advierte. La clave del éxito inversor en este terreno parece estar, por lo tanto, en saber elegir el caballo ganador. Aunque, a tenor de las previsiones de Markowsky parece evidente que lo más fácil es errar la apuesta y no parece sensato fiarlas a la intuición.
La columnista financiera Frances Coppola señala en Forbes que los partidarios de las criptomonedas tienen más fe en ellas que razonamientos financieros: "Se ha convertido para ellos en algo más parecido a una guerra religiosa que no parece la mejor manera de desarrollar la tecnología". Y, cuando baje la marea, la fe no será suficiente para tapar las vergüenzas al aire.
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