Italia, con un PIB de dos billones de dólares, es la novena economía del mundo. Y la tercera del área euro, si bien cae hasta la décima posición en términos de PIB per cápita (es decir, al dividir el PIB entre los algo más de 60 millones de habitantes), habiendo sido superada recientemente por España. La economía italiana presenta un claro peor comportamiento relativo desde que nació el euro. En el gráfico publicado más abajo se compara la evolución del PIB desde 1998 y el resultado es contundente: a pesar de no experimentar la expansión económica del resto de periféricos, sí sufrió la Gran Recesión en una magnitud similar y, ya en la recuperación, está mostrando un claro menor dinamismo.
La consecuencia es que el PIB apenas ha crecido en estos 20 años, perdiendo posiciones en el ranking de diversas variables económicas. O ganando puestos en las listas de las vulnerabilidades. Con un saldo de deuda pública equivalente al 130% del PIB, esto es, 2,2 billones de euros, es la tercera economía del mundo con el sector público más endeudado. El desequilibrio de las finanzas públicas como reflejo de un país que no ha sabido adaptarse a los grandes cambios de la economía mundial (con China como gran exportador y el desarrollo tecnológico como dos de los principales rasgos) y que apenas ha llevado a cabo reformas estructurales. Entre ellas la reestructuración de su sistema financiero o la recuperación de las ganancias de competitividad internacional.
Hacer todo esto dentro del área euro es más complejo y exigente, dado que no se permiten los atajos observados en otros países (especialmente la devaluación de la moneda). Se entiende así que los populistas propongan soluciones tan "atractivas" y "razonables" para su electorado como la salida del euro… ¡o dejar de pagar las deudas! Como la disciplina impuesta por el euro es demasiado rígida, optemos, dicen, por mejores soluciones. Craso error.
Los ajustes dentro de la unión monetaria son más exigentes a corto plazo, es verdad, pero más eficaces a largo plazo. El rigor, el esfuerzo y la disciplina son muy sacrificados a corto plazo y sus resultados sólo se ven a largo. Pero una salida del área euro no sólo no sería una solución para Italia, sino que implicaría iniciar una nueva etapa de crisis económica y financiera muy profunda. Fuera del euro sólo hay un veredicto: una crisis económica y financiera de dimensiones incalculables.
Fuera del euro sólo hay un veredicto: una crisis económica y financiera de dimensiones incalculables
No es la primera vez que hablamos de escenarios de salida del euro por parte de un país. Desde mayo de 2010 (rescate de Grecia) ha sido uno de los temas recurrentes, y que alcanzó su apogeo en julio de 2012. Y la prima por riesgo, la mejor forma de medir las probabilidades asignadas por los inversores a una salida de un país de la UME. La dinámica, la ya conocida: si un país abandonara el euro, sería imposible que pudiera pagar sus deudas denominadas en euros, por lo que el inversor opta por vender los bonos (cae el precio y sube el tipo de interés) y por comprar sus equivalentes más seguros (los emitidos por Alemania, que suben de precio y cae su rentabilidad, ampliándose el diferencial). Y si la deuda pública se redenominase a la nueva moneda local: ¿qué inversor internacional querría unos bonos que van a ser pagados en una divisa que se va a devaluar de forma intensísima?
Sé que aporto poco respecto al funcionamiento de la prima por riesgo, y que para muchos habrá sido recordar momentos muy complicados y preocupantes de hace algo más de un lustro. Pero, ya ven, no son los mercados los que caprichosamente generan una dinámica en la prima por riesgo. Son algunos políticos los que activan los temores. Los gestores de carteras sólo cumplen el compromiso adquirido con sus clientes que han depositado sus ahorros en unos fondos de inversión confiando en que el gestor va a impedir una pérdida de sus ahorros. Si unos políticos amenazan con dejar de pagar la deuda, es lógico que al gestor profesional le entren, al menos, ciertas dudas.
Recurro a otro gráfico, en este caso, al de la prima por riesgo, para comprobar que, a pesar del reciente repunte (en Italia, no tanto en España), todavía se sitúa en niveles muy reducidos frente a los que había en verano de 2012. Entonces, el PIB tanto de España como de Italia estaban en recesión, sin vislumbrarse la recuperación. Además, las declaraciones de algunas autoridades centroeuropeas no permitían inferir un respaldo total y absoluto a la permanencia de todos los países dentro de la UME. La situación alcanzó cotas dramáticas, hasta que Mario Draghi, un italiano, un 26 de julio dijo aquello de "haré todo lo que sea necesario. Y créanme, será suficiente". Unas palabras que fueron, efectivamente, suficientes para revertir la evolución de la prima por riesgo. Por un lado, por la capacidad, en principio ilimitada, del BCE para comprar activos de renta fija. Pero, por el otro, porque nadie salió contradiciendo a la autoridad monetaria. Nadie manifestó que quería irse del euro.
Hoy, cuando el BCE cuenta con una inversión de 340.000 millones de euros en deuda pública, la situación ha podido cambiar. Los populistas manejan argumentos a favor de una potencial salida del euro. Y eso es lo que ha encendido las alarmas a algunos inversores cuya responsabilidad, insisto, es cuidar el patrimonio de sus clientes. Italia puede solucionar sus problemas económicos si opta por las implantar las necesarias reformas estructurales. El área euro tiene los mecanismos para ayudar. Pero claro, si se impusiera el "euroescepticismo", nada sería suficiente. Confiamos en que el sentido común se imponga y que finalmente se abandonen posiciones extremas.
David Cano es socio de Analistas Financieros Internacionales
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