Una búsqueda rápida en Google arroja cientos de trabajos académicos sobre la materia. La conexión entre riesgos soberano y riesgo bancario ha sido uno de los temas más debatidos en el mundo financiero en los últimos años. La crisis europea de la deuda puso de manifiesto la perversa conexión entre los problemas de los distintos países y las debilidades de su sistema bancario y viceversa y establecer cortafuegos capaces de mantener aislados los peligros surgidos en cada uno de los vértices de este binomio pasó a ser una prioridad.
Sin embargo, seis años después de que las tensiones estuvieran a punto de desgarrar la eurozona, situando al borde del abismo al sector financiero de los países más golpeados -entre ellos, España-, las incertidumbres despertadas por la situación política italiana han evidenciado que entre Estados y bancos los problemas siguen circulando sin cortapisas.
En la última semana, el súbito repunte de la prima de riesgo italiana, conforme el mercado ha empezado a vislumbrar el riesgo de que el país se encamine hacia la ruptura con Europa, ha hecho estragos sobre la cotización bursátil y la deuda de los bancos trasalpinos. Y en España, que al contagio italiano suma las inestabilidades derivadas de su propio lío político, el escenario ha sido equivalente. Hasta este martes y en las últimas cinco sesiones, los bancos del Ibex acumularon tropiezos superiores al 8%. "A pesar de los esfuerzos, el sector sufre mucho cuando se dispara el riesgo soberano. Y no veo que eso vaya a cambiar en el corto plazo", indica Ángel Talavera, economista principal de Oxford Economics para la Eurozona, quien advierte de que "cuando las tormentas financieras se desatan casi no existen cortafuegos que puedan frenar la tensión".
Los lazos que unen la estabilidad soberana y la solidez bancaria son evidentes. Como escribiera el por entonces director general de Regulación del Banco de España y actual presidente de la patronal bancaria AEB, "no hay nada nuevo en el hecho de que problemas extremos en el soberano (esto es, no ya la aplicación de políticas fiscales inadecuadas, sino de otras que resultan claramente insostenibles) afectan de manera ineludible (y severa) al sistema financiero de cualquier país. Al fin y al cabo, las entidades financieras no pueden diversificar el riesgo que representa el volumen de su exposición con el sector público de su propio país, ya sea esta exposición materializada en la forma de préstamos a las AAPP, o bien se concrete mediante la tenencia de títulos de deuda pública que dichas AAPP emiten en los mercados primarios".
Los bancos españoles tienen unos 166.000 millones de deuda pública nacional en sus balances
Pero la situación actual lleva a cuestionarse si se ha hecho algo en los últimos años por minimizar estos riesgos. Natalia Aguirre, directora de Análisis de Renta 4, no tiene dudas de que, al menos en el caso español, tras la crisis, se ha hecho un importante esfuerzo para limitar los riesgos de la banca y reforzar sus balances. Pero, advierte, su exposición a la deuda soberana les sigue haciendo sensibles al llamado riesgo país.
Se calcula que los bancos españoles cuentan en sus balances con cerca de 200.000 millones de euros en títulos de deuda española o italiana (un 80% nacional y el resto trasalpina). Las entidades aumentaron de forma ostensible los bonos nacionales en cartera a lo largo de la crisis, cuando salieron al rescate de la solvencia pública -lo que también les acabó reportando notables ganancias- y, según datos del Tesoro, en 2014 contaban con casi 225.000 millones de euros en deuda pública, casi un 30% del total.
Desde entonces, sin embargo, esta cifra se ha ido reduciendo de forma notoria y, a cierre de febrero, la cuota de deuda española en manos de la banca nacional se situaba por debajo del 18%, en los 166.486 millones de euros, de los que casi un tercio se encuentran en el balance de Banco Santander (precisamente, el banco español más golpeado por las caídas de la última semana en bolsa).
Fernando Rojas, consultor de Servicios Financieros de Analistas Financieros Internacionales (AFI), sostiene que la tendencia a la reducción proseguirá en los próximos trimestres, conforme vaya venciendo la deuda que actualmente mantienen las entidades en cartera. "En plena recuperación económica, lo normal es que los bancos vayan enfocando sus recursos a la concesión de crédito, que es su negocio básico, y no tanto a la tenencia de deuda en balance, que además ofrece actualmente una rentabilidad escasa", observa.
La reducción de la exposición de la banca a la deuda soberana encaja con los deseos de los reguladores. El pasado diciembre el BIS, considerado como el banco central de los bancos centrales, publicaba las consideraciones del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea sobre la exposición de la banca a la deuda pública, donde se reconocía "que las exposiciones soberanas conllevan riesgos multidimensionales y que las exposiciones soberanas juegan un papel importante en el sistema bancario, los mercados financieros y la economía en general".
Una regulación en suspenso
Esta visión es la que justifica que desde los organismos reguladores se haya luchado por desincentivar el atractivo para los bancos de mantener deuda en cartera, mediante propuestas como la que implicaría dejar de considerar los bonos soberanos como un activo libre de riesgo y que, por ende, consuma capital. Sin embargo, hasta la fecha no ha sido posible conseguir el consenso necesario para ponerla en marcha. "Hace más de cinco años, los gobiernos se comprometieron a cortar este nudo gordiano, que agravó la crisis financiera de la que Europa se está aún recuperando. No obstante, los progresos han sido limitados", lamentaba recientemente el gobernador del Banco Central de Irlanda, Philip Lane.
Lo cierto es que esta medida no resulta nada sencilla en un entorno como el europeo. Sobre todo, en un momento en que el mercado se prepara para que el Banco Central Europeo (BCE) ponga próximo fin a su programa de compra de deuda (QE), que le ha llevado a controlar, en el caso de España, uno de cada cuatro euros de deuda.
Cuando el banco central inicie su retirada, los Estados necesitarán atraer inversores que suplan la demanda del banco central y, para muchos, contar con el interés de sus entidades nacionales puede ser vital para que los costes de la deuda no se disparen de forma significativa. "En la Eurozona una propuesta de este tipo realimentaría la fragmentación de los mercados financieros que tanto ha costado revertir, y que llegó a poner en peligro la propia pervivencia del euro", advertía hace unos años el responsable de de Sistemas Financieros y Regulación de BBVA Research, Santiago Fernández de Lis, en un artículo en Cinco Días.
Completar la unión bancaria es básico para poder romper el nexo entre el riesgo país y los bancos
Como observa Fernando Rojas, una de las claves para superar el problema de la fragmentación de los mercados sería completar la unión bancaria, a través de mecanismos que permitan cierta mutualización de los riesgos. Pero esta opción ha encallado hasta la fecha en la negativa de países como Alemania "y la crisis de Italia no va a hacer sino frenar cualquier avance que se pudiera esperar en este sentido", apunta el consultor de AFI.
No en vano, desde Julius Baer consideran que, "con el riesgo de una desviación fiscal en Italia en aumento, la resistencia de Alemania contra el proyecto de valores respaldados por bonos soberanos (SBBS) será insuperable". Este proyecto -que consiste, grosso modo, en agrupar bonos de distintos países en un activo que establecería diversos tramos de riesgo- ha sido defendido en los últimos días, entre otros, por el actual gobernador del Banco de España, Luis María Linde, quien considera que podrían ser eficaces a la hora de reducir el sesgo doméstico actual en las tenencias soberanas de los bancos. Pero las últimas turbulencias políticas en Europa podrían dejar en papel mojado ésta y otras medidas similares que pudieran coadyuvar a limitar el flujo de riesgos entre los países y sus bancos.
La tormenta italiana no solo ha vuelto a poner de relieve la perversa conexión entre el riesgo soberano y la banca, sino que amenaza con perpetuarlo. Al menos, hasta que la próxima crisis vuelva a recordar con sus dramas a reguladores y políticos los peligros de mantener ligadas dos cargas tan explosivas.
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