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El Mundial de Rusia es una ruina

Olviden la Plaza Roja, también el Kremlin. El estadio Luhniki -Los Prados, por su cercanía a la curva del río Moscova- será el punto de Moscú más importante del verano. 32 selecciones, con 23 futbolistas cada una, ansían pisar su renovado césped el próximo 15 de julio, cuando se pelee por el título de Campeón del Mundo de fútbol.

El evento, con el que sólo pueden rivalizar los Juegos Olímpicos de verano, será durante un mes el centro de las noticias del mundo. No se sorprendan con que los telediarios comiencen sus emisiones con las victorias del equipo español, por ir avisando a los no aficionados al fútbol para que preparen ya sus tuits con quejas.

Para el Gobierno ruso es una oportunidad de oro. El aparato de márketing del país desplegará las mejores galas para dar una gran imagen al mundo y, de paso, aprovechar el impulso económico que siempre genera una cita así. Sin embargo, las arcas del Kremlim llegarán a finales de julio con menos rublos de los que habían previsto los economistas del comité organizador.

A comienzos de este año 2018 los expertos financieros rusos cifraban en 31.000 millones de dólares, poco más de 26.000 millones de euros, el impacto económico para el país entre 2013 y 2023.

Esas aspiraciones, en cualquier caso, van a ser difíciles de alcanzar por los problemas de imagen que está afrontando el país. La fuga de grandes patrocinadores ha golpeado con dureza a la rentabilidad del evento, pese a que Vladimir Putin se ha puesto en marcha para convencer a los magnates de las gasísticas y petroleras locales de que es el momento de arrimar el hombro. Algo similar pasó en la celebración de los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi en 2014 y las cuentas terminaron por cuadrar.

El comité organizador es consciente de esta circunstancia y, por eso, ha presentado un presupuesto un tanto tramposo. El gasto para organizar el Mundial alcanza los 11.000 millones de dólares, casi 9.500 millones de euros, una cifra que parece corta hasta que se mira la letra pequeña: no está incluida la inversión en la construcción de infraestructuras claves -y muy caras- como algunos estadios, ya que, según Rusia, "se iban a hacer igualmente".

"Impacto limitado"

"Vemos un impacto económico limitado a nivel nacional", explica un informe elaborado por la agencia Moody's sobre la rentabilidad del Mundial de Rusia. Apuntan a un importante crecimiento económico, pero muy limitado en el tiempo por la corta duración -un mes- del evento, criticando la falta de capacidad de las autoridades para prolongar la entrada de dinero a las arcas públicas.

Los analistas de Moody's no son los únicos que lo tienen claro: "La cuestión principal está en saber cuánto tiempo podrá Rusia beneficiarse de las oportunidades derivadas del crecimiento económico gracias a infraestructuras y reconocimiento mundial", asegura en un informe Yaroslav Lissovolik, economista jefe del Banco de Desarrollo Euroasiático.

En cualquier caso, los expertos de la agencia estadounidense sí que apunta a que "el turismo subirá con fuerza", pero señalan que será "una situación que durará poco". "Además, el evento tendrá poco impacto en bancos, compañías y gobiernos, tanto locales como nacionales", explican.

Precisamente el turismo es una de las mayores fuentes de ingresos al organizar un mundial. Ahí Moody's sí que ve una fortaleza, sobre todo "por la depreciación del rublo, que ayudará a todos los visitantes, sobre todo a los de Estados Unidos. Las sanciones norteamericanas contra Rusia hundieron la cotización de la moneda local, y eso va a hacer que los visitantes aumenten el gasto". La agencia señala a Estados Unidos, Francia, Alemania y Reino Unido como los principales países de origen de los aficionados que viajen a apoyar a sus selecciones.

El problema va a estar en los altos precios que van a tener que pagar los turistas. Las autoridades rusas ya han dado un toque de atención a muchos hoteles que estaban subiendo los precios por noche hasta un 5.000% respecto a un día normal. De hecho, el Instituto Gaidar ruso ha advertido "del fuerte peligro de inflación" que se puede provocar por ese aumento de los precios de bienes y servicios relacionados con el turismo.

Huida de los patrocinadores

El reinado de Joseph Blatter al frente de la FIFA acabó el 2 de junio del año 2017, cuando tuvo que dimitir cercado por los escándalos. Tras 17 años como presidente del fútbol mundial, la carrera del suizo acabó con una condena que le impide participar en cualquier actividad relacionada con el fútbol durante ocho años, pena similar a la de Michael Platini, ex presidente de la UEFA y cercano a Blatter.

Años antes de caer, el día 2 de diciembre de 2010, tuvo lugar la votación que fue el principio del fin para Sepp Blatter. En la sede de la FIFA en Zurich se le otorgó el Mundial 2018 a Rusia y la cita de 2022 a Catar, en medio de fuertes polémicas. Tiempo después, el comité de ética del organismo rector del fútbol descubrió múltiples corruptelas, que incluían el pago de dos millones de dólares a una cuenta bancaria cuya titular era la hija de 10 años de un miembro de la FIFA.

El entramado Blatter es otro de los responsables de que esta Copa del Mundo vaya a ser un agujero en las cuentas rusas. "No hay ninguna duda de que el final de la era Blatter ha convertido a la FIFA en una marca tóxica", ha explicado en algunas ocasiones el ex jefe de márketing del Comité Olímpico Internacional (COI) Michael Payne.

La FIFA negocia los contratos de patrocinio para un Mundial en base a tres categorías diferentes. La primera, la más jugosa económicamente, es la denominada como partner. En la anterior edición del campeonato, Brasil 2014, había 20 marcas dentro de este nivel. Ahora apenas quedan la mitad, tras la huida de gigantes como Sony o Emirates.

Sí que se mantienen Adidas, Visa, Kia, o Coca-Cola, y se unen gigantes como la china Wanda, Qatar Airways y la local Gazprom. La entrada de la aerolínea qatarí no es casual, ya que así apoya a Rusia 2018 a cambio de que Gazprom, cuya propiedad es al 50,3% del gobierno ruso, haga lo propio en 2022.

En la segunda categoría también ha descendido el número de marcas. De las ocho que estaban en Brasil quedan para Rusia cinco, después de que Continental, Castro o Johnson & Johnson hayan retirado sus nombres de las vallas publicitarias que rodean el terreno de juego. Las compañías locales, más numerosas pero con menos peso, estarían en el tercer escalón.

Con el 90% de las entradas, alrededor de 2,5 millones de ellas, ya vendidas, el éxito de público está asegurado. El de audiencias televisivas, también: está casi garantizado que los partidos de la Selección Española se convertirán en las emisiones más vistas del año. El futbolístico, habrá que verlo. El económico, sin embargo, apunta a fracaso total.

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