Anunciar el fin de los estímulos y que tu mensaje sea entendido como una garantía de que las condiciones monetarias seguirán siendo laxas. Lo que hace apenas unos trimestres podría haber sonado como un imposible es lo que ha logrado en la tarde este jueves el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, durante su intevención en Riga (Letonia), tras la reunión del Consejo de Gobierno de la institución.
Draghi ha señalado al mercado el camino de salida. Más de tres años después de iniciar el programa de compra de deuda (QE), con el que ha inyectado alrededor de 2,5 billones de euros en el sistema monetario europeo, la institución ha fijado el próximo mes de diciembre como la fecha en la que, si todo transcurre como es previsible, llegará a su fin.
Este anuncio llega en un momento de cierta incertidumbre para la economía europea. No en vano, así lo precisó el italiano, que estuvo acompañado en su comparecencia por el flamante vicepresidente del BCE, Luis de Guindos: hay un "incremento incuestionable" de las incertidumbres geopolíticas, reconoció Draghi, quien se refirió, entre otras cuestiones, a la creciente amenaza del proteccionismo impulsado por el presidente estadounidense, Donald Trump. Y para reforzar esta idea, la institución rebajó de forma ostensible, hasta el 2,1%, sus previsiones de crecimiento en la Eurozona en 2018, que hace apenas tres meses había situado en el 2,4%.
Sin embargo, el BCE confía en que la debilidad reciente de los datos de actividad en Europa se deba a factores temporales que, en todo caso, son "aún consistentes con un crecimiento sólido y amplio". Tanto que, con el apoyo de unos precios de la energía más elevados, el banco central pronostica ahora que la inflación subirá en 2018 hasta el 1,7% (frente al 1,4% estimado previamente), para mantenerse en esos niveles los dos años sucesivos. "El Consejo de Gobierno ha visto un progreso sustancial hacia el ajuste sostenido de la inflación", comentó Draghi.
Y ni siquiera las amenazas políticas internas ponen nervioso al presidente del BCE, quien aseguró que los últimos acontecimientos en Italia no han generado un riesgo notorio de contagio al conjunto de la Eurozona. Para el banquero trasalpino resulta innecesario plantear los riesgos de una ruptura del mercado monetario común porque, según insistió, el euro no admite vuelta atrás. "Es irreversible porque es fuerte, la gente lo quiere y no es beneficioso para nadie discutir la existencia del euro", apuntó.
El BCE se muestra confiado en que la inflación se dirige a medio plazo hacia los niveles objetivos
Draghi aprovechó para recordar las amenazas que golpearon a la región en sus primeros tiempos al frente del BCE para observar que entonces "el marco institucional del euro no estaba tan desarrollado como lo está hoy. Ahora tenemos varias salvaguardas nuevas".
Con estas garantías, el BCE se ha sentido confiado para emprender el camino de la normalización, pero de tal modo que lejos de asustar al mercado ha infundido una confianza adicional en que mantendrá su respaldo por un periodo prolongado. La mejor prueba de esto la concedía el euro, que caía súbitamente más de un 1%, desde niveles superiores a los 1,18 dólares, hasta situarse por debajo de los 1,17. La entrada de dinero en el mercado de deuda y la tranquilidad de las bolsas refrendaban esta idea.
La clave de esta reacción del mercado hay que buscarla en el anuncio de que el BCE no espera elevar los tipos de interés al menos hasta el verano de 2019. "El del BCE es un mensaje bastante cauteloso. Al decir que el QE terminará este año, pero sin señalar una cifra exacta de incremento de tipos al menos hasta el próximo verano, el señor Draghi está dando una mano y retirando la otra. En esta etapa, se ha comprometido a esperar, como poco, hasta la segunda mitad del año que viene para elevar tipos. Esto dará comodidad a los mercados pero tenemos que tener en cuenta que en este momento es solo una guía y no una garantía", apunta Patrick O'Donnell, director de inversiones senior de Aberdeen Standard Investments.
Por si fuera poco, el presidente del banco central también quiso recordar a los inversores que cualquiera de las medidas anunciadas, incluida la extinción de las compras de deuda, dependerá de la evolución de los datos económicos y que, en cualquier caso, el BCE está preparado para usar cualquier herramienta -incluido, obviamente, el QE- para enfrentarse a cualquier amenaza que surja en su camino.
La retirada ya tiene una senda marcada. Pero Draghi no parece dispuesto a dar un paso en falso que eche por tierra tantos años de esfuerzos.
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