Economía

Los tentáculos de Amazon y Alibaba en la prensa

Los tentáculos de Amazon y Alibaba en la prensa
Portada 'The Washington Post' el día de su venta.

El año 1963 no fue fácil para Katharine Graham, aunque ella todavía no sabía que su éxito personal comenzaba entonces. Su marido, Philip Graham, acababa de suicidarse en el baño de su granja de Virginia tras 23 años de matrimonio, dejando esposa e hija.

Criada en una familia rica de Nueva York, Katharine tuvo que arremangarse y coger las riendas del negocio familiar: dirigir The Washington Post, uno de los periódicos más importantes de Estados Unidos y de todo el mundo.

Su padre Eugene se quedó con el diario el 1 de junio del año 1933 cuando, acuciado por las deudas, The Post había declarado la bancarrota y estaba siendo subastado para quedar en manos del mejor postor. Ahí fue donde apareció la familia Graham, para salvar la cabecera y convertirla en una referencia mundial.

Kay, como apodaban a Katharine, se convirtió entonces en una mujer orquesta y lideró al periódico durante el momento más importante de su historia: la publicación de la investigación del Watergate, a cargo de Bob Woodward y Carl Bernstein, que provocó la dimisión del entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon. A día de hoy, Nixon sigue siendo el único comandante en jefe estadounidense que ha presentado su renuncia al cargo.

Un logro de tal alcance llevó al periódico a la primera línea. En el año 1993 se alcanzó el pico de ventas, con 832.332 ejemplares diarios en circulación, con las finanzas robustas la plantilla superó incluso los 1.000 empleados según se acercaba el cambio de siglo.

Katharine falleció el 17 de julio del año 2001, después de llevarse el premio Pulitzer de 1998 por sus memorias tituladas Historia Personal. No tuvo que ver, por tanto, los peores momentos de la cabecera que tanto mimó.

Cambio de rumbo

En el año 2013 las cuentas de The Washington Post no podían más. La plantilla se había reducido casi a la mitad, con apenas 640 supervivientes en la redacción y su cuartel general, en el 1150 de la calle 15 al noroeste de la capital, en serio peligro.

Por suerte, Donald Graham, el presidente al que le tocó afrontar tiempos opuestos a los Katharine, tenía un amigo con músculo financiero para salvar la histórica cabecera. Tras un par de reuniones, Graham convenció a Jeff Bezos, fundador de Amazon y el hombre más rico del mundo, para que desembolsara 250 millones de dólares, poco más de 210 millones de euros, para poner a su nombre el periódico.

Bezos aceptó, con la condición de que el dinero saldría de su propio bolsillo y no de las arcas de Amazon, que no tendría nada que ver en la operación. Sin embargo, la conexión entre el creador y la creación es casi indistinguible.

Además de quedarse con The Post, Bezos puso a su nombre otras seis cabeceras de la potente cabecera regional estadounidense y otras tres revistas. El desembarco fue total, dado el poder con el que cuentan esos pequeños diarios dentro de un país tan inabarcable.

"No tengo ni idea de cómo llevar un periódico", dijo Bezos poco después de la compra del histórico diario. "Pero sí sé cómo funciona internet y ese, combinado con la estabilidad financiera que puedo aportar, es el motivo por el que he comprado The Post", sentenció el magnate, que ni siquiera estuvo presente en la redacción el día que se hizo efectivo el cambio de poder.

Una de sus primeras decisiones fue ofrecer a los usuarios de las tabletas Kindle, que fabrica y vende Amazon, seis meses de suscripción gracias a The Post a través de la aplicación, una oferta renovable por otro medio año por apenas un dólar.

Bezos aprovechó el peor momento del sector mediático para hacerse con una cabecera que, sin importar sus ventas, tiene un enorme poder de influencia sobre el centro de poder estadounidense, y eso es el equivalente a decir que tiene influencia sobre el mundo occidental. Y eso es algo que Amazon, por muchas tablets que venda, no puede conseguir.

Una estrategia imitable

En el año 2009, volviendo de nuevo al peor momento de la crisis mundial en general y de la prensa en particular, la cabecera china Caijing decidió despedir a su editor jefe, Hu Shuli, y a gran parte de su equipo.

Todos juntos se marcharon al grupo Caixin Media, un entramado chino con fuerte presencia en el gigante asiático con un buen grupo de cabeceras bajo su mando. Su capacidad es tan grande que incluso cuentan con una participación en el Manchester City de Guardiola y con Comparative Studios, una joint venture con la hollywoodiense Warner Brothers.

Si en Estados Unidos ha sido Bezos con The Post, en China han sido Alibaba y Tencent con el grupo Caixin Media. La primera de las dos gigantes asiáticas es un marketplace al que bien se podría calificar como el Amazon local, mientras que el segundo tiene tentáculos por todas partes, desde la prensa hasta las aplicaciones para dispositivos móviles.

Entre Tencent y Alibaba suman una capitalización de 800.000 millones de dólares, casi 685.000 millones de euros, y tienen una potencia dentro del continente asiático que les permite liderar una ronda de financiación para Caixin Media de 1.300 millones de euros.

De esta manera se quedan entre ambas con una participación importante dentro de un grupo cuyo valor total se eleva ahora hasta los 5.200 millones de euros, y seguirá compitiendo en en el difícil entramado mediático chino.

¿Qué buscan con este inversión?

Ya es habitual que los poderes económicos intenten controlar las opiniones de la prensa, por no hablar de los poderes políticos, tal y como se está viendo en España con la polémica para reemplazar la cúpula de Radio Televisión Española (RTVE).

Amazon o Alibaba son gigantes que facturan miles de millones de dólares y cuya influencia dentro del creciente comercio electrónico es enorme, pero que no pueden evitar titulares negativas que poco a poco están minando la buena opinión que suele acompañar sus servicios.

En Estados Unidos el avance de Amazon, que ya se ha comprado una cadena de establecimientos físicos y que quiere implantar los supermercados sin necesidad de cajeros o cajas, parece imparable y eso no gusta a todos.

Mientras, en Europa, los sindicatos de sus principales centros de almacenaje y distribución se organizan para pelear por sus derechos laborales y ya tienen planeada una huelga para reventar el día de mayor facturación de todo el año, el Prime Day que tendrá lugar el próximo 16 de julio.

Está claro que Jeff Bezos no se va a presentar en la redacción del Washington Post para reclamar cuentas por un artículo que no acabe de gustarle hablando de Amazon o cualquiera de sus otras aventuras empresariales, pero también es cierto que habrá ocasiones en las que pueden surgir ciertas dudas en momentos en los que una empresa ajena al ambiente mediático es la propietaria de un periódico.

Con el paso del tiempo este tipo de situaciones serán cada vez más habituales. Ahora mismo los gigantes empresariales disfrutan de un momento dulce, mientras que los medios de comunicación viven una crisis identitaria y financiera. Su valor está en mínimos pero, en muchos casos, su influencia se mantiene intacta. Y eso los hace muy, muy atractivos.

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