La política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) tiene ya un rumbo claramente definido. En su última reunión, la celebrada el pasado mes de junio, la institución puso fecha a sus pasos clave hasta, al menos, el verano de 2019: reducción a la mitad de las compras de deuda el próximo mes de septiembre; finalización del programa en diciembre; y subida de tipos en algún momento inconcreto a partir del verano del próximo año.
Es cierto que estos planes aparecían entonces -y aún hoy- condicionados a la evolución de los datos económicos en la Eurozona, pero éstos parecen apoyar las intenciones del banco central, a tenor de las palabras de su presidente, Mario Draghi, que este jueves se mostró confortado por la estabilización del crecimiento y la reducción de las incertidumbres en torno a la inflación. Y, además, la posibilidad de un acuerdo entre Europa y Estados Unidos que evite la confrontación comercial reduce una de las principales amenazas a las que se enfrentaba la región
Así, Draghi pudo presentarse este jueves ante los medios con la sensación de los deberes hechos, repitiendo el mismo mensaje planteado hace escasas seis semanas. "Casi nadie se habría dado cuenta si el personal de comunicación del BCE simplemente hubiera reproducido la cinta de la reunión de junio en el canal de transmisión en vivo", ironizó el economista jefe de ING en Alemania, Carsten Brzeski. Ese repetitivo mensaje venía a recalcar la validez de lo realizado hasta la fecha, pero también la necesidad de medidas adicionales que afiancen los logros obtenidos a lo largo de estos años de denodada lucha contra la crisis. Y esas tareas pendientes, más que suyas, son obligaciones de otros. De los políticos europeos a los que viene demandando desde hace años que no aplacen sine die las reformas necesarias, confiados en el apoyo sempiterno del banco central.
"A fin de obtener todos los beneficios de nuestras medidas de política monetaria, otras áreas políticas deben contribuir de manera más decisiva a aumentar el potencial de crecimiento a largo plazo y reducir las vulnerabilidades. La aplicación de las reformas estructurales en los países de la zona euro debe intensificarse sustancialmente para aumentar la resiliencia, reducir el desempleo estructural y aumentar la productividad y el potencial de crecimiento de la zona euro", subrayó, con un mensaje cuya repetición comparecencia tras comparecencia es la prueba más evidente del escaso éxito que ha cosechado hasta la fecha.
Draghi mantiene sin variación su plan de finalizar las compras de deuda el próximo mes de diciembre
Entre los persistentes reclamos de Draghi a los Gobiernos europeos ha sido común en los últimos tiempos su demanda de unas políticas fiscales menos austeras y sí más proclives al crecimiento. Y esta ocasión no fue una excepción: "Todos los países se beneficiarían de la intensificación de los esfuerzos para lograr una composición de las finanzas públicas más favorable al crecimiento", observó.
Pero el banquero italiano quiso dejar claro que estas palabras no suponen una invitación a olvidarse de la necesidad de proseguir en los ajustes que equilibren las cuentas de los Estados con unas finanzas más débiles. Como si se tratara de una advertencia a los planes de gasto de los nuevos gobiernos de España e Italia, Draghi recordó que "el actual crecimiento de amplia base exige reconstruir los colchones fiscales", subrayando que "esto es particularmente importante en países donde la deuda pública sigue siendo alta". A esto añadió el reclamo de "una aplicación completa, transparente y coherente en el tiempo y en todos los países del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y del procedimiento de desequilibrio macroeconómico", que son precisamente los que marcan los criterios de reducción del déficit que recientemente ha decidido aminorar el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez.
Así pues, Draghi dejó claras, cuáles, en su opinión deben ser las prioridades de los Gobiernos europeos: primero, resolver los desajustes, una tarea "esencial para aumentar la resiliencia de la economía de la zona euro"; luego, y solo cuando la primera condición se haya cumplido, dejar a un lado la austeridad para favorecer una política fiscal expansiva. Una receta que, unida a las medidas puestas en marcha por el BCE deberían permitir a Europa dejar atrás un periodo extraordinario marcado por una profunda crisis que llegó a poner en cuestión la propia supervivencia de la Eurozona.
Precisamente, este jueves se cumplen seis años de la famosa promesa de Draghi -"haré todo lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme será suficiente- y el banquero italiano tiene ya marcado claramente su rumbo para poder dar por concluida aquella misión. Sólo le falta convencer a los políticos de que completen su tarea. Aunque esa parte quizás sea la más complicada de todas.
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