Un nuevo impacto sobre la delicada salud de Turquía. A golpe de tweet, el presidente estadounidense, Donald Trump, ha indicado este viernes su intención de duplicar los aranceles aplicados a las importaciones de acero y aluminio turcos. "Acabo de autorizar doblar los aranceles al acero y el aluminio con respecto a Turquía, ya que su moneda, la lira, cae con rapidez en relación a nuestro muy fuerte dólar", ha escrito en la red social para apuntar que las nuevas tarifas serán del 20% para el aluminio y del 50% para el acero. "Nuestras relaciones con Turquía no son buenas en este momento", ha reconocido.
I have just authorized a doubling of Tariffs on Steel and Aluminum with respect to Turkey as their currency, the Turkish Lira, slides rapidly downward against our very strong Dollar! Aluminum will now be 20% and Steel 50%. Our relations with Turkey are not good at this time!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) August 10, 2018
El desafío de Trump no hace sino agravar la tensión en torno a un país que sufre este viernes un nuevo descalabro de su divisa, la lira, que pierde cerca de un 14% de su valor frente a la moneda estadounidense. Aunque para Turquía las importaciones de acero y aluminio no representan una parte sustancial de su comercio internacional, el mensaje de Trump no hace sino evidenciar las dificultades que atraviesan las relaciones entre ambos países, que se han sumido en las últimas semanas en un intercambio de sanciones en medio de una polémica por la detención por las autoridades turcas de un religioso estadounidense, acusado de vínculos con el terrorismo.
Estos problemas llegan a Turquía en el peor momento. La desconfianza inversora, reflejada en el hundimiento de su divisa -ha perdido más de un 30% desde el inicio del año-, agrava las debilidades de un país afectado por un elevado déficit exterior, que hace fundamental para el país obtener financiación extranjera. Pero en un entorno ya difícil, por las políticas monetarias más restrictivas en Europa y, especialmente, en Estados Unidos, los crecientes temores de los inversores no hacen sino agravar el problema. Las prometedoras cifras de crecimiento de Turquía se ven hoy más comprometidas que nunca.
Estados Unidos duplicará las tarifas a las importaciones de acero y aluminio de Turquía
En este contexto, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha comparecido este viernes para denunciar que el país está siendo víctimas de "ondas financieras internacionales", sugiriendo que éstas se deben a la acción de intencionada de otros países con los que "nuestras relaciones han llegado a un punto irreparable".
El líder turco, cuyo creciente poder es visto como uno de los factores que más dudas generan entre los inversores, ha asegurado que el país carece de "problemas económicos reales", por lo que "no perderemos esta guerra económica". En su opinión, "esto es una lucha nacional. Podemos tener dificultades durante un par de días, pero las superaremos". Tras esto, Erdogan ha animado a los ciudadanos turcos a "cambiar por liras los dólares y el oro que tengamos bajo el colchón".
"Turquía no es un caso clásico. El crecimiento económico es fuerte. Por lo tanto, es fácil para el gobierno afirmar que los problemas son el resultado de algún tipo de conspiración extranjera", comenta Han de Jong, economista jefe de ABN Amro.
Pero el mensaje del presidente turco no ha tenido éxito a la hora de calmar la tensión de los mercados. La bolsa y la deuda turca sufrían este viernes castigos severos y las tensiones se trasladaban a compañías europeas con negocios en el país, como BBVA, cuyas acciones sufrieron un revés superior al 5%, al tiempo que su filial turca, Garanti, sufría un nuevo tropiezo de calado. "El discurso del presidente Erdogan careció de cualquier forma de compromiso con los mercados internacionales y se hizo eco de un sentimiento de desafío y nacionalismo, ya que estaba decidido a no caer preso de los lobbies de los tipos de interés. Creía que la crisis podría ser resuelta mediante medidas locales y sacrificios por parte de los ciudadanos para intercambiar sus tenencias de oro y moneda extranjera por la lira turca", apunta Aneeka Gupta, analista de WisdomTree.
El discurso de Erdogan no ha logrado calmar a los inversores, que siguen reclamando medidas contundentes para frenar la crisis
Tampoco el yerno de Erdogan, el ministro de Hacienda, Berat Albayrak, se ha mostrado demasiado transparente sobre el nuevo modelo económico que tiene previsto levantar el Gobierno turco y se limitó a citar una serie de prioridades: "una fuerte lucha contra la inflación", "disciplina fiscal con un Ministerio de Hacienda mucho más estricto" y "reducción del déficit por cuenta corriente".
Asimismo, quiso salir al paso de los temores a que Erdogan y su gobierno estén limitando la independencia del Banco Central de Turquía, del que se cree que debería actuar con contundencia para frenar el desplome de la moneda, pero se teme que no lo haga por la oposición del presidente turco. "Uno de nuestros principios fundamentales es establecer la completa independencia de la política monetaria", apuntó Albayrak.
Pero el mercado parece demandar algo más que palabras y a Turquía se le podría estar agotando el tiempo para refrenar una crisis que puede acabar teniendo repercusiones muy serias para el futuro del país. "Todavía creemos que Turquía puede salir de esta situación precaria por sí misma y encontrar la financiación necesaria voluntariamente, pero la posibilidad de que el país se vea obligado a buscar el apoyo del FMI es significativa", comenta De Jong. Llegados a ese punto "las negociaciones con el FMI serán, sin duda, difíciles, ya que el Fondo probablemente buscará ajustes de política que el presidente Erdogan no estará dispuesto a emprender".
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