Desde hace 28 años hay en Madrid una suerte de calle de casi un kilómetro sin nombre y sin asfaltar muy próxima a la Plaza de Toros de Las Ventas que lleva todo ese tiempo convertida en un inmenso aparcamiento improvisado. Permite a los conductores eludir el pago de la zona azul, cuando no es un picadero o un lugar donde consumir drogas. Antes de 1990 sí era una calle más del Barrio de La Elipa con sus aceras y su calzada. Y sí tenía nombre, Ricardo Ortiz Posterior, que es la denominación que todavía manejan los empleados más veteranos de Correos. Entre las calles de Cyesa, San Emilio y la mencionada Ricardo Ortiz. Paralela a la M-30.
El año clave es 1990, cuando Párking San Marcelo S.A., una empresa quebrada en 2011, empezó silenciosamente las gestiones para levantar un aparcamiento subterráneo. Los vecinos no lo querían y ahí empezó una batalla vecinal y judicial que podría terminar el año que viene, si el ayuntamiento que gobierna Ahora Madrid cumple con su palabra de rehabilitarla. A San Marcelo SA solo le dio tiempo a una cosa antes de entrar en liquidación: a destrozar el pavimento con maquinaria pesada y a vallar casi todos los accesos al solar, vestigios que hoy todavía permanecen. Prueba de ello es el cartel con el teléfono de la empresa y sin prefijo 91 de Madrid, como a la antigua usanza.
"Yo me vine en 1983 en busca de tranquilidad y espacio para mi empresa de distribución de productos sanitarios", cuenta Mariano García, vecino ilustre de la zona. "Tenía la empresa en una zona privilegiada de Castellana, por Cuzco, pero transportar desde allí era un jaleo. Los siete primeros años fueron maravillosos para mi negocio".
De la decena de personas consultadas, solo este empresario jubilado recuerda la calle como una vía de paso, sin vallas. "Llevo 19 años y el callejón -otro de sus apodos- estaba igual que ahora", dice José Luis Serrano, dueño del Bar Serrano, cuya entrada da a las calles "con nombre". "¿Seguro que lo van a arreglar? No me lo creo", desconfía.
Concejal escoltado
Todo arranca el 17 de junio de 1990. Ese día se concedió la licencia para el aparcamiento bajo tierra y empezó el calvario vecinal. En verano de aquel año la firma Párking San Marcelo SA -creada expresamente para la obra del subterráneo- instaló silenciosamente vallas, contrató vigilantes que impidieran a los vecinos el acceso a su antigua calle y metió maquinaria. Un día los vecinos se dieron cuenta de que no podían entrar. Lo mismo con la decena de locales comerciales, ahora reducidos a dos o tres establecimientos de chapa y pintura o tapicería. Todo el pavimento se fue al garete y nunca más se reasfaltó.
Entretanto los vecinos se movilizaron porque querían que todo siguiera como estaba y porque no se fiaban de las intenciones de la privada. Varios apuntan a que la constructora actuó conchabada con el entonces delegado de Urbanismo, el centrista Fernando López-Amor, ex director general de TVE de 1997 a 1998. "Durante décadas estuvo en estado de abandono y pretendieron realizar un párking subterráneo en el mismo, obteniendo licencia para ello. Entonces era el PP quien estaba en el Gobierno municipal", precisan portavoces del distrito de Ciudad Lineal.
Entonces militante del CDS de Adolfo Suárez, López-Amor tuvo que salir escoltado de una reunión de la Junta de Distrito de Ciudad Lineal en 1991: mientras el Ayuntamiento pretendía tranquilizar a los residentes con que las obras se paralizarían (quedaban cuatro meses para las elecciones municipales, que ganaría el popular José María Álvarez del Manzano), varios camiones habían penetrado en el recinto y descargaron cemento con la intención de proseguir las obras. "Recuerdo que fui el primero que me tumbé frente a la máquina e indiqué a su conductor: 'Si quieres picar, pica sobre mí'", evoca Mariano García. También cortaron la M-30.
Victoria en el Supremo
La empresa retrocedió y abrió la vía judicial que, como siempre, fue larga y tediosa: el 17 de julio de 2002 la Sala Tercera de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo resolvió una denuncia interpuesta en 1997 contra el nuevo aparcamiento. Y en febrero de 2011 la misma sala ratificó el veredicto. La sociedad se disolvió, pero habían pasado más de 20 años desde la concesión del párking y Ricardo Ortiz Posterior se había convertido en un descampado: por allí pasó la heroína en su apogeo, la prostitución, insalubridad, ratas...
Transcurridas dos décadas, los vecinos no se conformaron con que no hicieran un párking privado: estaban hartos de vivir en un solar donde todavía hoy hay contabilizados hasta 11 coches abandonados, según los servicios municipales. En 2012 y en 2014 el PSOE pregunta al ayuntamiento de Ana Botella por el callejón olvidado. En mayo de 2015 se produce la victoria de Ahora Madrid y la situación da un vuelco relativo.
Hugo Poveda es el vecino que ha movilizado de nuevo al barrio para que Ricardo Ortiz Posterior vuelva a surgir, quizás con un nuevo nombre. Su propuesta estuvo entre las más votadas del distrito en los desconcertantes Presupuestos Participativos de 2016 y 2017 promovidos por el equipo de Manuela Carmena. "En diciembre [pasado] nos llamaron de la Junta Municipal de Distrito y nos dijeron que la propuesta entraba dentro de las ganadoras de los presupuestos", comenta Poveda. La parcela fue expropiada por la administración local y parecía que se avanzaba. "Pero entonces llegamos a enero sin noticias de las obras, después febrero, marzo, abril... y en mayo nos hartamos de esperar".
Poveda, cuyas ideas están más próximas al actual equipo de Gobierno, y sus compañeros de fatigas se pusieron en contacto con partidos de la oposición y con medios locales, y así Begoña Villacís (Ciudadanos) acudió al descampado, al igual que José Luis Martínez Almeida (PP). A partir de ahí todo fue más rápido, como prueba el compromiso adquirido por Cibeles: "El Área de Gobierno de Desarrollo Urbano Sostenible (Urbanismo) ya tiene prevista la obra que se hará con carácter preferente con cargo al presupuesto de 2019", matizan desde el ayuntamiento. "Mientras, el distrito está trabajando con su equipo de actuación distrital en la parcela, limpiando, desbrozando y tapando los baches, como arreglo temporal hasta que empiece el definitivo en unos meses. Están trabajando en estos momentos para tenerlo listo antes del fin de agosto".
Limpiar y cubrir baches
Efectivamente, estos días pueden verse operarios de peto amarillo por la zona. No son subcontratas del Ayuntamiento de Madrid: se trata de una ONG, El Olivar, que con la ayuda de personas con riesgo de exclusión -muchas de ellas de origen inmigrante-, han limpiado ya el callejón y están tapiando los baches, tan temidos por los coches. El Olivar se encarga de explicar a los vecinos qué es lo que se está haciendo. Después de 28 años muchos no dan crédito.
La ONG ha sido contratada mediante el pliego de colaboración público social, que promueven las juntas de distrito desde la llegada de Carmena. "Ojalá la obra se haga cuanto antes", implora el venezolano Luis Alarcón, cuyo negocio de tapicería de automóviles es uno de los pocos que quedan. "Muchos coches de clientes se niegan a aparcar aquí porque se destrozan los bajos con los baches". Coinciden con Alarcón la vecina Araceli Fernández y el vecino Antonio Rodríguez en que el proyecto se termine cuanto antes: ninguno de los tres sabe que aquí antes había una calle normal, no una fantasma sumida en el abandono.
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