El último gran banquero español de la vieja guardia cuenta los días para despedirse del único y gran despacho -con gimnasio y sauna incluidos- que alberga en Madrid el edificio de La Vela, sede de BBVA. Francisco González (Chantada, Lugo. 1944), el ejecutivo que amasó su poder con ademanes de político, apura su mandato como presidente del segundo grupo financiero español, siempre a la sombra de Santander. Es la cuenta pendiente que tiene abierta al retirarse. Los más de 80 millones de euros que se embolsó en 2009 cuando cobró por adelantado su pensión no alivian el escozor de ser siempre el segundo de la clase -muy poderoso, pero segundo al fin y al cabo-, tras Emilio Botín, el banquero de banqueros.
Lo sabe el círculo más próximo de FG, como se le conoce en el mundo financiero. Francisco González deberá abandonar pronto su cargo por unos estatutos que acepta con resignación, pero sin ninguna ilusión. En octubre del año que viene cumplirá 75, la edad maldita que le inhabilita para mantenerse en la cúpula del grupo que vio nacer un 18 de diciembre de 1999, cuando las juntas de BBV y Argentaria aprobaron su fusión.
Desde entonces, BBVA se ha convertido en una de las mayores entidades del mundo con casi 700.000 millones en activos, 75 millones de cllientes, 131.000 empleados y 8.000 oficinas en una treintena de países. Tiene una posición de liderazgo en el mercado español, es la mayor institución financiera de México y cuenta con franquicias en América del Sur y la región del Sunbelt en EEUU. La entidad, que vale 36.000 millones en bolsa, es también el primer accionista de Garanti, en Turquía, un mercado que atraviesa horas bajas pero en el que ha experimentado un importante crecimiento en los últimos años.
Es uno de los inversores de Seaya Ventures, el fondo de inversión que fundó en 2013 su hija Beatriz
"Ambicioso, megalómano y entregado al banco", en palabras de algunos de sus colaboradores, FG ha cambiado en dos ocasiones los estatutos del grupo para prolongar su mandato 10 años más de lo que le correspondería. Pero el plazo se agota y el anuncio oficial de su relevo se perfila en el corto plazo. De hecho, el banquero se está planteando anunciar la fecha de su despedida en la próxima reunión del consejo de administración.
Si el guión se cumple, Carlos Torres-Vila se convertirá en el nuevo presidente ejecutivo. Tres nombres suenan ya centro del banco como favoritos para convertirse en consejero delegado: Ricardo Forcano, Juan Asúa y Jorge Sáenz-Azcúnaga.
La llegada del propio Torres-Vila a la presidencia de BBVA está estrechamente ligada a la amistad entre Manuel Pizarro y Francisco González. El ex presidente de Endesa -y actual consejero de El Corte Inglés- recomendó a FG incorporar al ex McKinsey a sus filas. Una década después de su debut en el banco como director de Estrategia y Desarrollo Corporativo, llegará a lo más alto de la cúpula directiva.
El día que Torres-Vila sea nombrado presidente, arrancará la nueva vida de González. Concluirá una etapa para uno de los directivos con más proyección internacional que ha tenido la banca española, "adicto al trabajo, agotador y no especialmente simpático, aunque muy amigo de sus amigos", recuerdan algunos de sus colaboradores. La mañana que se estrene como jubilado, probablemente, saldrá de su casa en la urbanización de El Viso e irá a ver a sus nietos. O quizá se dirija al club de golf de La Moraleja, donde es habitual verle muchos viernes. Su hándicap -como la eficiencia, mejor cuanto más baja- es de 15,8; un nivel inferior al de banqueros adictos como Rodrigo Echenique, Jaime Guardiola, Emilio Saracho o Jordi Gual, pero superior al de Ana Botín o Joaquín Ayuso.
Es habitual del club de golf de La Moraleja. Su hándicap es inferior al de banqueros como Echenique o Guardiola, pero superior al de Ana Botín
No es el único hobby habitual del banquero. Al contrario, también siente -y mucho- los colores blancos del Real Madrid desde su asiento en el Bernabéu. Suele realizar un viaje al año para esquiar a los Dolomitas y es aficionado a la caza mayor. Entretanto, saca tiempo para impulsar nuevas aventuras empresariales, con Seaya Ventures a la cabeza.
El fondo que fundó en 2013 su hija Beatriz tiene al presidente de BBVA entre sus inversores. Cuenta con unos activos totales bajo gestión de 160 millones e invierte en empresas de Internet y tecnología en sus fases iniciales y de crecimiento, tanto en España como en Latinoamérica. Entre las compañías en las que ha invertido destacan Cabify, Glovo, Spotahome y Yogome.
Tras toda una vida en el sector financiero y más de 20 años en BBVA, sus colaboradores destacan, pese a su carácter aparentemente hosco, la gran ilusión que muestra por pasar tiempo con sus nietos. Como todo abuelo jubilado que se precie. Hace unos años, de hecho, adquirió un gran solar en Guadalmina (Marbella) donde está construyendo una gran vivienda para toda su familia.
Lo que sí echará de menos, además del poder que se evaporará al dejar de ser uno de los mandamases de la banca, es su jet privado. "Hace años que no sube a un avión comercial. A todos los sitios se desplaza en su avión privado", comentan quienes lo conocen.
En fin de la antigua banca pública
El adiós de González cierra un capítulo en la banca de España. El directivo encarna el fin de la antigua banca pública en España, al frente de la privatización de Argentaria durante el primer Gobierno de José María Aznar. Argentaria, junto a Telefónica, Repsol y Endesa, Tabacalera, Gas Natural y Red Eléctrica, permitieron al Estado ingresar con su venta más de 30.000 millones de euros a finales de los 90. Rodrigo Rato, ministro de Economía entonces, flanqueado por su secretario de Estado Luis de Guindos, colocó a González al frente de Argentaria en mayo de 1996. Y así se convirtió en protagonista de la muerte de la banca pública y en artífice de los primeros pasos de la banca privada.
González aceptó la presidencia con 51 años y una cuenta corriente con muchos ceros. Ya era millonario, no necesitaba trabajar, pero sí necesitaba el poder. Un año antes había vendido al banco americano Merrill Lynch su firma de inversión FG Valores y Bolsa por 3.700 millones de pesetas (30 millones de euros). En ese momento, como él mismo ha relatado en más de una ocasión, dudaba sobre qué hacer, más allá de jugar al golf con la satisfacción de completar los hoyos los días laborales.
"Después de vender mi empresa, sabía que iba a hacer cosas, pero no cuáles. Una sí: jugar más al golf, que es mi pasión. Conseguí jugar lunes, martes, miércoles y jueves, y el viernes empecé a darme cuenta de que eso me creaba una cierta insatisfacción. Fue, a finales de abril, cuando me llamó el Gobierno para dirigir Argentaria. Si me lo hubieran ofrecido dos semanas antes, hubiera dicho que no. No entraba en mis planes dirigir un banco después de haber trabajado durante 31 años", relató el propio González en una entrevista publicada en XLSemanal.
Antes de asumir la presidencia de Argentaria había vendido su firma de valores por 3.700 millones de pesetas
El ejecutivo asumió entonces la copresidencia del recién creado BBVA junto a Emilio Ybarra, presidente de BBV. Ambos compartieron la bicefalia del grupo hasta la salida de Ybarra, obligado a dimitir por irregularidades contables y desvío de dinero a paraísos fiscales. Ante el estupor de la clase dirigente vizcaína, que vio cómo un plebeyo, un advenedizo en el sector financiero se hizo en 2002 con el poder absoluto del que durante 150 años había sido el bastión del poder económico y político de la oligarquía vasca. Por vez primera en la historia, ningún Ybarra ni Ampuero formó parte del consejo de administración del BBVA, y las grandes familias del barrio de Neguri se vieron excluidas de la dirección del banco.
Durante los más de 15 años que han pasado desde entonces, BBVA ha sufrido una trasformación radical con FG al frente y, antes de Carlos Torres-Vila, José Ignacio Goirigolzarri y Ángel Cano como consejeros delegados. Dicen las malas lenguas que cuando brillaban más de la cuenta, FG prescindía de ellos temiendo perder protagonismo. FG lleva BBVA en las venas, como Botín era dueño y señor de Santander. La marcha del banquero gallego supone un hito en la historia de la banca. El último gran banquero de la vieja guardia deja paso a una nueva generación cuyo reto es hacer de nuevo rentable un sector que aún está lamiéndose las heridas de la más cruenta crisis financiera y donde el futuro pilota en torno a la tecnología. Precisamente la innovación ha sido una de las obsesiones de FG, pero será el designio de otros aplicarla para seguir haciendo de BBVA uno de los referentes de la banca a nivel mundial.
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