Lleva siendo alcalde casi media vida. No es un decir. Llegó al cargo con 30 años, de eso ya han pasado 23, y ahí sigue. Compagina el puesto como edil con su taller de forja y una granja de cerdos, dos de los contados negocios que hay en el pueblo. Un pueblo que es pequeño, en el que “hay poco que ver” –según reconocen los propios vecinos-, pero que se ha hecho famoso. Y el alcalde casi casi también.
De sus más de dos décadas como primer edil de Villar de Cañas, en Cuenca, han sido los últimos ocho años los más intensos. José María Saiz, del Partido Popular, decidió en 2010 –“con el apoyo de todo el pueblo”, subraya- postular al municipio para que allí se construyera el almacén en el que se guardarán durante 60 o 70 años los residuos radiactivos de todas las centrales nucleares.
Ocho pueblos españoles se disputaban que en sus tierras se levantara un cementerio nuclear. El premio: inyección de dinero público durante décadas, empleo durante la construcción, empleo durante las décadas en funcionamiento, actividad económica aledaña… y eso en la España de la crisis.
“Lo pedí porque el pueblo se moría”, explica el alcalde. Y ese peligro persiste, dice. El suyo es un pueblo de poco más de 400 habitantes (algunos sólo de fin de semana) y bajando, con una población envejecida, con más que escasas oportunidades económicas y laborales durante la crisis de antaño y ahora también. Y Saiz vio en el almacén temporal centralizado (ATC) de residuos radiactivos una oportunidad. La oportunidad.
El recién estrenado primer Gobierno de Mariano Rajoy –apenas una semana después de la toma de posesión, de hecho- aprobó la designación de Villar de Cañas como ganador en la carrera para tener el cementerio nuclear del país. Era finales de 2011. Han pasado siete años, y las obras del silo no han comenzado aún. Las 52 hectáreas elegidas para ubicarlo siguen siendo campo. Campo vallado, y con un cartel oficial anticipando lo que habrá allí, o lo que tendría que haber. Pero nada más.
La tramitación del proyecto se ha visto dilatada por las dudas de los técnicos sobre la idoneidad de los terrenos elegidos, por las reformas legales ad hoc aprobadas por la Junta de Castilla-La Mancha para bloquearlo (“lo han hecho con trampas, puras artimañas”, dice el alcalde) y por la judicialización del proceso en una permanente guerra de recursos entre administraciones. El resultado es que en todo este tiempo el Gobierno no ha aprobado todavía ninguna de las tres autorizaciones necesarias para poner en marcha el almacén.
El almacén nuclear supone una inversión directa de 1.000 millones y 6 millones al año para los ayuntamientos de la zona
Y con la llegada del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez el proceso se ha paralizado. En principio, temporalmente, pero… El Ministerio para la Transición Ecológica, comandado por Teresa Ribera, ha solicitado al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) que no continúe con el informe para dar el visto bueno técnico a la autorización de construcción del almacén. El Gobierno quiere analizar de arriba abajo el proyecto, y no va a tomar una decisión definitiva hasta contar con un nuevo plan nacional de residuos radiactivos (el actual es de 2006 y está caducado desde 2010) que se aprobará en algún momento del próximo año.
El Ministerio para la Transición Ecológica va a analizar los 73 millones de euros ya invertidos por Enresa –la sociedad pública encargada de la gestión de los residuos nucleares en España- desde 2012 en el proyecto, quiere saber cuáles serán los costes reales de la construcción del silo dada la presunta mala calidad de los terrenos, y no da por descartado desechar la opción de Villar de Cañas y acabar buscando una nueva ubicación para el almacén nuclear, como ha adelantado El Independiente.
“Va a haber almacén y se va a hacer en Villar de Cañas. Villar de Cañas es la sede del ATC. Sin más”, sentencia el alcalde. “Es imposible que el Gobierno encuentre en España un pueblo que quiera tanto este proyecto como Villar de Cañas. En ningún otro pueblo hay el consenso que tenemos aquí”.
Y aunque Saiz se muestra tan convencido, es consciente de lo que el pueblo se juega con este nuevo impasse. “Si nos quitan el ATC, nos matan. Si nos lo quitan, Villar de Cañas se muere”, advierte. Y es que para el municipio el proyecto es una suerte de Mister Marshall al que se dio la bienvenida con grandes planes de futuro y que ahora algunos, tras el enorme retraso y el nuevo parón, temen que al final pase de largo.
La construcción del almacén nuclear iba a suponer una inversión directa en la construcción de casi 1.000 millones de euros, el pago por parte de Enresa de 6 millones cada año a los ayuntamientos de nueve municipios de la comarca conquense, de los que 2,4 millones (el 40% del total) se quedarían en Villar de Cañas como sede principal. El proyecto llevaba emparejado la construcción de un vivero de empresas y un centro tecnológico, y al calor de esa actividad que se preveía empezaron a surgir negocios en el pueblo.
Luis María Bilbao se atrevió en 2013 a abrir en Villar de Cañas un hostal. Estaba en paro, en Madrid, y se hipotecó para reformar y reconvertir una casa propiedad de su madre. “Durante los dos años que duraron las obras del vivero de empresas y de las vías de acceso el hostal estuvo lleno de lunes a viernes. El almacén nuclear no es que fuera un proyecto futuro, es que ya parecía una realidad”, explica.
"Si al final no hay almacén, el pueblo se va a ir al garete en una o dos generaciones", dice el dueño del hostal
La Junta de Castilla-La Mancha amplió en 2015 una zona de protección ambiental hasta hacerla llegar a los terrenos del ATC y todo el proyecto se paró (el Tribunal Superior de Justicia de la región acaba de tumbar esa decisión). “El hostal pasó de estar lleno a prácticamente a no tener negocio. Y yo hipotecado hasta los 70 años”. Bilbao ha reinventado por completo su negocio. Ya no había trabajadores de las obras a los que alojar, así que ahora se ha volcado en traer turistas de fin de semana.
“Yo he podido reconvertir el negocio. Pero no lo han podido hacer algunas tiendas, el bar… Esos negocios han desaparecido en el pueblo. Si al final no hay almacén nuclear, Villar de Cañas se va a ir al garete en una o dos generaciones”, sostiene el dueño del hostal Un rincón de La Mancha. “Es vergonzoso que una inversión de 1.000 millones y todas esas infraestructuras se paren por razones políticas. Es una ruina. Para el pueblo el ATC es vida, es trabajo. Es futuro”.
Otros han visto cómo se apagaba la oportunidad de negocio que abría el ATC. Apenas un mes después de que el Consejo de Ministros eligiera Villar de Cañas para acoger el almacén, Santiago Escobedo abrió allí una empresa de ingeniería para dar apoyo local tanto a Enresa como a las empresas adjudicatarias de los trabajos.
Asteco Ingeniería, que así se llama el estudio, sigue teniendo su sede en Villar de Cañas, pero tras dos o tres años sumando contratos ligados al almacén, ahora todo su trabajo lo tiene fuera del municipio y su fundador ha regresado a vivir en Valencia. “Ahora mismo las perspectivas a corto plazo de volver a trabajar allí son pocas, o ninguna”, explica Escobedo. “España acabará construyendo un almacén nuclear. Y si se hace, se hará en Villar de Cañas”.
Sobre las dudas sobre la idoneidad de los terrenos elegidos para construir el silo, desde el pueblo se contrapone que “ningún informe oficial” recoge esas reservas. “Es mentira”, zanja el alcalde. Técnicos del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) elaboraron una nota interna alertando de la mala calidad de la localización e informes externos apuntaron posibles dificultades para el proyecto. El CSN pidió a Enresa que completara los estudios sobre los terrenos.
“Si hubiese cualquier duda sobre la seguridad del proyecto el primero en rechazarlo sería yo”, sostiene Saiz. Los expertos en ingeniería apuntan a que siempre se puede encontrar una solución técnica que resuelva problemas sobre las características de un terreno. Pero, si hay que resolver un problema, la solución suele ser más cara. Y ése es uno de los aspectos sobre el que el Ministerio para la Transición Ecológica también ha puesto la lupa: saber si el proyecto puede acabar costando más (o mucho más) que los 972 millones de euros previstos.
La última previsión que manejaba Enresa era que el cementerio nuclear podía estar listo en 2024. Con el nuevo parón decidido por el Gobierno, ya no se sabe. Después de 23 años como alcalde y los últimos ocho dando la batalla, Saiz asegura que aún sigue con ganas. “Yo ni siquiera tengo sueldo como alcalde. No gano nada. Sólo lucho por el ATC para que el pueblo no se muera. Los vecinos me apoyan, y mientras sea así yo seguiré”, advierte. “Por el ATC voy a luchar hasta la muerte”.
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