Hablar de BBVA es, inevitablemente, hacerlo de Francisco González. No en vano, este banquero gallego, economista de formación, ha llevado las riendas de la entidad desde que el 1 de enero de 2000 se hizo efectiva la fusión de dos de los grandes bancos españoles del momento, Banco Bilbao Vizcaya y Argentaria -presidida por él mismo desde agosto de 1996.
Con el nacimiento de BBVA cobraba forma el que se situaba entonces como el mayor banco por activos del mercado español y que aspiraba a convertirse en uno de los referentes del panorama financiero internacional. "La unión de BBV y Argentaria da lugar a una nueva entidad, BBVA, un grupo financiero e industrial muy sólido, líder en muchos de los principales segmentos de mercado en España y América Latina y con la vocación de convertirse en uno de los grupos de referencia de Europa y con peso específico en el escenario mundial", apuntaba el informe anual del grupo del ejercicio 1999.
Por entonces, González compartía el sillón presidencial con Emilio Ybarra, que había liderado BBV desde 1990. Pero aquel reparto de poder concluyó a finales de 2001, cuando Ybarra renunció al cargo. Desde entonces y hasta hoy, González ha sido el regidor único de un banco que fiel a sus objetivos de origen ha jugado sus cartas para convertirse en protagonista del nuevo entorno global de la banca.
BBVA ha triplicado su volumen de activos en los 18 años transcurridos desde su creación como banco único
Transcurridos dieciocho años desde su creación, BBVA exhibe unas cifras que le confirman como uno de los grandes bancos mundiales. Aunque ha tenido que replegarse de varios de los mercados en los que se encontraba a inicios del siglo (entonces estaba presente en 37 países y ahora lo está en 30), se ha consolidado como un banco de referencia no solo en España, sino también en mercados en crecimiento como México -su principal fuente de ingresos- o Turquía, donde opera como dueño de la mitad del capital del banco Garanti.
La entidad española, que arrancaba su andadura con unos activos de 238.166 millones de euros, ha visto triplicarse esta cantidad hasta el entorno de los 690.000 millones. Los recursos de clientes se han más que duplicado a lo largo de este periodo, hasta superar los 500.000 millones y el beneficio atribuido del grupo, que en 1999 alcanzó los 1.861 millones se han incrementado en un 90%, hasta los 3.519 millones registrados al cierre de 2017. Y eso que las cuentas del pasado ejercicio se vieron notablemente penalizados por el débil desempeño de su participación en Telefónica. Sin este impacto, el resultado habría alcanzado los 4.642 millones, 2,5 veces superior al 18 años antes. En estas casi dos décadas, el grupo nunca -ni siquiera en lo más duro de la crisis- ha registrado pérdidas y de hecho ha acumulado más de 60.000 millones en beneficios.
Precisamente, su participación en Telefónica es legado de una antigua cartera industrial que ha ido menguando con los años y en la que, aparte de la operadora, solo se mantienen la inmobiliaria Metrovacesa y el grupo vasco Tubos Reunidos. A inicios del siglo, sin embargo, también formaban parte de la misma compañías como Repsol, Iberdrola, Endesa, Acerinox, Sogecable, Acesa o Grubalgés, inversiones que el banco ha ido deshaciendo con el paso de los años para centrarse en su actividad bancaria.
Lo que no ha cambiado en estas casi dos décadas es la disposición de BBVA para liderar la transformación financiera. El mismo banco que ha elegido a un ingeniero formado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts para dirigir sus destinos, con el foco puesto en la transformación digital, ya aseguraba a inicios de siglo que "el dominio de las nuevas tecnologías de la información en todas sus vertientes es un objetivo irrenunciable y una ventaja competitiva de primera magnitud del Grupo BBVA".
La entidad, que llegó a valer unos 70.000 millones, muestra a día de hoy una capitalización de 37.187 millones
Con esa vocación por bandera, BBVA ha experimentado un indiscutible crecimiento a lo largo de los últimos años, aunque eso no le ha servido para conservar el liderazgo en el mercado español, arrebatado por Santander tras la adquisición de Popular. El banco que deja González es, en cualquier caso, un banco aún alejado de sus mejores momentos, aquellos que vivió en los momentos precedentes al estallido de la crisis financiera de 2007 y cuyas consecuencias aún son evidentes en el sector.
En el caso de BBVA, el mejor reflejo de las incertidumbres que enturbian aún las perspectivas de la banca en España y a nivel internacional lo ofrece su valoración bursátil. La entidad presenta a día de hoy una capitalización de 37.187 millones de euros, una valoración inferior a los 41.437 millones que exhibía a inicios del año 2000 y que le convertían en el mayor banco del mercado español (hoy Santander casi le duplica).
Es cierto que el banco inició el presente ejercicio con un valor de mercado superior a los 47.000 millones y que han sido las dificultades que han zarandeado al sector -agravadas en el caso de BBVA por la crisis turca- las que provocan que a día de hoy ofrezca una imagen peor a la que mostraba en sus inicios. Pero lo que resulta indiscutible es que al BBVA de hoy le quedan muy lejos los días de alborozo del año 2007, cuando a ojos de los inversores el banco era digno de un valor próximo a los 70.000 millones. A Carlos Torres Vila le queda el reto de reeditar aquellos momentos que tan lejos quedan en el momento en que González le cede el testigo.
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