"Ryanair debe cambiar" fue el eslogan utilizado la pasada semana por los los tripulantes de cabina y pilotos de la compañía irlandesa que protagonizaron una nueva jornada de huelga. Y un mensaje similar parecen estar enviando los inversores a la compañía. Las acciones del grupo sufrieron este lunes su enésimo descalabro, con una caída del 12,5%, la mayor desde que se aprobó el Brexit en junio de 2016.
Este revés es la respuesta del mercado al anuncio por parte de la compañía de una nueva rebaja de sus previsiones de resultados para el presente ejercicio. Ryanair ha recortado su previsión de beneficio anual un 12%, y ha rebajado su objetivo a una horquilla entre los 1.100 y 1.200 millones de euros, frente a la anterior estimación que oscilaba entre los 1.250 y los 1.350 millones para todo el ejercicio.
La compañía que dirige Michael O'Leary ha achacado este empeoramiento de sus pronósticos a la caída del tráfico por los paros convocados por azafatos y pilotos; a la rebaja de los precios de sus billetes que ha tenido que hacer para recuperar la confianza de sus clientes por las huelgas (en su segundo trimestre el precio ha caído un 3%, cuando preveía un aumento del 1%); a que los costes en indemnizaciones a los clientes por los vuelos cancelados y por los retrasos se han disparado; y también a la subida de los precios del combustible por el alza del petróleo (la factura por combustible crecerá en 460 millones, 30 millones más que lo previsto hasta ahora).
Los inversores cuestionan la capacidad de Ryanair para sortear la creciente presión laboral en un entorno competitivo muy complejo
Además, la compañía advirtió de que no son descartables nuevas huelgas en los próximos meses, que podrían llevar a rebajar aún más sus previsiones de ingresos.
Este escenario no hace sino exacerbar las dudas de los inversores sobre una compañía cuyo modelo empieza a verse cuestionado, por la feroz competencia que se viene desarrollando en la industria aérea en Europa. Los crecientes costes -a los que se podrían sumar los gastos en salarios para aplacar la tensión laboral- podría dificultar la capacidad de la compañía para mantener su atractivo en precios, su principal reclamo.
Esto se ha visto reflejado en su negativo desempeño sobre el parqué. Ryanair acumula un retroceso superior al 23% desde el inicio de 2018 y se ha dejado ya un 40% en poco más de un año. Desde agosto del año pasado, ha fulminado alrededor de 9.000 millones de euros de capitalización, lo que le ha llevado a perder el trono entre las grandes aerolíneas europeas. Mientras su valor de mercado se sitúa ahora ligeramente por encima de los 13.000 millones, IAG -la matriz de Iberia y British Airways-, que sube en el año en torno al 2%, supera los 15.500 millones, convirtiéndose de este modo en la aerolínea más valiosa del mercado europeo. En el verano de 2017, la distancia entre ambos grupos llegó a superar los 8.000 millones, a favor de la compañía irlandesa.
Mal tono del sector
Entre los expertos sigue primando la idea de que Ryanair cuenta con las condiciones adecuadas para salir victoriosa en el escenario futuro del sector aéreo europeo, cuando el exceso de capacidad alcance sus máximos y se produzca la consolidación del sector, tantas veces anunciada. En ese escenario, en el que la compañía tendría más capacidad para ajustar sus precios al alza, podría ponerse en valor su eficiencia operativa.
"Nosotros pensamos que la estrategia de Ryanair es la de precios bajos y factor de carga alto y que a medida que otras empresas no se puedan mantener en el entorno actual tendrá más capacidad de incremento", señalaban recientemente los gestores del fondo Robust, de GVC Gaesco, quienes le otorgan un potencial de revalorización de hasta el 65%.
Pero lo cierto es que la industria aérea se enfrenta actualmente a un escenario especialmente complejo, en el que a la fuerte competencia, que tira a la baja de los precios, se suma el notable incremento de los costes del combustible y el estancamiento del número de pasajeros, tras varios ejercicios de fuertes crecimientos. Esta situación ha lastrado en bolsa no solo a Ryanair: la propia IAG ha registrado un descenso del 12,5% desde el pasado junio y Lufthansa o Easyjet acumulan descensos superiores al 20% desde sus máximos anuales, registrados entre mayo y junio. Por su parte, Air France-KLM, que ha atravesado sus propios problemas laborales, pierde más de un 36% en 2018.
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