Pocas dudas hay de que Napster revolucionó la música. Fueron tres escasos años de vida de una compañía basada en el intercambio de música en mp3 entre usuarios que, como se vio desde el principio, acabó cerrada y enterrada por incumplir con una fidelidad digna de elogio (casi) todos los puntos de la ley de propiedad intelectual. No pudieron sobrevivir a las demandas de Metallica y del rapero Dr.Dre.
Napster, creada por Sean Parker y Shawn Fanning en el año 1999, puso la primera piedra de muchas cosas, no todas ellas buenas, pero su muerte no fue en vano: sirvió para salvar a Spotify.
Con 10 años recién cumplidos, la mayor plataforma de música en streaming del mundo tiene mucho que agradecerle a Napster, desaparecida tres años antes de que naciera la popular app, y sobre todo a sus más mediático fundador, el polémico Sean Parker.
Spotify, tal y como la conocemos ahora, echó a andar el 7 de octubre del año 2008, cuando la compañía ofreció por primera vez la posibilidad de suscribirse a su servicio. Por entonces sólo existía la opción de pago, ya que la versión gratuita precisaba de una invitación que no era tan fácil de conseguir.
Hoy en día la aplicación tiene un catálogo de más de 40 millones de canciones, más de 83 millones de suscriptores y más de 180 millones de usuarios mensuales si sumamos a los que la utilizan sin pagar. Además, sirve como plataforma perfecta para pequeños artistas que quieren darse a conocer y que tienen a su disposición un enorme público potencial. Todo ello, gracias a Napster.
Parker al rescate
En el año 2006, Daniel Ek y Martin Lorentzon fundador Spotify. Esta historia no comienza con ambos compartiendo aula y proyectos fallidos en alguna universidad, un clásico dentro del mundo tecnológico, pues Ek estudió tecnología y Lorentzon económicas, pero sí con la alianza perfecta.
Spotify no fue la primera aventura de Ek, que creó algunos años antes Advertigo, una empresa que Lorentzon compró cuando era uno de los directivos de TradeDoubler. La operación unió a Ek, que sabía perfectamente cómo hacer las cosas en el plano técnico, y a Lorentzon, que sabía qué hacer para pagarlas.
En el primer año de vida, el servicio de música en streaming perdió más de cuatro millones de dólares, nada extraordinario para una aplicación que está dando sus primeros pasos. Sin embargo, las cosas no arrancaban en Europa, por no decir que eran unos completos desconocidos en Estados Unidos, el mayor mercado de la música y, además, de internet.
El dinero se iba acabando cuando Ek conoció a Sean Parker, famoso en todo el mundo gracias a Napster. Ambos se conocieron a través de una carta que Parker envió al sueco, un contacto que terminó en una cena en la que se dieron cuenta de que usaban el mismo alias en internet, Napshon, tal y como explica un artículo de Business Insider.
Parker quedó encantado con el encuentro, tras calificar a Spotify en dicha misiva como "la siguiente revolución en la música digital", casi con la añoranza de quien intentó protagonizar dichos avances. La charla entre ambos acabó con el fundador de Napster invirtiendo casi 12 millones de euros en la compañía y, mucho más importante, sumándose al proyecto con un asiento en la junta directiva del ahora gigante sueco.
El primer paso del éxito
El dinero fue lo menos importante de aquel encuentro. Parker se enroló en Spotify con la clara misión de abrir el mercado estadounidense y de negociar con los sellos discográficos los acuerdos necesarios para crear un enorme catálogo de música con el que convencer a los usuarios.
Conocedor del mercado, aunque fuera por enfrentarse a el y hacer que sus cimientos se tambalearan en el amanecer de internet, Parker comenzó con una tarea que puso la piedra maestra sobre la que se construiría el unicornio -sobrenombre con el que se conoce a las start up valoradas en más de 1.000 millones- sueco.
Al cierre del año 2011, cuando esos 12 millones llegaron a las arcas de la compañía, Spotify tenía 2,5 millones de suscriptores en todo el mundo. Un año después habían doblado la cifra y, para cuando comenzó el año 2015 el crecimiento ya alcanzaba el 600%. A la vez que crecían los usuarios lo hacían también los ingresos y los gastos, pero también la inversión de Parker o Ek.
El papel de Parker, decisivo en esos primeros momentos, comenzó a perder importancia al no conseguir acuerdos ventajosos para la compañía. Las discográficas, con todo el poder y los derechos de autor en sus manos, se llevaban la mayor parte de los ingresos de Spotify, algo que todavía hoy lastra las cuentas y es una preocupación en el cuartel general de Spotify, trasladado ahora a Londres.
Pese a los acuerdos alcanzados con Warner, Sony y Universal, poseedores de los derechos del 80% del catálogo de canciones de Spotify, la política de pagos no convenció a los artistas, que consideraban que los 0,00437 dólares por reproducción que les llegan no es suficiente.
Eso provocó que pesos pesados como Taylor Swift, la séptima voz femenina más escuchada en la historia de la plataforma, retirasen todas sus canciones del catálogo en el año 2014, aunque terminó por volver al darse cuenta de que perdía popularidad.
Dominio de la música
Spotify tiene una importancia capital dentro de la industrial musical del presente, tanto para los sellos discográficos como para los artistas. Para los primeros, el crecimiento de la app fue un oasis de ingresos en medio del desierto por el que llevaban penando al menos un lustro, y para los segundos una catapulta al estrellato sólo comparable a YouTube.
Los grandes cantantes y grupos han utilizado Spotify para llegar a todavía más personas, mientras que a los pequeños artistas que intentan hacerse un hueco les puede cambiar la vida entrar en una de las listas de reproducción que la aplicación crea a diario. Todos ganan.
Actualmente Spotify es una máquina bien engrasada que, cada trimestre, se acerca a la rentabilidad. Sean Parker dejó la compañía en junio del año 2017, tras ocho años en la junta, pero sigue manteniendo una participación que aumenta con el paso de los días.
La prueba de que la compañía sueca sigue madurando es su debut bursátil, que se produjo el pasado mes de abril. No tomó, sin embargo, el camino habitual para cotizar y optó por no hacer público parte de su capital, sino por listas las acciones en la bolsa de Nueva York. De esta manera los inversores mantenían su cuota de poder y evitaban caer en la convulsión que suele acompañar los desembarcos bursátiles de las tecnológicas.
Los títulos partieron desde los 165,5 dólares, lo que otorgó a la compañía ya dirigida únicamente por Daniel Ek, tras la voluntaria salida de Lorentzon, un valor inicial de 28.300 millones de dólares, algo más de 23.000 millones de euros de entonces, poniéndola por delante de empresas españolas como Repsol o CaixaBank en cuanto a capitalización. A cierre de este viernes el valor de las acciones apenas ha crecido un 2%, con la estabilidad por bandera.
Con 10 años recién cumplidos, la verdadera importancia de Spotify se aprecia más allá de lo que reflejan unas cuentas todavía débiles. Daniel Ek fue elegido por Billboard como la persona más poderosa de la industria musical en el año 2017, y en 2018 se quedó en tercera posición sólo superado por los CEO de Universal y Live Nation.
A finales de agosto del año pasado Ek dio el sí quiero a su novia de toda la vida, Sofía, en una ceremonia a orillas del Lago Como, al norte de Italia. La boda no distó mucho de una ceremonia normal, salvó porque la ofició el rapero y actor Chris Rock, actuó Bruno Mars y uno de los invitados respondía al nombre de Mark Zuckerberg. Ventajas de crear la aplicación que salvó la música.
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