Pedro Sánchez persigue su particular 'milagro' económico a ritmo de fado. El del compás marcado desde noviembre de 2015 por el Gobierno portugués, que dijo no a la austeridad y desplegó una serie de arriesgadas medidas económicas en busca de mayor crecimiento para salir de la crisis. Sin embargo, aunque las recetas pactadas por el PSOE y Unidos Podemos en el marco de los Presupuestos para 2019 suenan a lo mismo, los tiempos políticos y monetarios son diferentes y las dudas crecen entre los analistas: ¿Será capaz España de repetir una proeza económica posiblemente irrepetible?
Austeridad y disciplina fiscal son los dogmas que han encorsetado durante casi una década las políticas económicas europeas. El azote de la crisis del euro llevó a los líderes de la Eurozona a diseñar una estricta senda para el gasto público que apenas ha admitido disensiones. Un mecanismo que, apoyado en las emergencias del momento, ha sido capaz de acallar a los más críticos y doblegar las actitudes más enconadas, como la del gobierno griego de Syriza.
Este escenario que apenas ha dado opción a los planteamientos más propensos a las políticas expansivas y de gasto social ha mantenido durante mucho tiempo a la izquierda tradicional europea falta de referentes. En los últimos años, sin embargo, los éxitos alcanzados por la coalición de izquierdas que gobierna Portugal desde finales de 2015 se han erguido como un nuevo modelo a seguir.
Los logros de un país que en 2017 registró su mayor tasa de crecimiento --un 2,7% en casi dos décadas-- han sido enarbolados por muchos --generalmente desde las posiciones ideológicas más a la izquierda-- como la prueba de que otro camino es posible. Precisamente, otro camino como el que parece plantearse el nuevo Gobierno español, tras el pacto presupuestario con Unidos Podemos.
Los analistas de Bank of America Merrill Lynch resaltaban recientemente las similitudes entre uno y otro gobierno. "Los partidos de centro izquierda y de extrema izquierda llegan a un acuerdo que intenta revertir algunos de los recortes de bienestar social más dañinos y elementos particulares de reformas estructurales pasadas", explicaban.
En este sentido, el buen desempeño del gobierno luso, que ha logrado despejar todas las dudas bajo las que nació --en aquel entonces la prima de riesgo portuguesa llegó a alcanzar los 400 puntos básicos--, aparece como un buen augurio para el nuevo rumbo del Ejecutivo español. Sin embargo, la mayor parte de los analistas se apresura a señalar que "es difícil replicar el éxito de Portugal", tal y como observa Ángel Talavera, economista para la Eurozona en Oxford Economics.
Similitudes entre la vía lusa y la española
Sería injusto decir que Pedro Sánchez ha dado un volantazo en busca del 'milagro' luso, porque en realidad los primeros pasos, aunque no fueran con esa intención, los dio anterior Gobierno del PP, que se vio presionado también para sacar adelante los Presupuestos de 2018 por Ciudadanos y PNV. En todo caso, los socialistas han confirmado el viraje y quieren avanzar por ese camino con decisión.
Algunos ejemplos son los salarios públicos o las pensiones, partidas que acaparan casi el 50% del presupuesto total del Estado. Desde noviembre de 2015, el Gobierno de Costa se propuso revertir los recortes salariales aplicados a los funcionarios lusos hasta devolverles el status previo a la crisis.
En España, aún bajo el mandato de Mariano Rajoy, el Ministerio de Hacienda y los sindicatos de la función pública suscribieron un acuerdo para incrementar el salario de las plantillas del Estado un 8% en un escenario de tres años para conjurar años de congelación--solo se bajó un 5% los salarios públicos en 2010 y se suprimió una paga extra que ya se ha repuesto--, y abrieron la veda de una serie de ofertas de empleo público históricas para empezar a compensar los años de tasa de reposición cero.
En materia de pensiones, una de las grandes beneficiadas por el reparto del gasto en Portugal, también fue Rajoy el que dio el visto bueno a una subida del 1,6% para 2018 y 2019, después de, no recortes, pero sí de un estancamiento en la práctica desde 2013 por acción de la última reforma del sistema público. No obstante, ha sido el Gobierno de Pedro Sánchez el que ha ido más allá, dando pasos hacia la indexación de las pensiones con el IPC.
Más similitudes tienen que ver con la falta de empuje presupuestario a las inversiones públicas por parte del Gobierno de Sánchez, a la vista del Plan Presupuestario de 2019, en línea con la reducción del gasto en infraestructuras en el que se embarcó el Gobierno Portugués desde 2015; o la bajada del IRS (el IRPF portugués) para rentas de hasta 36.800 euros anuales, que en España se ha aplicado para los que ganan menos de 14.000 euros.
También ambos países han subido el salario mínimo interprofesional (SMI). Sin embargo, en Portugal aún se mantiene por debajo de los 600 euros al mes, mientras que en España escalará el año que viene a los 900 euros. Esto hace que las empresas españolas sean a primera vista menos competitivas, pero además, la vía lusa introdujo incentivos fiscales para las compañías, especialmente atractivos para las extranjeras, mientras que España ha planteado una subida de impuestos generalizada para las más grandes, y solo un menor pago por Sociedades para las pymes.
Pero de nuevo, las similitudes: tanto Portugal como España han pedido un mayor esfuerzo fiscal a la banca tras haber sufrido un rescate financiero, que en España fue de 60.000 millones y de euros y en tierras lusas de 75.000 millones.
Y de pronto, las dudas
Ahora bien, el Gobierno de Costa ha sido capaz de reducir considerablemente el gasto público, ganándose el respecto de la Comisión Europea, mientras que en España, aunque el Plan Presupuestario para 2018 asegura que su peso sobre el PIB pasará del 41,25% al 40,88%, la valoración de Bruselas no ha sido la misma. Fundamentalmente porque la UE instó a España en primavera a no sobrepasar un incremento del 0,6%, que va camino de superarse tras el pacto con Unidos Podemos.
Además, Bruselas ya ha dado más de un toque de atención por el hecho de que las tintas del gasto se estén cargando sobre las pensiones, en lugar de volcarse en reducir el desempleo y la temporalidad. En este sentido, mientras que España presenta una tasa de paro del 14,55%, en Portugal hace tiempo que se redujo por debajo del 10%, eso sí, con problemas de calidad en el empleo muy similares.
Un contexto político diferente
En este sentido, los expertos subrayan una serie de diferencias entre uno y otro caso que pueden complicar al equipo de Pedro Sánchez obtener con sus políticas resultados similares a los del gobierno de izquierdas del país vecino. Y entre éstas, una resulta especialmente evidente: el contexto político. "El Partido Socialista de Portugal, dirigido por Antonio Costa, cuenta con una posición más fuerte en el Parlamento [cuenta con 86 escaños de 230] que el PSOE y su coalición, con el Bloque de Izquierda y el CDU [comunistas + verdes], es mucho más estable", apunta Rui da Mota, analista de mercados en AFI.
En el caso español, la necesidad de contar con el respaldo de partidos como el PNV o el PDCat, con visiones muy dispares sobre la política económica más conveniente, podría dificultar el cambio de rumbo económico. No en vano, ni siquiera es seguro que el plan presupuestario de Sánchez vaya a lograr los apoyos suficientes para su aprobación, tal y como recuerda Alicia Garcia Herrero, analista de Natixis.
Asimismo, en Bank of America consideran que la mayor fuerza parlamentaria de la extrema izquierda --representada por Podemos-- en España es otro punto que puede dificultar que el giro de la política económica se mantenga dentro de unos cauces aceptables. "La extrema izquierda Podemos tiene un apoyo parlamentario mucho mayor, lo que significa que las políticas pueden avanzar más hacia sus preferencias. Esto es particularmente relevante cuando se trata de deshacer algunos de los elementos más desequilibrados de la reforma del mercado laboral", comentan.
Portugal no ha dado cambio radical
Y es que una de las cuestiones en las que más insisten los analistas es que en estos años en Portugal no se ha dado un cambio de rumbo radical en las estrategias de consolidación fiscal que venía desarrollando previamente el gobierno de centro derecha que encabezaba Pedro Passos Coelho. "Creo que la narrativa convencional de que Portugal es un caso de éxito de recuperación sin haber aplicado austeridad es falsa. Es cierto que el gobierno puede que haya plantado cara a las posiciones más duras de Bruselas en cuanto a ajuste fiscal y haya intentado paliar algunos de los ajustes más duros de años anteriores, pero la realidad es que Portugal recortó el gasto público siete puntos del PIB entre 2014 y 2016, y la inversión pública se hundió a mínimos históricos", resalta Talavera.
La mejor prueba de que el Ejecutivo luso se ha mantenido dentro de unos límites considerados aceptables por las autoridades europeas es la buena consideración que se tiene del mismo en Bruselas, evidenciada el pasado diciembre con el nombramiento de su ministro de Finanzas, Mario Centeno, como presidente del Eurogrupo.
En cualquier caso, el giro fiscal del Gobierno portugués desde finales de 2015 se produjo en un país que, casi cinco años después de su rescate financiero, había ejecutado un intenso proceso de ajuste, superior al protagonizado por España en los últimos años. "Según la Comisión Europea, el déficit estructural a fines de 2014, el año anterior a la formación del gobierno, se situó en el 1,8% del PIB. En España, de nuevo según la CE, el saldo estructural se situó en el 3% a fines del año pasado y pasará al 3,3% al final del actual", recuerdan en Bank of America.
Además, no puede obviarse que el contexto económico internacional ha sido un importante apoyo para los planes del Gobierno de izquierdas luso, que ha cimentado sus éxitos en un escenario de sólida recuperación de la economía global en la que la Eurozona ha representado un papel protagonista, impulsada entre otras cuestiones por el plan de estímulos del Banco Central Europeo (BCE), que rebajó los costes de financiación a mínimos históricos. Es bastante significativo, subraya Talavera, que la evolución de la economía portuguesa y la española ha sido bastante similar en los últimos años, pese a estar dirigidas cada una por gobiernos de distinto signo.
"La verdad es que desde entonces la economía portuguesa ha entrado en un circulo virtuoso, impulsado tanto por el sector exterior –-mayor demanda global y turismo-– como por la demanda interna –-confianza de los consumidores, aumento de la renta de los hogares, más personas empleadas y mayor inversión empresarial-–. Es posible que algunas medidas del gobierno, como la rebaja del IRPF o el incremento del salario mínimo, hayan servido para dar un impulso adicional al consumo, si bien la razón de esa buena evolución de la economía tiene que ver con la conjunción de todas esas variables", considera Joao Pisco, analista de mercados de Bankinter Portugal.
La ruleta fiscal
Pisco explica, además, que, "paradójicamente, la carga fiscal total sobre la economía portuguesa ha batido su propio récord en 2017, al alcanzar el 34,7% del PIB, lo que se explica por el hecho de que la presión fiscal dinámica se ha dirigido fundamentalmente hacia la tributación indirecta, que resulta menos perceptible para el consumidor. Esto ha permitido al gobierno conseguir más ingresos ante una economía en clara aceleración, equilibrando así su saldo presupuestario".
En cambio, el Gobierno español pretende aplicar unas políticas fiscales menos restrictivas en un entorno en el que la desaceleración de la economía es cada vez más perceptible y el coste de la deuda se espera que registre un repunte progresivo en los próximos trimestres, a medida que el BCE se dirige al fin de su programa de compra de deuda.
Es cierto, como dice Rui da Mota, que con la rentabilidad de los bonos en mínimos históricos y con unos plazos de vencimiento cada vez más largos, "los tipos tendrían que elevarse de forma muy abrupta para que tengas un cambio significativo". Pero, "el menor crecimiento sí puede afectar a los planes del Gobierno, porque reduce los ingresos y te obliga a subir los impuestos o a limitar el gasto", sostiene el analista de AFI.
Y, en cualquier caso, "la sensibilidad del mercado a los experimentos de política ciertamente podría aumentar en un contexto de tasas de aumento lento", comentan en Bank of America Merrill Lynch.
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