Corría el año 1991, hace ya 27 primaveras, cuando Bill Gates se hizo una pregunta en público que, seguramente, ya se había hecho y contestado en privado. “¿Y si construimos ordenadores que puedan oír, ver y hablar?”, dijo el genio estadounidense.
Hoy en día vivimos en un mundo conectado, en el que hemos convertido en cotidiano proezas tecnológicas que, expresadas por entonces, parecían imposibles. ¿Cómo íbamos a hablar con un ordenador si, cuando Gates pronunció aquellas palabras, todavía no existía ni el Windows 95?
Los tiempos, gracias a Bill Gates y a otros tantos visionarios a los que tenemos mucho que agradecer como sociedad, han cambiado tanto que ahora hablamos con las máquinas y les pedimos que nos solucionen problemas graves, como la predicción de temporales o desastres naturales, pero también cuestiones simples como dónde está el restaurante más cercano. Así es la Inteligencia Artificial, capaz de ofrecer respuestas a grandes desafíos pero, además, de solventar las más nimias necesidades. Tecnología útil.
Esto lo han demostrado las máximas figuras nacionales, y algunos de los referentes a nivel mundial, que se han dado cita en Alicante para exponer los avances de esta tecnología en el I Congreso Internacional de Inteligencia Artificial, organizado por El Independiente y Suma Gestión Tributaria.
Allí se ha hablado de qué desafíos le plantea la materia a los políticos y a los legisladores, de cómo una máquina sacó a Gary Kasparov de sus escaques, algo nada fácil cuando el ogro de Bakú era campeón del mundo de ajedrez, de todo lo que pasa mientras decimos “oye, Siri” o de cómo vamos a usar el Deep Learning para derrotar de una vez por todas el cáncer.
"Oye, Siri"
En el año 2011 nació Siri o, al menos, llegó a los primeros iPhone. La idea que dio lugar al asistente virtual más famoso del mundo, con permiso de la omnipresente Alexa, surgió en el año 2007, cuando a Dag Kittlaus, Adam Cheyer, Tom Gruber y Norman Winarsky les dio por recaudar casi nueve millones de dólares para crear un asistente por voz que viviría en las Blackberry y en los Motorola.
La historia se torció hasta el punto en el que nos encontramos ahora. Siri ha ayudado a muchas personas, pero no hay tantas que le hayan devuelto el favor. Sí que lo ha hecho Alex Acero, un español que, desde hace algo más de cinco años, es el director del desarrollo de Siri en la soleada Cupertino, cuartel general de Apple.
Allí, casi como si fuera el Sr Siri, dirige un laboratorio de más de 60 personas que tiene un objetivo: que sea como nosotros. “El sistema de Siri es bueno cuando le haces una pregunta directa, pero las conversaciones humanas están basadas en el contexto. Ese sentido común es lo que intentamos darle. Tiene que ser una parte indispensable de nosotros”, explicaba Acero.
“Kubrick se equivocó”, contaba el director de Siri, en referencia al Hal 9000 que aterrorizó en 2001: Una Odisea en el espacio. “Es verdad que hizo su predicción en 1968, cuando rodó la película, pero todo avanza muy deprisa”, explicaba.
Siri, como contó en su ponencia que inauguró el I Congreso Internacional de Inteligencia Artificial, está basada en un sistema de aprendizaje profundo, el conocido como Deep Learning, que continuamente toma apuntes del usuario hasta conocerlo más. “Es una tecnología asombrosa, que se va a aplicaren otros campos. Podríamos incluso identificar tumores y que la IA nos diga si son benignos o malignos”.
Un producto del contexto
Como aprendimos más tarde, la Inteligencia Artificial es una tecnología que tiene una enorme transversalidad. “Depende mucho del contexto”, explicaba Lorena Jaume-Palasí, fundadora de AlgorithmWatch y experta en toda la parte ética que se deriva del uso de estos avances, en una mesa redonda moderada por el director general de El Independiente, Pablo Caño.
“La Inteligencia Artificial es sociotécnica. Depende altamente del contexto social en el que se aplica, porque es un reflejo de lo que una sociedad entiende por precisión”, contaba Jaume-Palasí, llegada desde Berlín.
Esa influencia social plantea preguntas como, por ejemplo, si toda sociedad tiene la misma definición de equidad o de eficiencia. Ese fue el planteamiento que puso sobre la mesa Marta Balbás, mánager de Accenture, que se cuestionaba si la Inteligencia Artificial “considera el género o la raza” y las cuestiones éticas que ese tiene. “¿Qué estamos haciendo con nuestra información y hasta dónde podemos llegar”?, preguntaba.
La inteligencia Artificial sí que puede tener un papel clave en cómo nos comunicamos. Lo dejó patente Hugo Zaragoza, un ingeniero español que dirige el equipo que Amazon tiene en Barcelona y que se enfoca en cómo esta tecnología puede cambiar la traducción y el lenguaje.
“No estamos intentando traducir la ironía con la que Shakespeare escribía sus sonetos, pero sí traducir algunos productos básicos ya que, a día de hoy, es algo muy útil”, contaba. Situado en la Ciudad Condal, Zaragoza dirige uno de los cuatro equipos que existen en el mundo y que se ocupan de esta tarea tan importante.
Un marco legal necesario
Toda tecnología tiene en sus orígenes, casi por definición, una capacidad disruptiva que siempre pilla con el paso cambiado a la legislación. La Inteligencia Artificial, por supuesto, no iba a ser menos. ¿Necesita un marco estricto? No. ¿Unas normas claras que la ayuden a crecer pero marcando unos límites? Sí.
Así lo cree Ramón López de Mántaras, director del Instituto de Inteligencia Artificial del CSIC, que pedía unos límites pero desmitificaba los riesgos. “Que una máquina sea capaz de hacer algo muy complejo no significa que vaya a saber cualquier cosa que hace un humano. No es así”, contaba.
Dos de los principales expertos en Inteligencia Artificial de España, Andrés Pedreño y Nuria Oliver, también pusieron de manifiesto los problemas que existen para dotar de un marco legal a la Inteligencia Artificial, y pidieron a los políticos “más educación”.
También les recriminaron que “tomen decisiones sin estar suficientemente formados. No saben lo suficiente del tema, tienen el mismo conocimiento que una persona de la calle y, yo creo, debemos exigir a nuestros representantes políticos más conocimiento de los temas sobre los que tienen que decidir”, explicaba Oliver
Pedreño, por su parte, pedía “una regulación inteligente” pero también ponía el foco en el empleo joven. “Con una crisis como la que vivió España, que supuso la pérdida de un millón de jóvenes muy bien formados, mi obsesión es recuperar el talento. La tasa de paro juvenil es la más de la Unión Europea sólo por detrás de Grecia. La empleabilidad del talento es algo que debe obsesionarnos”.
Del mismo modo, ambos resaltaron el importante papel que debe jugar la Inteligencia Artificial en la pelea por acabar con las fake news, un fenómeno que ha sacudido la política y ha puesto (por fin) de manifiesto que debemos tener mucho cuidado con nuestros datos personales y cómo y quién los usan.
“Es factible crear un sistema que identifique las noticias veraces de las que no lo son, incorporando una huella identificativa que las señale como buenas”, explicaba Oliver en una charla moderada por el director de El Independiente, Casimiro García-Abadillo.
¿Dónde estamos?
El problema de España y su administración, farragosa como pocas, es que “cuando aprobamos la ley en una materia, los rivales ya van 500 kilómetros por delante”, como apuntaba García-Abadillo.
Lo cierto es que en materia de Inteligencia Artificial hay una zona geográfica que tiene todas las de ganar: Asia. Y van más avanzados por una cuestión de talento y, además, talento bien entrenado.
Si alguien conoce bien esa zona es Bárbara Navarro, que desde hace algo más de cuatro años dirige la vertiente política y social de Google en toda Asia y Rusia. “Están a años luz porque hay un país, China, que tiene un objetivo claro: ser la primera potencia mundial antes del año 2030”, explicaba en su ponencia magistral.
“China se ha entregado a la Inteligencia Artificial porque sabe que es el motor que puede llevarla al trono mundial, por delante de Estados Unidos, en muy poco más de una década”, contaba, resaltando la tremenda ventaja demográfica que tienen en China y en el Sudeste Asiático.
Ese talento del que hablaba Navarro está, casi literalmente, por todas partes. “Sólo en China hay 750 millones de personas con acceso a internet, mientras que en países como Japón la tasa de penetración alcanza el 90% de la población. Según datos de UBS en 2025 uno de cada tres jóvenes vivirá en el Sudeste Asiático o en China, y la inmensa mayoría de ellos serán nativos digitales. No se puede competir”, explicaba.
En un marco mundial así, ¿cómo queda la sociedad mundial? Esa es la pregunta que quedó sin una respuesta clara, pues fue la que dejó Victoria Prego, directora de El Independiente y directora de la Asociación Madrileña de la Prensa.
En la ponencia que puso el broche de oro al Congreso, Prego destacó el papel de la Inteligencia Artificial para igualar un mundo “en el que cada vez hay más grietas y marca más diferencias”
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