El plan del Gobierno está claro: a partir de 2040 no se podrán vender ni matricular coches diésel o de gasolina. Es decir, en prácticamente 21 años la inmensa mayoría de vehículos que circulan por las carreteras no podrán hacerlo más.
En principio, no debería ser un problema. La vida media del parque móvil de nuestro país se sitúa en el entorno de los 12 años, por lo que si alguien está pensando en adquirir un automóvil propulsado por combustibles fósiles todavía tendrá tiempo para amortizarlo y hacerle kilómetros. El que se apure, se podrá comprar hasta dos.
Teniendo eso en cuenta, ¿qué hacer ahora? Las alternativas a los contaminantes coches con diésel o gasolina pasan por los modelos híbridos o los eléctricos, pero en España todavía no existe una red de cargadores que pueda facilitar la vida al conductor, y lo cierto es que la diferencia de precios entre los tradicionales vehículos y los eléctricos puros es, de momento, enorme.
¿Qué hay después de eso? Siempre se puede recurrir al conocido como Gas Licuado del Petróleo, o GLP. No es una tecnología nueva, ni viene a revolucionar nada, pero sí que es una alternativa en la conducción que es ecológica, y con la que se puede circular a partir del año 2040 ya que la DGT la tiene catalogada como Eco.
En España hay matriculados 73.140 coches impulsados por GLP, lo que demuestra que son una alternativa real pero que su implantación todavía es muy pequeña. Eso sí, su presencia es cada vez mayor. En el año 2018 las matriculaciones se han multiplicado por seis y ya suponen un 22% de los vehículos vendidos con la etiqueta Eco, en la que también se incluyen los automóviles eléctricos.
Los coches que circulan con Gas Licuado del Petróleo emiten un 15% menos de CO2 a la atmósfera, un 70% menos de NO2 y no lanzan partículas al aire. Estos dos últimos elementos son especialmente importantes sobre todo en las grandes ciudades, ya que son los culpables de las nocivas boinas de polución que afean el cielo de las grandes urbes.
Más barato y sin prohibiciones
La percepción habitual de los conductores es que todos los vehículos que se salen del diésel o de la gasolina son más caros. Así sucede con los coches eléctricos, es verdad, pero no con los GLP. La diferencia en el precio no varía, ya que los componentes esenciales son básicamente los mismos.
De hecho, las líneas de fabricación y producción apenas difieren de las de un coche normal. En las inmediaciones de Zaragoza está una de las mayores fábricas de coches de Opel, en la que se fabrican los modelos Corsa, Mokka, Crossland y una de las versiones del C3 de Citroen. Los dos primeros tienen su propia versión en GLP.
"Actualmente, el 40% de los Corsa que se venden ya son GLP", explica a El Independiente el director comercial de Open Iberia, Jorge Tomé. "Cada vez más particulares, y sobre todo empresas, ven esta alternativa como una solución muy válida porque pueden circular sin restricciones de contaminación", cuenta.
Además de poder conducir si los niveles de polución aumentan, las empresas y los conductores miran mucho la factura final. Ahí, a la larga, también salen ganando. Llenar un depósito de gas cuesta, de media, un 40% menos que hacerlo con diésel o gasolina.
El depósito, de hecho, se llena igual que el de un vehículo normal. Sólo hay que acoplar al depósito un pequeño embudo que va a rosca, enchufar la manguera y esperar a que se llene del todo. En España ya hay más de 600 gasolineras en las que se puede repostar autogas, con 50 en Madrid y otro medio centenar en Barcelona.
La ventaja de estos coches, que tienen una autonomía de alrededor de 400 kilómetros impulsados por GLP, es que también llevan el habitual depósito de diésel o gasolina que puede servir para completar viajes de hasta 1.200 kilómetros sin tener que parar a repostar.
Fabricación similar
Hasta no hace tanto, fabricar un vehículo GLP era extremadamente caro. Tal y como explica Amalio Roda, jefe de ingeniería de Opel en su planta de Zaragoza, el proceso "consistía en hacer un coche normal y luego enviarlo por mar o por carretera a Italia o Alemania para que allí, en un taller especializado, lo desmontaran y le incluyeran las partes propias del GLP". Una vez todo recompuesto, se enviaba de nuevo a España para su venta.
"Era insostenible, un proceso carísimo que no podíamos mantener", relata el director general de Opel España, Antonio Cobo, reconociendo que "había que cambiarlo sí o sí". Los ingenieros de la planta aragonesa se pusieron manos a la obra y diseñaron un sistema pionero en la compañía.
Ahora, la línea de producción del Opel Corsa o el Opel Mokka propulsados por GLP son similares a la de los modelos normales, pero uno de cada seis vehículos se monta específicamente para ser impulsado por este gas. A grandes rasgos, las diferencias están en la línea de llenado o el tanque, que se coloca en el sitio donde normalmente iría la rueda de repuesto.
La inversión económica para adaptar la fabricación "no ha sido muy grande", reconoce Cobo, que sí apunta a que la verdadera dificultad ha estado "en desarrollar todo el proceso, integrar las diferentes partes y lograr la armonía entre la ingeniería y los sistemas" para conseguirlo.
Entre los años 2013 y 2018 la factoría de Opel en Zaragoza ha pasado de fabricar 8.000 vehículos GLP al año a montar hasta 24.000 unidades. "En caso de que la demanda subiera, también lo haría la fabricación. Tenemos la capacidad de hacerlo", dice el director general de una compañía que produce, sólo en este centro, 150 coches al día impulsados por autogas.
¿Puente hacia lo eléctrico?
Lo normal es que en un futuro no muy lejano todos los coches sean eléctricos. Es una forma de propulsión limpia, más barata y además bastante eficiente. La inversión de los fabricantes comienza a ser importante y la regulación ya existe. Está todo preparado.
El problema es que de momento la penetración de estos vehículos es muy baja. Los altos precios de los modelos, que superan en mucho a sus equivalentes que consumen combustibles fósiles, y la todavía pírrica red de cargadores en las calles provocan que sólo aquellos con un alto poder adquisitivo puedan permitirse el desembolso de hacerse con uno de estos coches y luego instalar en sus domicilios el equipo necesario para repostar antes de ir al trabajo.
Sin embargo, los coches con autogas no son simplemente una suerte de puente, una solución temporal hasta que los coches eléctricos sean más baratos y hasta que las ciudades de verdad se impliquen en la tarea de crear una red que permita la popularización de esta opción de movilidad.
"El autogas es una alternativa real. Las cifras de momento son modestas, pero en España hemos avanzado mucho", cuenta Estíbaliz Pombo, responsable de Autogas en Repsol. "Estos vehículos podrían alcanzar el 5% de todas las matriculaciones en los próximos años", vaticina.
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