La cuenta atrás se acerca a su fin. En poco más de dos semanas, los mercados financieros europeos despedirán al que ha sido uno de sus grandes animadores durante más de tres semanas. El BCE realizará en los próximos días las últimas operaciones del millonario programa mediante el que ha inyectado cerca de 2,6 billones de euros al sistema financiero europeo. El QE ya es historia.
Una historia que corre en paralelo a la de la recuperación europea. El arma más potente desenfundada nunca por un banco central en Europa ha sido, sin duda, una pieza fundamental para diluir las principales amenazas que han asolado Europa en los últimos años: el fantasma de la deflación, la debilidad económica e, incluso, los riesgos de ruptura en la región han sido, en gran medida, silenciados con la ayuda de los fondos masivos aportados por el banco central.
Y sin embargo, el QE toca a su fin, precisamente, cuando algunas de estas vulnerabilidades vuelven a emerger. Los riesgos económicos están en auge y las perspectivas para la región se ensombrecen, como evidenció este jueves el BCE al rebajar sus previsiones de crecimiento para 2018 y 2019 al 1,9 y el 1,7%, respectivamente (una décima menos que lo pronosticado en octubre) y anticipar un crecimiento de apenas el 1,5% para 2021. "La perspectiva de crecimiento en adelante es más lenta", reconoció el presidente de la institución, Mario Draghi.
El BCE espera que la Eurozona crezca un 1,9% este año y un 1,7% en 2019 y se desacelere hasta el 1,5% en 2021
Desde la visión del banco central, los riesgos económicos se mantienen moderados, pero, advirtió Draghi, las amenazas a la baja se están incrementando. "Hay una mayor incertidumbre general", señaló y recordó que cuestiones como el Brexit pueden golpear la confianza económica en la Eurozona. Estos fueron los principales motivos de discusión en una reunión del Consejo del BCE que fue resumida por Draghi como "continuada confianza con precaución creciente".
La amenaza del proteccionismo, las dificultades en los mercados emergentes y las tensiones en los mercados financieros penden como riesgos sobre una región cuya, expansión, sin embargo, parece destinada a proseguir según las perspectivas dibujadas por el banquero italiano.
Pero Draghi, que encara ya la recta final de su mandato -dejará el cargo en octubre de 2019-, va camino de pasar a la historia por su capacidad para ofrecer soluciones a los problemas económicos y no parece dispuesto a empañar esa imagen con un optimismo desmedido. Y por eso recordó que la institución permanece vigilante y, sobre todo, que mantiene suficientes herramientas para garantizar la estabilidad monetaria en la Eurozona. El LTRO, por ejemplo, fue mencionado por varios miembros del BCE en la reunión de este miércoles, según reconoció su presidente, y aunque se negó a plantear una posible reutilización del QE ("estamos confiados en el retorno de la inflación a nuestro objetivo") reiteró que esta arma que el banco central está a punto de guardar estará disponible pasa su empleo cuando sea necesario.
De momento, en lo que se centrará el banco central es en la reinversión de los bonos adquiridos desde el inicio del QE y que vayan llegando a su vencimiento. La institución prevé mantener esta dinámica de reinversiones "durante un período prolongado tras la fecha en la que comience a subir los tipos de interés oficiales del BCE -algo que no ocurrirá, al menos, hasta el próximo verano- y, en todo caso, durante el tiempo que sea necesario para mantener unas condiciones de liquidez favorables y un amplio grado de acomodación monetaria".
El banco central prevé mantener la reinversión de los bonos mucho más allá de la primera subida de los tipos
Al término de la comparecencia de Draghi, el BCE ofreció ciertos detalles sobre su política de reinversiones, que se ceñirá a la distribución de activos -bonos públicos, corporativos o financieros- actualmente en la cartera del BCE, pero que se ajustará a los cambios en la clave de capital -esto es, el peso de cada país en la Eurozona-, lo que implicará que países como España o Italia vayan perdiendo importancia, de forma progresiva, en las operaciones de deuda del organismo.
El mensaje de Draghi apenas tuvo efectos reseñables en los mercados, más allá de un ligero debilitamiento adicional del euro. Una vez más, el banquero italiano logró satisfacer las expectativas de los inversores, sin provocar ningún tipo de zozobra. Sin embargo, entre los expertos, persiste la sensación de que el fin de las compras de bonos ha sido más un ejercicio político que una decisión marcada por los datos económicos.
"El banco central todavía tiene grandes esperanzas de que aparezcan bolsas de crecimiento y la inflación subyacente repunte a medida que aumentan los salarios. Pero ambas expectativas son demasiado optimistas cuando se considera qué es lo que está pasando en el mundo, por no hablar de Europa", indica Paul Diggle, economista sénior de Aberdeen Standard Investments, quien augura que Draghi dejará su mandato en el BCE sin lograr elevar los tipos de interés.
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