En marzo de 2013, una millonaria operación copaba titulares en la prensa económica internacional. Rosneft el grupo petrolero estatal de Rusia cerraba la compra del operador TNK-BP por 55.000 millones de dólares, convirtiéndose en la mayor petrolera cotizada del mundo.
Pocos podían esperar un desenlace similar en 1997, cuando TNK era un operador siberiano al borde de la quiebra. Fue entonces cuando apareció en escena un joven empresario ruso que ya había dado algunas muestras de su capacidad para los negocios. Mikhail Fridman, junto a otros dos socios, adquirió aquella compañía por unos 800 millones. Dieciséis años después, y tras haber fusionado su negocio con los del gigante petrolero BP en Rusia, la venta de su participación le reportó alrededor de 14.000 millones.
El éxito en la gestión de aquel negocio supondría un hito en la carrera empresarial de Fridman, pero no se trata, ni mucho menos, de un hecho aislado. El empresario, nacido en la localidad actualmente ucraniana de Leópolis, de 1964, había evidenciado su aptitud para los negocios desde muy temprana edad, en medio del clima de incertidumbres y oportunidades abierto por la caída del régimen soviético a inicios de la década de 1990.
No tardaría en descollar como uno de los principales magnates de la nueva Rusia. La creación en 1990 de Alfa Bank, que se convertiría en una de las principales entidades financieras del país, sería la primera piedra de un imperio construido paso a paso, sin despreciar casi ningún negocio, hasta constituirse en uno de los mayores emporios empresariales rusos.
En 2013, Fridman y sus socios vendieron por 14.000 millones un negocio petrolero comprado 16 años antes por 800 millones
Para entonces aún restaban muchos años para que Fridman pusiera sus ojos en España. Fue en julio de 2017 cuando hizo su irrupción al comunicar que su brazo inversor, LetterOne, se había hecho con el 10% de las acciones del grupo de supermercados Dia. Su sorprendente llegada fue recibida con entusiasmo en el mercado. Aquel día, las acciones de la compañía repuntaron cerca de un 15%. El nuevo accionista de referencia de la cadena era casi un desconocido en España, pero su experiencia en el campo de la distribución estaba más que probada. No en vano, en su ya amplia cartera de negocios se incluía X5 Retail Group, una de las principales firmas del sector en Rusia.
Pocos podían imaginar entonces que la llegada de Fridman marcaría el inicio de la debacle bursátil del Grupo Dia, que, en respuesta al deterioro de su negocio y a sus débiles perspectivas de futuro, ha llevado a la compañía al borde del colapso, tras fulminar algo más del 90% de su valor en un año y medio. El magnate ruso, sin embargo, no pareció arredrarse ante el mal tono del grupo español de supermercados y en los meses posteriores elevó su participación hasta alcanzar una cota cercana al 30%, que le situó como principal accionista de la compañía.
Cualquier paso más allá de ese umbral le obligaría a lanzar una OPA por el 100% de las acciones. Y aunque son muchos los expertos que consideran que su estrategia pasa por hacerse con el control total de Dia, las exigencias de la ley, que le forzarían a ofrecer un precio muy superior al de la cotización actual del grupo, le han llevado a refrenar cualquier movimiento en este sentido. Sin embargo, entre los que conocen los entresijos de la compañía existen pocas dudas de que el empresario ruso es ya y desde hace meses el dueño de facto del negocio. Los cambios en la dirección y el consejo del grupo serían la mejor muestra de su elevada influencia en el negocio.
A lo largo de su carrera, Fridman ha mostrado una notable capacidad para mantenerse a flote entre dos aguas. Considerado lo suficientemente cercano a Vladimir Putin como para prosperar en un país en el que la capacidad de influencia del mandatario está fuera de toda duda, ha sido capaz de esquivar todas las sanciones que, a lo largo de los últimos años, han salpicado desde Estados Unidos y Europa al círculo más cercano al presidente. Alejado de la política y de sectores sensibles, como los medios de comunicación, ha logrado salir indemne de cualquier medida de castigo internacional.
Esta facilidad para escurrir las polémicas en el campo de la diplomacia no han tenido, no obstante, su correlato en el mundo empresarial, donde han sido constantes los enfrentamientos entre Fridman y sus empresas con sus socios. De hecho, un juzgado estadounidense destacó de Altimo, la pata de su negocio centrada en el sector de las telecomunicaciones, "un historial extenso y descarado de litigios colusivos y vejatorios".
Pese a considerarse cercano a Putin, el empresario a logrado esquivar todas las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea
Esta forma de maniobrar, que le ha valido conflictos con grupos como Telenor o la misma BP, no han impedido que Fridman sea hoy, a sus 54 años, una de las mayores fortunas de Rusia, con un patrimonio total valorado en unos 13.000 millones de dólares, según la revista Forbes. La mansión en la que reside en Londres, denominada como Athlone House, y adquirida en 2016 por unos 90 millones de dólares, es una de las pruebas más visibles de sus éxitos cosechados a lo largo de los años.
Ahora, en Dia, Fridman se enfrenta una vez más al reto de demostrar todas sus habilidades para reflotar un negocio. Con el plan de refinanciación anunciado este miércoles, que contempla la venta de negocios no estratégicos y una ampliación de capital, el magnate ruso podría ejecutar la primera parte del plan, que le permita salvar al grupo de una situación límite al tiempo que toma al fin una posición mayoritaria en el capital. Luego, quedaría la labor no menos importante de reflotar el negocio de la que es aún hoy la tercera mayor compañía del sector en España por cuota de mercado.
Si lo logra, el empresario podría anotarse un éxito de un calado similar al que cosechó con TNK. Pero los riesgos de naufragar son obvios y, de hecho, no sería la primera vez que un naufragio enturbia la relación de Fridman con España. Y es que precisamente TNK, englobada en su gran grupo empresarial Alfa Group, fue la empresa que fletó los servicios del Prestige cuando el petrolero encalló frente a las costas de Galicia, provocando uno de los mayores desastres naturales de la historia reciente de España.
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