Parece que el año 2019 viene cargado de incertidumbre económica. La guerra comercial entre las dos grandes potencias modernas, Estados Unidos y China, las dudas en la OPEP tras la salida de Qatar, la deuda pública por las nubes, unos bancos centrales cada vez más exhaustos... pinta a que el año entrante puede provocar algún que otro susto en las finanzas mundiales.
Como cada año, Saxo Bank, una de las grandes entidades financieras de Dinamarca y con importante presencia en Europa, ha publicado sus predicciones de lo que podrían ser los 12 meses que se nos vienen encima, y los desastres económicos que podemos vivir (sufrir) mientras pasamos las hojas del calendario.
En el año 2018, en el que también dieron a conocer predicciones de estos famosos cisnes negros, no les fue mal del todo. Acertaron que la Reserva Federal perdería algo de autonomía, aunque el año que entra puede ser peor para la Fed, y que el Bitcoin sufriría una importante caída, si bien ha sido menos dura de lo que los economistas de la entidad pensaban. También vieron venir la volatilidad en la que viviría Wall Street, y sobre todo el S&P 500, aunque los descensos finalmente han sido más moderados de lo que ellos vaticinaron.
Por supuesto, han tenido muchos fallos, pues no es fácil predecir estos desastres económicos. Por ejemplo, Tencent, el gigante chino, no ha conseguido superar la capitalización bursátil de Apple, pese a que la racha de final de año del fabricante del iPhone ha propiciado que hasta tres compañías -Microsoft, Amazon, Alphabet- la superaran en valor en bolsa.
Para 2019 hay un poco de todo: recesiones de pesos pesados que no se han visto en una situación de riesgo desde hace tiempo, burbujas explotando, Trump provocando terremotos en la economía estadounidense y Apple y Netflix en situaciones bien diferentes. Estos son los desastres que pueden sacudir las finanzas mundiales en los próximos meses:
El BCE condona deuda
No es que fuera a ser la primera vez, pero sería sorprendente que el Banco Central Europeo (BCE), que lleva años inyectando dinero a la economía comunitaria, decidiera condonar la deuda de algunos países que están en problemas por su alto endeudamiento.
Seguramente los griegos, con Alexis Tsipras a la cabeza, pondrían el grito en el cielo, pues en el año 2010 plantearon a la entonces temida Troika unas condiciones favorables, con una quita, para poder afrontar el futuro con algo de garantías. El premier griego acudió a Bruselas con esa propuesta en su maletín y se fue con las mismas, Schäuble mediante.
Los analistas de Saxo creen, sin embargo, que como ya ocurriera en el periodo de entreguerras, cuando se le condenó la deuda a Reino Unido, Francia e Italia, ahora podría llegar el momento de empezar a mirar a otro lado para limpiar los balances de los Estados.
Se evitarían así situaciones de riesgo como la que puede provocar Italia, con sus 300.000 millones de euros a refinanciar, para que los todavía dubitativos países del sur de Europa sigan creciendo. Esta vez, Alemania y los duros países centroeuropeos no tendrán otra opción que aceptar que, en algunos casos, se tendrán que condonar deudas que llegarán incluso al 50% del Producto Interior Bruto (PIB) de ciertos países. ¿Pasará? No, Alemania y, sobre todo, los países que han cumplido con sus obligaciones y mantienen a raya la deuda no lo permitirán.
Australia, en peligro
La economía australiana vive al margen de los terremotos que sacuden cíclicamente al resto del mundo, sea por la distancia, por ser un estado-continente, o por contar con una fortaleza a prueba de bombas.
Sin embargo, esta estabilidad, que ha provocado que de momento su economía cuente 27 años consecutivos de expansión, puede estar cerca de llegar a su final por culpa del mercado inmobiliario, algo por lo que ya hemos pasado en España, por ejemplo.
Desde el año 1961 los precios de la vivienda en las Antípodas han crecido un 6.556%, y ahora mismo la deuda de los hogares está en niveles poco sostenibles, mientras crece una burbuja que tarde o temprano tendrá que explotar. Y en Saxo Bank apuntan a que 2019 podría ser el año en el que algo así ocurriera.
Un desplome en los precios de la vivienda, al estilo europeo, podría provocar que el valor de los inmuebles se redujera a la mitad y, ahí, los bancos serían los primeros perjudicados, poniendo en marcha la cadena de problemas financieros que conocemos muy bien en Occidente y destrozando la racha de casi tres décadas de crecimiento. ¿Pasará? Sí, la economía australiana necesita aliviar el peso del mercado financiero, aunque tenga que ser tirando de un tratamiento de choque.
Crisis en Netflix
Netflix ocupa un lugar de privilegio en la industria del entretenimiento. Su llegada se ha llevado por delante a actores tradicionales -pobre Blockbuster- que no supieron medir su impacto en nuestras vidas. Sin embargo, algo no termina de cuadrar en las cuentas de la plataforma de contenidos en streaming.
Con los mercados de deuda en peligro, la caída de un histórico como General Electric, cuyos libros registran deuda por valor de 100.000 millones de dólares, casi 88.000 millones de euros, en bonos podrían poner en riesgo la supervivencia de Netflix.
A día de hoy, el gigante dirigido por Reed Hastings tiene una deuda superior a los 10.000 millones de dólares, casi 8.000 millones de euros, y su nivel de gasto no se corresponde con sus ingresos, por lo que seguirá creciendo a base de emitir de obligaciones.
Los inversores pueden darse cuenta, en cualquier momento, de que el valor de la compañía de Los Gatos está inflado, como sus propios directivos han comentado en alguna ocasión, y que el vencimiento de la deuda puede poner en riesgo un programa de gasto que tiene que seguir creciendo para mantener a la ingente masa de usuarios -casi 140 millones en todo el mundo- pegada a sus pantallas y abonando la cuota mensual. ¿Pasará? Sí, Netflix ya ha pasado demasiado tiempo retrasando lo inevitable. Es insostenible el gasto en producciones propias, y ya durante 2018 ha tenido que cancelar algunas series, algo que pasará más a menudo tras perder acuerdos como el que mantenía con Disney para emitir series con el sello y producción de Marvel.
Bye, May. Hello, Corbyn
El Brexit ya se ha cobrado la cabeza de unos cuantos de sus principales impulsores -veasé Johnson, Boris- pero todavía resiste numantinamente la directora de la orquesta: Theresa May. A la premier británica le quedan pocas balas después de retrasar la votación en el Parlamento, y con la fecha de salida final a la vuelta de la esquina.
May tiene poco crédito político, y no debería sorprender a nadie que se celebren unas elecciones para tener un nuevo residente en el 10 de Downing Street. Y menos que gane Jeremy Corbyn, poniendo en peligro un proceso que ya ha alcanzado cotas dantescas.
Los analistas de Saxo Bank imaginan que Corbyn podría tener, como medida estrella para alcanzar el poder, la intención de obligar al Banco de Inglaterra a impulsar su propio programa de expansión financiera para implantar una suerte de renta básica.
El resultado de imprimir billetes de forma impulsiva se dejaría notar en los mercados y empujaría a la libra esterlina a la paridad con el dólar, algo que ocurriría por primera vez en la historia. ¿Pasará? No. Es muy probable que May salga por la puerta de atrás, pero la llegada de Corbyn al poder con medidas así parece lejana.
Crecer por productividad
Hasta ahora, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial valoran el crecimiento de los países en porcentaje sobre el Producto Interior Bruto (PIB). Sin embargo, a partir de 2019 podrían dejar de hacerlo para valorar la capacidad económica de los Estados según su productividad.
En esencia, la productividad es el resultado del trabajo por hora, aunque es una unidad de medida poco fiable y difícil de cuantificar cuando hablamos de todo un entramado estatal. Sin embargo, sería un cambio que ayudaría a la economía y nos daría una medida más precisa de lo que son de verdad cada uno de los países.
De esta forma el progreso económico de los países daría un vuelco total, todo cambiaría incluso en las entidades financieras y en los Bancos Centrales, amigos de hacer previsiones tomando también como referencia el PIB. ¿Pasará? No. Dos instituciones históricas como el FMI y el Banco Mundial no van a modificar, de la noche a la mañana y sin motivos de peso, la forma en la que llevan décadas trabajando.
Peligro de 'Rezession'
Quien hubiera pensado, no hace tanto, que Alemania estaba en peligro de sufrir una recesión económica. Lo cierto es que el motor del euro, la locomotora de Europa, está en un alambre. La retirada de Angela Merkel y una industria basada en procesos productivos anquilosados, necesitada de aire fresco, pueden provocar que el crecimiento se sumerja en territorio negativo este mismo año.
Una de las grandes culpables de este enfriamiento en el rumbo alemán sería la industria automovilística, tradicionalmente poderosa en el país. Actualmente, el sector es el responsable del 14% del PIB alemán, pero vive en un momento en el que sus competidores estadounidenses y asiáticos le llevan una amplia ventaja en el vehículo eléctrico, gran salvavidas en un futuro cercano.
Las cifras anuales que presentan los grandes fabricantes de automóviles no son buenas. Las previsiones del año 2018 apuntaban a que saldrían de las factorías al menos 100 millones de coches, pero apenas han conseguido poner en el mercado 81 millones.
Eso, sumado al ingente vacío de poder que va a dejar Angela Merkel, una de las líderes más importantes que ha tenido la Unión Europea desde su nacimiento, va a provocar un terremoto en Alemania que, mal manejado, puede costarle mucho a la economía del país. ¿Pasará? No. Merkel está de retirada, pero los cimientos alemanes son sólidos y el auge de la extrema derecha parece lejano en un país que seguirá siendo el principal socio comunitario.
Powell out
No se puede decir que Donald Trump se haya caracterizado por ser un presidente que deja trabajar al resto de cargos de su Administración. La lista de salidas y entradas en la Casa Blanca y los órganos de poder en Washington es bien larga, y el último nombre en sumarse a ella podría ser Jerome Powell.
El presidente de la Reserva Federal, el banco central estadounidense, no es del agrado de Trump, al que no ha gustado la última subida de tipos que ha aprobado el consejo que gobierna el dólar.
Pese a que se tienen que dar unas condiciones especiales, no puede sorprender que el comandante en jefe estadounidense decida llevarse por delante el presidente de la Fed por culpa de sus políticas restrictivas. Trump necesita gastar, y mucho, para dejarse lo más en bandeja posible una reelección en el año 2020, y Powell no le parece el mejor gestor del dólar.
The only problem our economy has is the Fed. They don’t have a feel for the Market, they don’t understand necessary Trade Wars or Strong Dollars or even Democrat Shutdowns over Borders. The Fed is like a powerful golfer who can’t score because he has no touch - he can’t putt!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) December 24, 2018
¿Puede el presidente de EEUU cargarse al presidente de la Fed? La situación es muy compleja pues, desde 1913, nadie lo ha intentado. La legislación dice que tiene que haber "una causa" para poder hacerlo, pero parece que se refiere más a cuestiones como incumplir la ley que a tomar decisiones monetarias que no gusten en la Casa Blanca. Aun así, estamos hablando de Trump.
En Saxo Bank vaticinan que Powell podría ser cesado para poner en su lugar al presidente de la Reserva Federal de Minnesota, Neel Kashkari, mucho más dispuesto a ejercer su influencia sobre el resto de sus colegas para dejar que la música siga sonando. ¿Pasará? Sí. Se tienen que dar muchas circunstancias, pero a Trump no le va a temblar el pulso para buscar cualquier resquicio que le ponga más fácil pasarse otros cuatro años en el 1600 de Pennsylvania Avenue.
Apple compra Tesla
Es la unión perfecta. Tesla, con su innovación y su prestigio, Apple con su solidez y su músculo financiero. Tim Cook, un gestor serio que ha llevado a Apple más allá del billón, y Elon Musk, un desastre empresarial que lo mismo se fuma un canuto en un podcast que la lía para impresionar a su novia y se lleva una condena de la SEC.
A todos los niveles, que Apple compre Tesla tiene todo el sentido del mundo. Daría credibilidad al fabricante de vehículos eléctricos más importante, ganaría un nicho de mercado ahora que parece que el iPhone da muestras de agotamiento y, tras hacerlo con nuestras casas, conquistaría otro de los espacios ambicionados por todos: el coche.
Los números cuadran. El gigante de Cupertino tiene unas reservas de capital de 237.000 millones de dólares, casi 208.000 millones de euros, más que suficiente para hacer una generosísima oferta de 520 dólares por título a los tenedores de acciones de Tesla. Sería un 40% más del valor de la empresa actual, pero al que algo quiere algo le cuesta. La factura quedaría en el entorno de los 90.000 millones de dólares, casi 79.000 millones de euros.
El negocio sería perfecto para Elon Musk, que tendría contentos a todos sus inversores -algunos han intentado quitarle el puesto de CEO, entre ellos el fondo de inversión más potente del mundo-, se quitaría de encima la presión del regulador bursátil estadounidense y, además, se embolsaría un cheque de casi 18.000 millones de dólares por los 33,7 millones de acciones de Tesla que están a su nombre. ¿Pasará? No. Tim Cook está más preocupado ahora mismo por conseguir que Apple reduzca su dependencia del iPhone, por lo que afrontar una operación así en 2019 parece poco probable. Musk, además, no parece de los que pongan las cosas especialmente fáciles.
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