El 29 de marzo de 2019 es una fecha marcada en rojo en el calendario europeo desde hace mucho tiempo. Ese día está establecido que Reino Unido corte definitivamente sus lazos con la Unión Europea, convirtiéndose en el primer país en abandonar el bloque comunitario.
Restan menos de 80 días para ese momento crítico y lo cierto es que aún son muchas las incertidumbres que se ciernen sobre el Brexit. El presumible rechazo del Parlamento británico (la votación está prevista para el próximo martes) al acuerdo entre el Gobierno de Theresa May y las autoridades Bruselas para regular las nuevas relaciones entre ambos bloques y la escasez de alternativas viables hacen que la opción de una ruptura sin acuerdo parezca cada vez menos descabellada.
Este escenario, que casi ninguna firma parece contemplar en sus previsiones, ha sido señalada recurrentemente como especialmente nociva para la economía. Sin duda para la británica, que podría enfrentarse a su mayor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. Pero también para el conjunto de Europa.
"En el caso de un 'Brexit duro', el Reino Unido aplicaría casi con seguridad un arancel a las importaciones de la Unión Europea, parecido a los aranceles externos de la UE. Junto con una libra esterlina más baja que afectaría adversamente el crecimiento de las exportaciones de la UE al Reino Unido, especialmente para socios comerciales importantes como Alemania, Francia, los Países Bajos e Irlanda", advierten los analistas de Nomura.
Un Brexit sin acuerdo podría restar a la Eurozona hasta una cuarta parte del crecimiento de 2019
Por esa razón, Gonzalo García, analista de Mercados de AFI, advierte de que, en el caso de un Brexit sin acuerdo, "un impacto de entre el 0,3 y el 0,5% sobre el crecimiento de la Eurozona parece una previsión bastante conservadora". Un golpe de este calado supondría un recorte de hasta una cuarta parte del crecimiento previsto para la región en 2019 por firmas como Moody's. Sin duda, un revés severo pero, a priori, insuficiente para arrastrar a la región hacia la tan temida recesión que en los últimos tiempos parece acechar, a tenor del comportamiento de los mercados financieros.
No obstante, Europa se acerca a la amenaza del Brexit en un momento de especial debilidad. La sucesión de datos macroeconómicos durante las primeras semanas de 2019 han arrojado una serie de cifras decepcionantes, que evidencian un frenazo mayor de lo esperado. Si en Francia, las convulsiones económicas generadas por los "chalecos amarillos" parecen haber propiciado un último cuatrimestre especialmente débil, los últimos indicadores de Italia y Alemania apuntan a que ambos países podrían entrar en recesión técnica.
"La pregunta clave es cuánto de esto es temporal y por causas específicas como los problemas de la industria automovilística o las protestas de los chalecos amarillos", observa Ángel Talavera, economista para la Eurozona de Oxford Economics. "En este sentido nosotros seguimos siendo moderadamente optimistas de que la actividad en la Eurozona va a recuperar algo de brío, principalmente porque los fundamentales del sector doméstico siguen siendo sólidos sobre todo en lo que respecta al mercado laboral, y también con una inflación que se esperada moderada este año y que ayudará a sostener la renta real de los hogares", añade.
Se espera que el consumo interno y una política fiscal expansiva faciliten la recuperación de la región en los próximos meses
Gonzalo García también apuesta a una mejora de la situación a lo largo de 2019, ya que gran parte de la debilidad reciente responde a factores temporales y se espera que la política fiscal sea expansiva en países clave como Alemania, Francia e Italia. A esto se suman cuestiones como la caída de los precios del petróleo y, con ellos, de la inflación, que, de consolidarse, deberían favorecer el consumo interno, que es también uno de los factores citados por los analistas de Moody's para mantener una visión positiva sobre la Eurozona.
Pero lo cierto es que, tal y como recuerdan en Bank of America Merrill Lynch, no toda la debilidad en Europa puede achacarse a factores puntuales y problemas como la debilidad del comercio internacional o las señales de que la industria del motor ha alcanzado ya un tope pueden suponer un freno notable al crecimiento futuro de la región. Así, el banco estadounidense rebaja sus expectativas de crecimiento en la Eurozona en 2019 a solo el 1,4% y
En este panorama, España se ha mantenido como una excepción, con unas cifras de crecimiento aún robustas y superiores a la media. Pero desde el banco estadounidense advierten de que el país también enfrenta incertidumbres, derivadas de la falta de ajustes estructurales y una situación política que "sigue siendo compleja, cuando menos".
Sin margen de reacción
Así, los riesgos para la Eurozona no pueden obviarse y menos en un contexto exterior de elevada sensibilidad por cuestiones como la guerra comercial entre Estados Unidos y China o el proceso de subidas de tipos en Estados Unidos, que han dado pie en los últimos meses a bruscas turbulencias sobre los parqués. "Es imposible ignorar que los riesgos están por todos lados, y que a medida que aumenta el nerviosismo, cae la confianza y aumenta la volatilidad en los mercados, la posibilidad de un deterioro sostenido de la economía va aumentando", corrobora Talavera.
La amenaza, a expensas de lo que ocurra con el Brexit, no parece ser una caída de la Eurozona en una nueva recesión, "el problema es el poco margen para reaccionar si la recesión se prolonga", comenta García. Y es que pese al fuerte crecimiento de los últimos años y el apoyo extraordinario del Banco Central Europeo (BCE), la salud financiera de los distintos Estados de la región apenas ha mejorado y el margen fiscal es reducido. A esto se añade un entorno político difícil, con el auge de los movimientos populistas y antieuropeos por muchos países del continente, y el riesgo de que éstos sigan ganando posiciones en las elecciones europeas que se celebrarán el próximo mes de mayo.
Con los tipos al 0%, el BCE tendría que recurrir a medidas extraordinarias para dar respuesta a una recaída
Y si esta situación ya puede resultar inquietante per se, se ve agravada por el hecho de producirse en un momento en el que el BCE apenas ha podido empezar a trazar el camino de la normalización de sus políticas. La institución que preside Mario Draghi puso fin el pasado diciembre a su programa de compras de deuda (QE), mediante el cual inyectó cerca de 2,6 billones de euros en el sistema durante casi cuatro años. Ahora se enfrenta al desafío de iniciar la subida de los tipos de interés, tras varios años en mínimos históricos. Pero son pocos los analistas que creen que este paso pueda darse antes de 2020 y un deterioro adicional de la situación económica podría dilatar sine die la medida.
En su última comparecencia, Draghi aseguraba que el banco central tiene suficientes armas en su arsenal para dar respuesta a una hipotética nueva crisis en la Eurozona. Sin embargo, son muchos los expertos que lo ponen en duda: los tipos difícilmente pueden bajarse más y la posibilidad de reactivar el plan de compra de deuda se enfrenta a dificultades de muy distinta índole. En cualquier caso, en los últimos años, cada uno de los pasos dados por el BCE ha estado rodeado de dudas y eso no ha impedido a la institución desplegar un sinfín de herramientas de muy diversa tipología que, sin duda, han sido esenciales en la salida de la última crisis.
"Es cierto que tiene munición muy limitada a nivel de tipos de interés, pero llegado el caso aún le quedan unas cuantas cartas que puede jugar, primero con la comunicación, que puede ser un instrumento muy poderoso, con nuevas rondas de crédito para los bancos (LTROs) o llegado el caso con un nuevo paquete de compras de activos", confirma Talavera.
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